About the work
https://valentina-lujan.es/C/coordenadanipolar.pdf
Al cerrar la puerta tuvo la sensación de echar de menos algo; insignificante, con toda seguridad, pero muy “de siempre”. Un objeto, tal vez, o quizás la distribución de los pliegues de la cortina o, que también cabía, una silla o un jarrón que no estaba en su lugar exacto y dejaba, en el aire, una sensación de vacío en el estómago aquí, en su sitio habitual aunque, así, con la poca luz que llegaba de la calle, sería aventurado precisar y, luego, en el pasillo, tropezó con lo que podría ser un zapato o un juguete porque en las casas donde hay niños pasa eso, que quedan tirados en los pasillos por las noches zapatos y juguetes que, bueno, mañana los recogeremos por algo tan elemental como que de día es tal vez todo muy diferente o menos contradictorio porque, saltaba a la vista, a cualquiera iba a extrañarle que el reparar en quién sabe qué minucia insignificante o leve alteración en lo cotidiano no chocase frontalmente con encajar sin reparos la presencia en mitad del pasillo de un juguete o un zapato.
Pero también eso lo dejó para mañana y siguió caminando a la espera de tropezar, de un momento a otro, con un listón de la madera del suelo un poco alabeado y el tiempo se hizo largo; largo de tanto esperar en un pasillo tan corto aquel listón estúpido que hoy se le zafaba recordando, por entretener la espera, cómo una vez vio cómo un hombre vivió en una casa que no era la suya sin darse cuenta, con una familia y una esposa y unos hijos que tampoco se la dieron aunque sí eran quizás un poco más altos, o menos estudiosos, y la esposa no tan rubia como la recordaba pero las mujeres en ese tipo de cuestiones cambian tanto.
Eso pasa y el pasillo se terminaría en cualquier momento sin el menor percance felizmente, contrariedad inexplicable salvo por la lógica aplastante de complicadísimos cálculos de probabilidades que afirman, a veces, cuando el resultado así lo exige, que no se tropieza dos veces en la misma piedra a menos que la experiencia demuestre lo contrario ten paciencia, sólo hacía falta esperar a que el tiempo actuase a favor de un desmemoriado transeúnte increpando no irá usted a pararse ahí; ¿verdad?
Y, uno, ahí, parado sí y además como un tonto, sin saber qué contestar, no va a facilitar la respuesta que el otro de cualquier modo no va a tomar en cuenta porque para eso se basta a sí mismo, con las suyas propias y con sus particulares listones alabeados en que reparar, por enésima vez, el error cometido al constatar cuan dejados nos vamos volviendo poco a poco los que transitamos repetidas veces por los diferentes sinsentidos de un nunca más lo volveré a hacer o decir o pensar u omitir dependiendo, según el caso, de que la culpa radique en acto, palabra, pensamiento o negligencia, olvido o intencionalidad que, perdone, puede ser muy denostable pero, comprenderá, nadie goza de tanta ociosidad como para poder ir prodigándose en reproches; así que, por favor, apártese y siga su camino por donde le resulte factible no entorpecer el ir o venir de los demás.
De todos modos recuerda que aquella noche y en contra de una costumbre que se resistía a dejar de mantener pero alguna vez tendría que valerse por sí misma, tras retirar la llave de la cerradura y dudar cual sería el mejor lugar para dar con ella sin dificultad al día siguiente optó por conservarla en la mano...
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.