About the work
https://valentina-lujan.es/D/dichoyhecho.pdf
Existirá, seguro que existe en el mundo tan grande, algún ser solitario, o no tan solitario, para quien la principal motivación para tirar de su vida ―o para intentar entender ese mundo grande, o los pequeños mundos de sus congéneres o el suyo mismo― sea el crear; lo que sea, pero crear. Crear justamente aquello a lo que se siente impulsado y para lo que aún de forma un tanto subjetiva se considera capaz.
Y se pone a ello. Se pone sin mayor ambición ni inquietud ni expectativa que aplicar a su obra todo su poco o mucho saber hacer, sin más propósito que, una vez terminada la obra, poder decirse a sí mismos “ahora hay en el mundo una nueva creación que es lo mejor que he sabido crear”; y a ello dedican su tiempo, su esfuerzo, sus desvelos y, ya puestos, su aceptación de que la labor a la que con tanta pasión se aplica bien puede ser que sea ignorada o, caso de no ignorada pero sí enjuiciada por cualesquiera criterios o sensibilidades distintos de la suya, calificada de mala, de carente de valor alguno.
Si el ser solitario, o no tan solitario, se para a hacerse la consideración de que tal vez su pequeña hazaña ―pero “Magna Obra” a sus ojos y a su juicio, que para eso son los suyos y está echando el resto― va a correr tan negra suerte, ¿qué hará?, ¿abandonar aun antes de haber empezado porque total a quién va a importarle?
Puestos en esas tampoco va a importarle a nadie si el ser solitario, o no tan solitario, respira o no respira; ¿y dejará por eso el ser solitario (o no tan solitario, ya; que me lo salto por no repetirme) de respirar?
Lo que pasa es que hay otra cuestión, que, esa sí, tiene su miga.
A saber: Hay que ganarse la vida.
Pero aquí me asalta la pregunta ―que a lo mejor al ser (y ya no entro en si solitario o no, que no quiero ponerme pesada) también―, o, mejor, dos preguntas.
Una ¿Qué es ganarse la vida?
Otra ¿Cómo ganársela?
Y otra más ―anda, mira, me están saliendo tres― ¿Para qué ganársela?
Y, una cuarta ―que empieza una y se lía, se lía― ¿Qué vida no hay que perderse para ganarse la vida?
Y como hacerme las preguntas sé, pero contestarme se me da peor, no se me ocurre mejor cosa que preguntarle al ser (el de marras, ya digo), que para eso está ahí y lo mismo hasta para eso me lo he inventado yo, que qué diría él.
Y, a la primera, va y me salta con ―que, de verdad, por qué tendría yo la ocurrencia de pedirle ayuda― que a qué me refiero; porque, dice, que si estamos hablando de la inmortal o de procurarse el sustento. Y como veo que conteste lo que le conteste va a seguir sacando punta al tema con que si sustento para el alma o para el cuerpo, me hago la loca y le digo bueno, mira, déjalo aunque sea y pasamos directamente a la segunda.
A esa, el “cómo”, contesta más deprisa; que me suelta con enorme desparpajo que es muy fácil, que para ganarse la una no hay mas que sacrificar la otra.
A la tercera, el “para qué”, me suelta que depende de lo ambicioso que se sea, y que si se es mucho se sacrificará la del sustento, y que si se es menos pues la otra. Y que como cuánto soy yo de ambiciosa. Pero, yo, bajo el pretexto de que no estoy muy segura de que en su respuesta no se haya liado, o querido liarme y cruzado los términos, le digo bueno déjalo y vámonos a la cuarta.
Entonces es él el que se zafa argumentando que le parece que me estoy alargando mucho, que incluso ―me sugiere― podría resumir y quitar paja.
Entonces voy y me pico y le digo que lo resuma él ya que es tan listo.
Y, sí, me lo resume con un breve discurso en que me cuenta (a grandes rasgos, que es en síntesis) que, y que por cierto ya lo dijo Serrat muy bien cantado, no hay que confundir valor y precio. Y que, si el precio es verdad que lo puede determinar un experto, no menos verdad es que el valor de lo que no tiene más precio que el valor que tenga a bien el darle (por sensibilidad o por criterio) quien no tenga qué ganar ni qué perder con ello no tiene precio.
19 de mayo de 2018
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.