Citando textualmente a Pilar Rojas: “a lo largo de la historia a la mujer se le ha reprimido la sexualidad, se le ha prohibido pensar o hablar de sexo, tener fantasías sexuales y más aún hablar de ellas”

¿Cuántas abuelas habrán pasado por el sexo de forma insulsa, violenta, en contra de su voluntad o, por el contrario, juzgándolas por desear y disfrutar? ¿Cuántas madres habrán pasado por lo mismo? ¿Cuántas mujeres, actualmente, se sentirán culpables por tener libertad sexual (si la tienen)?

Con una actitud antigua y profundamente religiosa de controlar a la mujer, también quieren controlar la sexualidad y el deseo que siente una mujer hacia otra persona.

De esta forma, implantan medidas como, por ejemplo, la mutilación genital femenina, vigente, por desgracia, en el siglo XXI, o, directamente, llamarte puta o guarra de forma despectiva.

Cualquier cosa con tal de no dejar existir en paz.

La sexualidad es inherente al ser humano, independientemente del género y del sexo y, como tal, debe ser vista; sin juzgar, sin controlar, sin coartar y, sobre todo, sin obligar.

Para que la mujer pase de ser únicamente objeto de deseo y se convierta, sin culpa y sin vergüenza, en sujeto deseante.