About the work
https://valentina-lujan.es/Cajabombones/apuntodesonar.pdf
de la fábrica de terrajas de cojinetes de biela y bancada porque, aunque el pasante del bufete de abogados mandó recado protestando — de muy buenas maneras, sí, que ese tipo de personas son educadas y con don de gentes y que por favor e inter partes y bona fide, pero que le venía fatal porque tenían a medio enjaretar un ab intestato que a la familia del posible —aunque muy poco probable, aclaró el pasante referenciando cómo se lamentaban los deudos de que ya les había dado varios sustos y total para nada— finado le corría prisa no por el ansia de heredar, “entiéndanos, don Filiberto”, dijo una señora con pamela que llevaba en brazos un niñito con sedas y muchas puntilla, “pero es que se nos hace tarde porque el oficiante, que es, por cierto, el señor obispo porque con nosotros es como de la familia porque antes de que se le despertase de la noche a la mañana la vocación religiosa había sino novio, o casi, de nuestra tía abuela…
– ¡Basta! — le interrumpió la señorita, que estaba borrando una suma de la pizarra y se volvió con un respingo tan brusco que vino a resulta que 271 + 3 arrojaba un total de 619 justo en el momento en que hizo su irrupción en el aula el director anunciando que ya no estaba la grúa, que la habrían quitado por la noche o quizás esa misma mañana, muy temprano, pero que ya no estaba; que ella misma podría verlo si miraba por la ventana.
– ¿Yo misma? — y se volvió a rascar la muñeca, como dubitativa, aunque ya no llevaba reloj porque, decía, su vista no era ya muy buena para aquella esfera tan pequeñita del reloj de comunión y, además, con los móviles… ¿verdad?
Y que si estaba seguro.
– Pues claro — él.
– ¿Del chalecito?
– Del chalecito, Amada; de los curas, sí.
– Eran frailes — musitó, tan sólo para sí para sí misma que él posiblemente no la oyó.
– Eran frailes — a mí, ahora, con la voz con que yo la conocí y que parece no haber envejecido, o no haberlo hecho al mismo ritmo que ella —; mi madre siempre decía los frailecillos de Oquendo.
Dice, cuando su madre echaba las cortinas para cambiarse de ropa y ella le preguntaba siempre por qué siempre.
– Porque me pueden ver.
Que le decía.
– Pero, mamá…
Pero, entendiendo que ni ella entonces ni él ahora la podrían entender, obedece, como entonces, como siempre, como ahora, y da unos pasos en dirección a la ventana, pero…
– Esta no es, no me sirve.
Dice.
Y retrocede hasta el encerado, y borra los restos malogrados de la suma, y recoge sus cosas de la mesa y se disculpa con un “necesito la mía”.
Y, lejos ya, cuando ya no puede nadie oírla, con una sonrisa que no podría nadie describir porque tampoco nadie puede verla… “yo misma”.
Y ya en la calle, encendiendo un cigarrillo desde el semáforo de la calle Édison, mira hacia arriba, a la suya, su ventana.
Y le vino a la cabeza, dice, mientras cruzaba, sin saber por qué, la paradoja de Teseo; de la que, haría no más de un par de días, había escuchado hablar por primera vez.
–Yo misma, y desde la misma ventana.
La misma ventana ya sin las cortinas que cerraba la madre, porque, dice
– Cómo podría yo, tan pequeña, sin entender de ángulos ni tener ni idea de geometría, ni de trigonometría, más difícil, seguro… ¡una palabra tan larga!, hacer entender a mi madre que, tanto desde el jardín como desde cualquiera de las ventanas del chalé, la mirada del fraile iría a dar al techo, nunca — salvo que ella se colocara muy cerca de la ventana, que jamás lo hacía — a su posible desnudez.
Y que, para que yo lo entendiera, algo así”:
Papeles
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.