About the work
http://valentina-lujan.es/P/perrosperdidos.pdf Recibo con frecuencia en mi correo noticias como la de Vera, o la de Hada, y yo las copio y las pego en el Facebook, o las pego en mi blog o en mi web en la esperanza de que alguien las vea y ese alguien a su vez las pegue donde se le ocurra y se termine enterando el mayor número de personas posibles, y los perros perdidos aparezcan y vuelvan con sus dueños, a sus casas, que es donde quieren estar y lo que ellos entienden como su mundo. Digo "en la esperanza", pero la verdad es que tengo muy poca. Mi confianza en el ser humano es prácticamente nula. Pienso que la mayoría de las personas son egoístas, desalmadas incluso, y que sólo se preocupan de sus intereses. Así que pienso que la única posibilidad que los animales tendrían de terminar con bien y felizmente su peripecia sería que yo, nadie más que yo, los encontrase y les ayudara. No sé por qué esa manía de no creer nada más que en mi misma, y de no aceptar (desde la razón) que pueda existir alguien más que se tomase los desvelos que yo me tomaría. Leo, a todo esto — y de alguna forma algo tiene que ver — un libro de física que se titula La danza de los maestros de Wu Li, y encuentro en él cosas como que la mecánica cuántica se ocupa del comportamiento del grupo y que — copio literal —: "¿Qué es lo que describe la mecánica cuántica?" o dicho de otro modo: la mecánica cuántica nos describe el comportamiento colectivo y/o nos predice las probabilidades de comportamiento individual, pero ¿de qué? Lo que va en rojo es del libro, palabra por palabra. Sigo leyendo y aunque pregunta "¿de qué?" el autor se está refiriendo a partículas subatómicas, y a las probabilidades que hay de que dentro de un conjunto de partículas unos grupos se comporten de un modo y otros de otro modo. Y eso, por lo visto, se puede calcular (o, bueno, a lo mejor dice nada más "predecir", pero se puede); pero no se puede predecir cuál de los individuos de un grupo será el que va a actuar de una forma o de la otra... Pone un ejemplo de automóviles en un cruce; se puede predecir cuántos girarán a la izquierda y cuántos a la derecha, pero no se puede predecir cuál será el que haga lo uno o lo otro. Yo cambio entonces, en mi imaginación, las partículas subatómicas por personas; y en lugar de un cruce y coches me imagino al perro perdido y las personas que pasarán por su lado. Según el mismo cálculos de probabilidades por el que se rige la física cuántica parece evidente que habrá, entre todas las personas que pasen a su lado, una cantidad predecible de personas que se desviarán de su camino y harán a un lado sus propios intereses por ocuparse de él (de ella, en este caso, pues estoy pensando en Hada y en Vera) y otra cantidad de personas, también predecible, que pase de largo... Al amparo de esa teoría, que parece científica y constatada, quiero creer que — aunque yo no sepa cuántas personas van a pasar cerca de ellas ni sea tampoco capaz de calcular cuántas están dispuestas a ayudarla — el resultado del cálculo no puede ser cero. No puede ser cero en ningún caso. No es posible que el resultado de los cálculos sea ni que todos van a ayudarla ni que todos van a pasar de largo. Creo que lo he razonado bien, ¿no? Pues, bueno; a pesar de lo bien que lo he razonado y de que me creo que he entendido el planteamiento, en mi fuero interno sigo creyendo que no; que las personas son egoístas y que nadie se ocupará de ninguna de ellas, y que su fin tras vagar por las calles asustadas y hambrientas no será otro que el terminar atropelladas. Por eso, con todos mis respetos, no me sirve la ciencia, ni la mecánica cuántica, ni ningún aspecto del saber. Lo único que me sirve, y lo único que me importa, es el grado de bondad que haya dentro de cada ser humano. Y tengo la mala suerte y la fatalidad de creer que hay muy poca. 15 de enero de 2012 Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.