About the work
https://valentina-lujan.es/alicia/parecequemes.pdf
si bien, y si hubiera que decir toda la verdad, yo muy convencido no es que esté y sí, muy por el contrario, bastante dubitativo y angustiado, no pudiendo dejar de dar vueltas en mi cabeza a por qué dije “sombrero samurái” cuando hubiera debido tratarse, en buena lógica, de una sencilla gorra de visera que además no había hecho yo sino el nieto pequeño y al objeto de, como hacía muy buena tarde , sacar un rato en su silla de ruedas al abuelo a tomar el sol en el parque en tanto ella, Sonia, pertrechada de los guantes de goma y otros útiles ya mencionados , aprovechará para — con la ayuda del esposo sujetando la escalera mientras ella descuelga las cortinas del salón que no entiende “cómo se ponen tan negras si aquí nunca entramos” — dar eso que las amas de casa llaman “una vueltecita a la casa”.
Pero como mi amigo me tiene advertido de que el escritor no tiene obligación de decir verdad ninguna sino más bien obviarlas todas porque su cometido es crear mundos y situaciones ficticias que tengan que ver lo menos posible con la realidad que suele, encima, ser tan gris y tan chata, no digo nada de eso ni, tampoco, que el chiquillo — porque se empecinó en hacerla él — se entusiasmó con el papel y, enredando, enredando, lo que al final encajó tan orgulloso en la cabeza del anciano era un nemes que a la señora de Ramírez (madre) le pareció muy aparatoso y se negó a que saliera con él temerosa (aunque también apesadumbrada por darle, como era su ojito derecho según ya se consignó en alguna parte de esta obra, el disgusto al chico) de que se rieran de él o incluso — la señora de Ramírez madre podía ser, aunque hasta el momento se carecía de datos contrastados de que lo fuese , muy exagerada — le tirasen piedras.
Así que, por no andar perdiendo tiempo y emborronando papeles con cosas que no van a pasar a formar parte de los hechos sustanciales ni de la historia que nos ocupa, omito todas estas insignificancias y le digo, directamente y sin perderme en más digresiones, que sí, que me siento más animado.
Lo que parece satisfacerle y, eso sí, eso más que cualquier otra cosa — porque como si mi amigo está contento es casi seguro que le van a venir ideas creativas que me permitan avanzar por caminos que por mí mismo jamás encontraría —, me hace sentir del todo feliz y, para que no me regañe con eso de que la verdad debe ocultarse, me muestro creo que bastante taciturno cuando nos despedimos.
Pero cuando muy pocos días después volvemos a vernos lo encuentro deprimido.
– ¿Qué te pasa? ― le digo abriendo la carpeta.
– Nada ― contesta cerrándola ― ¿Qué quieres que me pase?
– Nada…
– Pues ya puedes ir entonces alegrándote.
– ¿Sí? ― he vuelto a abrir la carpeta y estoy un poco distraído, hojeando los papeles ― ¿Por qué?
– ¡Pues porque eso es exactamente lo que me pasa!
– Bueno ― le contesto, maldiciendo en silencio de mi mala costumbre de no numerar los papeles ―, pues me alegro.
– Te alegras, te alegras… ¡Te importa un cuerno!
– ¿Estás de mal humor?
– ¡No!
– ¡Vaya ― murmuro por lo bajo, a lo mío ―: otro motivo de alegría!
– Eso ― él ―; ponte sarcástico.
– Perdona ― levanto la cabeza y lo miro ― ¿Qué decías?
– Que te pongas sarcástico.
– ¿Tú crees que debo? ― le pregunto, volviendo a mis papeles.
– No, pero ponte…
– ¿Así, porque sí, sin reflexionar si hay un motivo, una circunstancia que lo justifique?
– Las personas como tú no necesitáis motivos. Tiráis para adelante y aquí me las den todas…
– ¿“Tiráis para adelante”? ¿Yo tiro para adelante? ― renuncio a ordenar los papeles ― ¡A mí sí que me las dan todas en el mismo carrillo!
– ¡Ahora va a resultar que tú eres el que sufre; que tú eres el mártir!
– ¡Pero si yo he llegado muy contento! ¡Si tenía incluso una estupenda noticia que darte!
– Pues, hala: suéltala.
– Lo estoy intentando ― y me sumerjo de nuevo en los papeles ― pero como estoy tan… con todo esto.
– Eso es ¡Machaca un poquito más...
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Lo que se suele llamar una “tarde espléndida”, que viene a ser un nuevo motivo de desazón porque a ver cómo justificar en tal caso los cabellos chorreantes de la madre del chico. Pero mi amigo dice que no me preocupe por eso y que haga el puñetero favor de centrarme en qué me traigo entre manos en cada momento.
Ver sección, o capítulo, o apartado anterior.
Especie de tocado ...
Versaciones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.