About the work
https://valentina-lujan.es/E/estribosdestrem.pdf
Estribos de extremos harapientos atildados en dádivas concisas se exoneran, ominosos, a la sombra furtiva de un avieso entrecruzar ensordecido de aspavientos; y a la luz, oblicua o descarnada de un incienso, pueril, lo sé, pero tan aterido, los goznes disipados del apresto con que se brindan — en copas de renacuajos o pretextos — todas las lindes, aun las más afinadas, de las viejas corduras de los ciegos, se escabullen en un fragor tenaz de sobrenombres y destellos.
Pero no escancian, pese a su obviable esencia, los amarantos de las ralas prímulas de tantos dijes pendientes de paupérrimas adoraciones a dioses de altanera, frente por frente, a diestra y a desuso, escorada ambición renuente a la condena de algún sopor perdido entre los ejes de coordenadas ausentes de franqueza que ha de rociar, con su rogar a tientas, de gratitud el velar por mal partir de la mejor de las maneras el mérito jamás propio y la culpa nunca ajena.
29 de noviembre de 2010
Silogismos
Poesía
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.