About the work
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que envió a comprar la señora de Ramírez (madre) a uno de los chiquillos a la tienda de la esquina, y la madre ― de los chicos, entiéndase, y por tanto señora de Ramírez hijo ― no hiciese su aparición en el hogar hasta bien avanzada ya la tarde sin acertar, por cierto, a ni medio hilvanar dubitativa y balbuciente una explicación coherente que tranquilizase al afligido esposo que, demudado y tembloroso deambulando sin rumbo por la pequeña habitación y elevando la voz y los ojos al cielo, se obstinaba en darla por secuestrada o quién sabe si muerta y, besando en la frente al menor de los hijos, se dolía vencido por el dolor, deshecho en lágrimas… – ¡Ya es suficiente! ― se encaro, autoritario, el mayor de los chavales con el padre conminándolo, la vista fija en las palabras que las manos del abuelo ejecutaban a gran velocidad y en tono contundente, a no continuar pronunciando tamaña sarta de disparatados desatinos. Acto seguido el anciano se sentó de nuevo en su butaca y continuó mirando la televisión y el chico, muy educado, solicito permiso de sus mayores para regresar a la esquina de la mesa donde se hallaba enfrascado en sus deberes. – Es que, este hijo mío ― explico, y quise entender que por salvar la situación algo tensa a que había dado lugar la incongruente perorata de Ramírez, la madre de mi anfitrión ―, no sé qué le pasa que a veces se desborda, se embala, tira por la tremenda sin querer ni siquiera atender a que las cosas suelen ser menos dramáticas, más sencillas… Y, así ― agrego, dedicándole una mirada de soslayo, sin dejar de cabecear ―, de un tirón y sin tomarse ni un respiro, que se lo tengo dicho “un día te vas a atragantar” … Fuera, vengo diciendo sin lograr terminarlo de encauzar, por cualesquiera de las diversas variopintas circunstancias aleatorias que pudiéranse por ventura o desventura terciar o por cualquier otra que no acertase yo a prever, la continuación se negó a no discurrir por alguno de los cauces que tenía yo más o menos tanteados como del todo intransitables sino por uno nuevo, distinto e impensado aunque no menos extravagante, desde luego, como el que la señora de Ramírez hijo descubrió cuando, removiendo el azúcar del café que le había servido la señora de Ramírez padre, tuvo la extemporánea, descabellada ocurrencia, de ― ante el estupor de los pequeños, y de los mayores, y del pudiéramos llamar “intermedio” porque Ramírez era un hombre de estatura normal, ni alto ni bajo ― saltarse todas las normas de la urbanidad y de la elegancia y del decoro soltando, de sopetón y a bocajarro, que… !qué caramba!, que por qué no… !verdad! ― y se reía, muy contenta, mirándolos a todos de uno en uno en demanda de una aprobación que por que no iban a darle… !qué bobada! ―, por qué no cuando era algo que le venía rondando por la cabeza y… bueno, dijo, encogiéndose de hombros y poniéndose con resolución en pie para, llegándose al menor de los niños ― entretenido, tal vez por la admiración y el cariño que profesaba al abuelo, en hacer una pajarita de papel ― y acariciarle amorosa los cabellos convenir “!pero si sois mis hijos!” y añadir que qué estupideces tan sin sentido se dicen a veces, en algún momento hay que tomar decisiones y este no es ni mejor ni peor que cualquier otro para invitarlo… no ya, por supuesto, a degustar uno de esos deliciosos platos en los que mi marido le habrá dicho soy tan diestra, pero si a que… En fin, basta ya de rodeos: puede llamarme Sonia. Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.