About the work
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert29.pdf y ella, Susi —que no sé si tachar el Susi, que se me ha escapado sin querer, o directamente borrarlo; aunque ninguna de las soluciones es buena del todo, entiendo, porque tacharlo supondría un, pues, eso, tachón que le molestaría; y borrarlo nos conduciría, que la conozco, a una nueva diatriba acerca de eso que ella llama la irreversibilidad de los actos humanos puesto que, sostiene, ningún acto realizado tiene marcha atrás, y que lo más que cabe, cabría, tratando de enmendarlo, sería realizar un nuevo acto (el de borrar) que tampoco la tendría y cuya pretendida reparación conllevaría volver al punto, lugar y momento en que se realizó el acto primero e intentar rehacerlo. Pero que, tambien dice, tampoco eso es, sería, posible, puesto que, si el tal acto tuvo su lugar y su momento, el tiempo trascurrido y el espacio recorrido hasta llegar al ahora mismo en el que estamos nos ha alejado irremisiblemente de aquellos otros momento y tiempo a los que ya es impensable regresar— preguntar que dónde están las suyas porque, acuérdate dice, la última vez que me lo preguntó no sacó nada en claro, que más bien en oscuro, y que a qué viene esa tontería de querer negar unas gafas y una pitillera que tanto juego pueden dar a un personaje que, a veces, no sabe el pobre que hacer con sus manos mientras habla – Ah —le digo— el personaje puede hacer infinidad de cosas mientras habla —y enumero—: caminar, pintar, peinar, coser, dibujar, rascarse, cocinar, subirse a un árbol, mirar por la ventana, poner la comida al perro… ¡Todo eso ya lo sé! —se exalta, como es tan temperamental—, pero para poder ir centrándonos en qué, nos convendría primero, me parece a mí, tener una idea, aunque fuese vaga, sí, pero por algo se empieza, de… Pero ¿qué has hecho?, ¿no vengo de decirte que… – Ya, sí, perdona, me despisté, no te exaltas y no eres temperamental ¿Percibo un no sé que de sarcasmo en tu tonillo o es que también soy suspicaz? – No sé, me está prohibido el decirlo. Vamos, tesoro, no te pongas mordaz. Yo no te prohíbo nada, pero, quisiera que me entendieses, el escritor, tú, querida, en este caso, has de cuidar de sacar de mí, tu personaje, la verdad, o la autenticidad (sea la que sea y que iremos descubriendo junta, si logramos arrancar, que no sé yo; y ponlo entre paréntesis, que no nos vayamos a liar) que en mí misma haya y acertar a plasmarla, tal cual, sin añadidos ni acotaciones ni apreciaciones subjetivas, de tu cosecha, que predispondrían al lector, así, por las buenas y sin mucho fundamente, en mi favor o en mi contra cuando, para colmo y como te iba diciendo, ni siquiera sabemos todavía algo, tan accesorio, sí, pero que allana tanto el camino, como si soy aficionada a algo tan valga la redundancia caminar o pintora, modista, peluquera, cocinera… Y, el perro, la ventana, ¿sabemos si tengo perro, que ladraría y algún vecino quisquilloso habría ya venido a protestas? ¿Sabemos si no estoy en una mazmorra medieval, o, aunque sea, por no tener que acudir a hemerotecas o legajos antiguos que sería un engorro, en una cárcel, civilizada, de las de ahora, pero confinada en una celda oscura porque haya cometido, qué sé yo – ¡Un asesinato! Hija eso no; qué extravagancia, qué vulgaridad… Además, que como que no me veo, no sé, no me apetece un pelo, ponerme a asesinar así a lo tonto sin saber ni a quién ni por qué… – A ver, espera, mira —y repaso, en la página de arriba—; nos hemos dejado dibujar, rascarse y el árbol. Bah, quien pinta es muy posible que dibuje. Y rascarse pues cualquiera se rasca. Y, el árbol, qué necesidad tengo yo de subirme a ningún árbol – No sé, pero si a todo le pones inconveniente no arrancaremos nunca. Tú verás. Calla… ¿Termino de oír el timbre? – No creo. Pues a mí me ha parecido que – Pero yo tengo un oído de tísica, así que… Eres tonta. Date cuenta de que podría ser alguien; el cartero con un certificado, el vecino de abajo con una gotera – Un mensajero con un ramo de flores… Eso no. No conozco a nadie que me mande flores. – Un amigo que se marchó hace mucho al extranjero y, casualmente, por vaya usted a saber que motivos que ya averiguaremos, si quieres lo apunto, pasaba por aquí y… No tengo ningún amigo. – ¿Y tu sobrino? Ese que sabe mucho de informática y viene a arreglarte el ordenador… ¡Basta! No tengo ningún sobrino. – Así no vamos a ninguna parte- Pues pistas ya te he dado algunas —dice, y que espabile. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.