About the work
https://valentina-lujan.es/U/unoszapatpistacho.pdf
que le había prestado por la mañana Sonia porque se había presentado en la puerta, llorando, decía que no sabía si porque no le (o no la) hubiesen operado bien del todo o porque al estar todavía convaleciente no se le hubieran asentado todas las hormonas y estuviera teniendo él (o ella) una crisis de identidad; pero el caso era que consultando la agenda en el móvil ese mañana mientras se afeitaba vio alarmado que tenía una cita con su antiguo novio, que habiendo estado muy enamorado de ella, se había encaprichado tontamente del abogado que le estaba tramitando el divorcio con su anterior marido y, obnubilado por una pasión puramente carnal — intentó explicarle una vez por teléfono, pero la vecina, vecino por entonces, no quiso escucharlo y le colgó — había roto con él, ella ahora, pero, arrepentido, no dejó de rogarle que la, le entonces, perdonara y volviesen a sus tiempos de amor inquebrantable; e insistiendo estuvo hasta que, haría un par de semanas, la vecina (no recordando así al pronto que era vecino) accedió a que tuviesen una cita para aclarar la situación hoy, precisamente hoy, cuando sobresaltado miró el reloj mientras se afeitaba y vio acongojado (si bien celebró que lo pillase ya afeitado, que ganaría tiempo) que apenas disponía de una hora para acicalarse y acudir al encuentro vestida a tono con la situación; motivo por el cual, y no disponiendo de otro calzado que unas botas de militar de los tiempos de la mili, viose obligada a recurrir a su vecina de al lado, Sonia, que se los prestó, con mucho gusto y con el bolso a juego mas no sin advertirle (la) que podrían quedarle un poco justos porque eran del número 36 y saltaba a la vista que ella (él) tenía los pies más grandes; él/ella le dijo que sí, que un 39, pero que sufriría el daño con alegría con tal de recuperar a su amado.
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.