About the work
http://valentina-lujan.es/L/lasenoribeni.pdf La señorita Benilde tenía una voz muy cristalina que contrastaba con su físico tan poquito agraciado; y leía despacio, enfatizando los puntos y las comas y, si las había, las diferencias muy bien remarcadas entre las uves y las bes y las íes griegas y las elles. Era, eso sí, muy maniática, y si en lugar de con la Fuenfría se encontraba con la Roncero o con cualquier otra se ponía de pie casi de un salto y exclamaba “¡pero esta no es mi copia!”; y agarraba los papeles francamente enojada y se encaminaba con paso muy vivo hacia la puerta para ir a reclamar a la señorita Violeta, o a la señorita Clotilde, o a la que la tuviese, que por favor, “por favor te ruego”― porque por muy enfadada que estuviese gastaba siempre muy buenas maneras ― que se la devolviese. Solía suceder, si la otra no había sido amable y no había accedido a intercambiar las copias, que ella ― desasosegada y con el ceño un poco fruncido ― se olvidara de la ese tan larga y del movimiento amplio y lento con la mano, y que alguna como Cora o la Verdaguer se lo hicieran notar con un “señorita, se lo ha saltado”. Pulsar aquí para poder verla ampliada y en su ambiente Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.