About the work
http://valentina-lujan.es/Z/elcomentario.pdf
que, por la cuenta que le tenía, ya llevaba ella muy buen cuidado de no olvidar hacer porque, de lo contrario ― y eso todas lo sabían ―, quien hubiera de dar la réplica a que el tal comentario diese lugar se quedaría descolgado, descolgada, Elvira, en este caso (que además estaba muy ilusionada y muy nerviosa como era su debut), sin tener donde colocar ni qué hacer con la intervención que con sus puntos y sus comas y sus exclamaciones había ensayado durante semanas y, encima, dejaría en la estacada (Purificación decía “con el culo al aire”) a la de Montecillo, que se quedaría plantada con la suya y el ramo de peonías que, luciendo una sonrisa que tenía que resultar muy natural, debería entregar a la que — cuando las tres posibles candidatas dejaran apoyadas por las respectivas madres de pelearse — sería Dulcinea de El Toboso. Y la de Montecillo sí que tenía un genio malísimo aunque, por suerte y aunque pobrecilla porque como siempre se ha dicho “no hay mal que por bien no venga” era huérfana de madre.
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.