About the work
https://valentina-lujan.es/T/teckel.pdf Las personas que me conocen dicen que soy un poco tremendista, que pienso a veces cosas que en la realidad es muy poquito probable que sucedan. Ejemplo: Los perros atados a la puerta de los supermercados. Siempre me asalta no sé qué inquietud considerando qué fácil es abandonarlo ahí, con su collar y su correa, atado a uno de esos ganchos que suele haber para dejarlos. Cualquiera pensará, si no es tan “tremendista” como yo, que el dueño está dentro comprando. Pues ayer, en la puerta del Carrefour de Príncipe de Vergara 120 (en Madrid), quedó demostrado que mis sospechas no siempre son disparatas. Cuando entré en el establecimiento me fijé en un tekel atado allí. Con collar y correa de color rojo, de buena calidad y muy nuevos. El animalillo estaba muy arrinconado junto al cristal de la puerta, casi diría medio escondiéndose tras la papelera que hay siempre ahí. Y temblaba. Entré e hice mi compra sin que se apartara de mi mente, y esperanzada de que a la salida lo habría recogido su dueño. La conclusión fue sin embargo que, hora y media después y de que por tres veces los empleados de Carrefour lo anunciaran por megafonía sin que nadie diera respuesta alguna, hubieron de llamar a la policía municipal (092). La policía vino y se comunicó con la unidad que se ocupa de leer los chips, que le respondió que lo llevasen con ellos. Así que uno de los policías lo tomó en brazos, y se lo llevaron con ellos. Que no me preocupase – eran muy amables – que era seguro que el animal tendría chip. Y que el dueño sería con toda seguridad localizado. Y que, caso de haber sido abandonado, el dueño tendría una sanción. Me quedé triste, pensando y soñando con el tekel toda la noche. *** Diez días después. Volví muchas veces adrede para ver si encontraba a alguna de las empleadas que estaban ese día, pero siempre eran otras y no pregunté nada. Ayer, cuando estaba haciendo cola para pagar en una de esas cajas en las que no hay cajera, sí que pasó por mi lado el vigilante con el que había hablado. Le pregunté si sabía que había pasado, si alguien había ido interesándose por el tekel. Me dijo que sí, que como una hora después de que la policía se lo llevase acudió toda una familia, padre, madre e hija – llorando ésta a lágrima viva – preguntado por él. Explicaron que lo habían dejado mientras iban a otra tienda cercana a comprar algo, y que tardaron más de lo que habían calculado. La madre y la hija discutieron, culpándose cada una a la otra. Pero que al final le dieron las gracias por haberse ocupado de él. Y yo feliz, porque no lo habían abandonado. Aunque un pescozón si les daría con gusto. Por tontainas. Etiqueta: Admistiquios Categoría: Prosa
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.