About the work
http://valentina-lujan.es/N/npver4.pdf
La respuesta no parece, en un principio, que pueda resultar problemática; y, por consiguiente, ha de deducirse que por qué no iba a resultar sencillo el leerla.
Lo que resulta sencillo, además, se hace prácticamente sin sentir y, como si dijéramos, casi sin ganas.
Resulta, sin embargo, por otra parte, que el hacer algo sin ganas se hace penoso y el llevarlo a cabo nos llega a resultar tan antipático que, por ameno o divertido que sea, termina por antojarse árido.
Conclusión: que para hacer algo sin ganas hacen falta muchas ganas…
¿No es contradictorio?
La respuesta — a esta pregunta, la que queda justo en el renglón de arriba y no la que encabeza la página — sí parece, incluso en un principio, que puede resultar problemática y, por tanto o en consecuencia, pretender encontrarla aquí sería una auténtica bobada.
Pero, usted, no es ni bobo ni boba… ¿verdad que no?
Y, como ni bobo ni boba que no es, será, eso sí, muy capaz de retomar el hilo — “hilo”, fíjese, que se lo menciono así como que de pasada y por despiste para no herir aun sin querer su orgullo — de esta historia sin necesidad de tragarse algo que ya sabrá (por su propia experiencia o por haberlo leído en cualquiera de las otras versiones) de qué va.
Le sugiero, así las cosas, que ignore alegremente todo eso de que no tiene uno, o una, o un hatajo — o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes — más que llegar y decir etcétera, etcétera, y se coloque, directamente, en la pista que tan generosamente le he facilitado y no es otra que…
¡El hilo!
¿Por qué no lo habrá perdido, verdad?
Que a mí, entiéndame, me da igual; pero si lo ha perdido no le quedará más remedio que echar mano de la memoria para, a base de recordar, caer en la cuenta de que sería lo grave; porque el sentido común — ¡una cosa tan corriente! —, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…
Bueno, pues no sabemos, pero un destornillador...
¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.
Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…
Bueno, mira: es igual.
El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía…
Así: sin esperarlo.
La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar, pero si tenemos que explicarlo todo nos dejamos de sofisticaciones y decimos, por poner un poner, que era lejía ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Fuenfría ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Consola ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.
–Ea ― doña Consola ―, no; Visitación.
– ¿Pero cómo ― la Fuenfría ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Consola, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede
Quienes somos
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.