Miguel Ángel no concebía la escultura como un proceso de creación, sino como un acto de rescate. No esculpió el Moisés; lo liberó del interior del bloque de mármol donde yacía aprisionado. Yo comparto la creencia de que las historias siguen un proceso similar. Permanecen atrapadas en una dimensión paralela, aguardando a alguien que reconozca su existencia y las traiga a nuestra realidad. Los personajes preceden a los escritores y, por lo tanto, no les pertenecen. Persisten allí incluso si la obra no llega a ver la luz.