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domingo, octubre 30, 2005
SÉ QUE TE ESCONDES
Sé que no te quieres dejar ver, y puede parecerme muy bien. Pero, ¿has pensado cuánta gente está en la tonta creencia de que existes?... Pues es bastante peor, más peligroso, consentir en que te imaginen que permitir que de verdad te sepan. La imaginación puede ser exigente, o traicionera, o benévola o un poco quedona y hacer de ti quién sabe qué monstruo de maldad o de fealdad o de decrepitud o de miseria.
Déjate ver, anda, hazlo por ti que, a lo mejor, ¿quién sabe?, eres una rara avis, un extraño ser excepcional mejor de lo que los demás te piensan.
Ah, que se me olvidaba. Quedaste en recoger del tinte los pantalones azules y en llevar al niño al dentista. Volveré tarde.
Nadie se lo va a creer; pero en poco más de una semana éste es el segundo mensaje. Y lo malo esta vez no es ya que algún niño se vaya a ver privado de su jubilosa visita al dentista; lo verdaderamente desconcertante es que, aunque tampoco soy Gisela, no tengo ningunos pantalones en la tintorería.
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Etiquetas: Recado personal para Proserpina
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.