About the work
https://valentina-lujan.es/m/mujerenelalfeizar.pdf
Sé que no estoy durmiendo. He terminado justo de acostarme y escucho la radio. Siento un poco de frío y me cubro, sobre la colcha, con la mantita roja que tengo siempre a mano sobre el escabel que hace ya mucho tiempo me regaló Elena. Sigo despierta y escuchando, no sé si prestando atención pero sé que sí despierta y me imagino, sin quererlo ni saber por qué, envuelta en la mantita roja durmiendo, tranquilamente, en el alfeizar de la ventana a la altura de los quince metros que debe de tener, más o menos, el piso en el que vivo.
Veo que la "yo" que duerme no tiene miedo.
Yo, en cambio, la que piensa a la que duerme, siento pánico.
Un pánico tan espantoso que me incorporo, en la cama.
Subo el volumen de la radio y enciendo la luz.
Pero aun contra mi voluntad la imagen sigue, ahí, en el alfeizar, tranquila, de costado, tan real como si fuese verdadera. Sé que no es cierta, que mis ojos de verdad no están viendo a esa mujer en el alfeizar.
Pero la sensación que me produce la imagen que ha forjado, por su cuenta, mi cerebro, es tan verdadera, tan angustiosa como si la imagen fuera real.
Mi razón quiere tranquilizarme "no te preocupes, sólo es una sensación, estás en tu cama".
La emoción me contesta "no te preocupes, estoy muy tranquila, sólo soy la sensación de estar en el alfeizar".
Y razón y emoción se comprenden perfectamente la una a la otra.
Pero no se invalidan mutuamente, ni se neutralizan.
Caminan en paralelo, tan amigas, como si la "identificación" de mí misma, la consciencia del yo en la que se alojan, estuviera dividida a su vez en dos consciencias diferentes pero también amigas.
Y el pánico no cede.
Y la razón no ceja.
Hasta que, por fin, mis consciencias y yo nos quedamos dormidas... en mi cama, imagino.
20 de febrero de 2016
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.