About the work
https://valentina-lujan.es/C/cuencosdeluz.pdf
Cuencos de luz izándose en las garzas cavernas de las horas bruñidas a golpe de velada ensoñación del trepidar del musgo en los escuálidos pigmentos derrochados en lanzarse, a la deriva sin azar y sin ojos de huracanes que arrasan la tiniebla, desde lo más alto de túneles angostos por los que se descubren obsequiosos ancianos de patéticos modales que encantan a las señoras arrobadas en perfumes de néctares terciados de la acidez descuartizada en cientos, miles, de firmamentos sin sentido, del tacto, de la orientación, de la decencia, cortando vientos y rebanadas torpes de pan de ayer y restos de vituallas que vomitó, en estertor de muerte, alguna voz que se agarró cual clavo a algún rencor de cielos ignorados en el hostil, impúdico, innombrable designio atroz de alaridos quebrados.
Luego, en la faz de hierro o nieve del crepúsculo amañado por la insidia del destino, un atronar de rampas sin tizones de rojo andar al paso de las tórridas huestes de un dios que se erigió en pontífice de algún minúsculo, aherrojado sentir miedo o ardor, en el centro mismo del estómago, vació de tal, o cual, o este o el otro, inapelable inconcluso adminículo de inutilidad rayana en bordes áridos de risa, o paz, tendida en el asfalto.
6 de enero de 20110
Poesía
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.