About the work
http://valentina-lujan.es/P/pero.pdf
pero, como luego explicase el señor Ramírez, era comprensible y había que disculparme porque, argumentó, cuando uno se obceca y se empeña y se empecina en dar por bueno que aquello que uno piensa es como lo está viendo o viceversa se ve expuesto a, aun sin quererlo ni desearlo, caer cuando menos en engaños que cobran carta de naturaleza sin el menor fundamento.
-----------------
y cuando más en falacias si bien el término “falacia” podía estar pecando de excesivo y, por eso, el abuelo quiso que el chico lo borrara pero no supo y tuvimos que elegir entre desandar un trecho o dejar las cosas como estaban sin prestar oídos a que la sugerencia que habría podido ofrecerse a hacer la vecina de al lado, que habiendo venido casualmente en mitad de la polémica a pedir una tacita de harina para hacer un bizcocho no estaría de más el suponer que deseara corresponder brindando su ayuda, apuntaba al hecho de que podíamos sustituirlo sencillamente por “mentira”, término mucho menos drástico según ella con el que, sin embargo, no estaríamos faltando a la verdad pero sí sorteando un escollo que a saber quién podría ser el desdichado al que cayera en suerte el verse obligado a esgrimir ante los ojos atónitos de sus asombrados ascendientes – si el azar se decantaba por sonreír a los más jóvenes – o frente a las narices de sus – caso de que el albur se inclinase por favorecer a los más viejos – estupefactos descendientes. Ofrecimiento que podría ser bien acogido por Ramírez y por sus padres y los niños pero rechazado de plano por la madre (de estos) aduciendo que ella quedaba en desventaja no teniendo a sus propios ascendientes a mano porque “entiéndame, dona Isidora – le diría en un aparte en la cocina – yo a mis suegros los quiero y los respeto, sí, pero no es lo mismo”.
Pero mi amigo, cuando se lo comentase, se mostraría reticente a tal eventualidad argumentando que la vecina podía no venir (o, bueno, “ir”) en son de paz o pidiendo favores con muy buenas maneras y tono compungido sino, muy por el contrario, hecha un verdadero basilisco – porque ella (la señora de Ramírez hijo) hubiese cometido la falta imperdonable de tender la ropa de color sin centrifugar y ella (la vecina, pero no de al lado sino del piso de abajo) “mire, desteñido de rojo y echado por completo a perder el vestido blanco de organdí de la niña” – indicando, una vez que se le pasara el acceso de ira “porque en realidad ya no se lo ponía porque con el estirón después de las anginas del invierno pasado le quedaba pequeño”, que se podía ser un poquito más flexible (y doña Isidora parece que lo era) y optar por una tercera vía consistente en hacer dos grupos, y que uno de los grupos se pusiera en camino para desandar y el otro se quedase para dejar las cosas como estaban.
Y como entendí que mi amigo no pondría objeción alguna a una solución tan razonable opté por adherirme a esta propuesta y ofrecerme, si es que mi presencia se consideraba conveniente, a formar parte de uno de los grupos.
Versaciones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.