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https://valentina-lujan.es/A/alterasised.pdf pero sólo como alternativa — y en páginas, como puede verse, sin numerar pero, y también puede verse, con más notas al pie y al objeto de que el texto resultase enriquecido y las explicaciones más completas — para el caso de que se otorgara credibilidad o se hiciera merced de alguna de las prebendas con que cabía dotar a semejante criatura y al objeto de que se acogiera con agrado en su nueva familia a la del sexto (número 3) y a sus insinuaciones dando a entender que su esposa, madre de la aludida, ya era viuda desde por lo menos unos dos años antes de que naciera la mencionada tía y sin que, por otra parte, se tuviera constancia de que hubiese contraído nuevas nupcias; pero no se comprendía (por contra ni en absoluto y a pesar del esfuerzo realizado por toda la vecindad, que se esmeró en proveerla de un ajuar al que no se pudiesen poner pegas ni en el convento ni en el internado ) si se dejaba uno llevar, como tan a menudo sucedía, por el descreimiento o, como mal menor pero no mucho menos pernicioso, por una insoportable apatía que imposibilitaba el discernir qué era verosímil y qué sólo patrañas que corrían de boca en boca sin más objeto ni finalidad que el dejar pasar la vida, pero de largo, imponente y altiva, ataviada sin ostentación de toda la cohorte de sus días, a la espera de que lo que hubiera de acontecer sucediese y abrazar, al fin, cada cual un destino que cuando llegaba con sus sellos y su acuse de recibo resultaba la mayoría de las veces ser para otro que había muerto aguardándolo. Es decir, que parecía imponerse que, una vez hechos todos los cálculos y efectuadas las comprobaciones pertinentes para estar bien seguros de que no se estaban arrastrando errores ni en las sumas ni en las restas, admitir que a la vista de que las probabilidades a favor de comprender eran dos — y no había, téngase en cuenta , razones de suficiente peso para denegar ni lo uno ni lo otro — y que a favor de no comprender se disponía nada más que de una , avenirse gustara o no gustase a admitir que sí, que se comprendía, iba a resultar lo más sensato. La conclusión era, y nadie con un mínimo de sentido común lo podía poner en tela de juicio, enteramente incuestionable tanto si se decidía conformarse con una mayoría simple como si se optaba por, puestos en plan de sacar punta a todo, la absoluta. Y, naturalmente, no se ponía; ni en tela de juicio ni sobre la mesa. Pero, y he ahí un matiz que merece la pena no desdeñarse, tampoco en cuarentena el contemplar el riesgo que implicaría el reflexionar acerca de cuál estaría siendo el panorama si contra todo pronóstico hubiese quedado una puerta abierta a la eventualidad del “pero”; un “pero” que podría muy bien, si es que la asamblea expresaba su deseo de que así se hiciera, adornarse de los característicos tres puntos suspensivos que se utilizan cuando se está dejando algo, pues eso, en suspenso. Es decir, algo que podría quedar más o menos así: Pero… ¿cuál estaría siendo la situación si la tal credibilidad no se hubiera otorgado, o se hubiera otorgado pero no a las insinuaciones, o sí a las insinuaciones pero no de la del sexto 3 sino de la del octavo 2, tan diferentes aunque no mucho menos malévolas? La pregunta causaría su impacto, desde luego, esquivando grácil y limpiamente el escoyo de estar siendo nada más una hipótesis ; pero cuando ya hubiera alguien con la respuesta a punto, preparada en posición de salida al borde mismo del filo de la lengua, se destacaría entre la concurrencia un Otro argumentando que el meollo de la cuestión no era ese sino el considerar con toda la frialdad de que fuese posible hacer acopio si existía alguna probabilidad todavía no contemplada, por remota que fuese, de que por causa de algún error de inscripción en el registro el verdadero inquilino de la vivienda que siempre había servido para identificar a aquella señora de cabello rubio y edad indefinida pudiera estar siendo un caballero o, aunque esto ya pudiera considerarse con un poco más de acaloro sin incurrir en desacato, la del octavo 2 una criatura angelical incapaz de caer en tamaña vileza. Se terminaría a la vista de tantos inconvenientes admitiendo que, aun con su liviandad a cuestas, más valía atender a las razones que apuntaban a que lo más aconsejable iba a ser otorgar credibilidad; a lo que fuera y, si no era mucho pedir, sin rechistar y punto. Punto, y sólo uno; y final. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo. No tengo formación académica.