About the work
http://valentina-lujan.es/trans/Aunquetodoelmu.pdf
se acabó desoyendo el clamor de tantas voces pronunciándose a favor de que sí, de que fuese Diorante el guapo, para terminar por decantarse por un chico mucho más bajito y con granos pero con magníficas referencias y un expediente del todo brillante que, después de dar muchas largas negándose a ponerse al teléfono o alegando excusas tan peregrinas como para hacer sospechar hasta a la pazguata de Otilia Roca – tan obediente pero tan inocentona…
– ¡Alto ahí!
Aquí la señorita, cotejando los papeles uno en cada mano, le echó el alto a Bonifacio Recatero. Alto ahí con las mejillas encendidas de ira y que, lo recordaba perfectamente, Otilia no era inocentona sino bien mandada y que, además de recordarlo también perfectamente porque eso ya lo había contado uno de los hijos del guarnicionero…
– El mayor en concreto — precisó —, un chico muy observador y muy serio, muy veraz, que jamás mentiría ni se confundiría en un detalle tan relevante porque, dijo, no es lo mismo, jovencito.
… no era lo mismo, en su opinión, aunque también podía ser cierto y no dejaba ella de reconocerlo, que entre una pazguata inocentona y una bien mandada puede haber unas ciertas similitudes, sí, pero también grandes diferencias porque, en tanto la inocentona puede ser una criatura perfectamente gris y del todo carente de perspicacia, la bien mandada puede ser sagaz, astuta, algo para lo que la pazguata está incapacitada…
– Fíate — entre diente uno de los de la fila del fondo, la de los más díscolos — de las mosquitas muertas.
– Bueno, eso puede ser verdad…, que te he oído y deja de juguetear con el móvil, por favor; verdad porque puede a la chita callando hacer lo que le de la gana, pero simplezas sin repercusión alguna…
– Anda que — el chico, apagando el móvil con un suspiro y dejándolo a un lado —, no pueden los tontos hacer grandes pifias y organizar unos pifostios tremendos.
La señorita tuvo la boca abierta para responder que serían pifostios de mucho ruido, tal vez, pero de pocas nueces; pero la cerró recordando cómo — le había contado a su confesor — ella misma, con sus propios ojos, vio cómo en el silencio de una noche invernal con las ventanas cerradas a cal y canto menos la suya de par en par a causa de los calores de la menopausia, allí mismito, a la luz de la farola y sin el menor recato, el mudito y la tonta…
– Pero, acuérdate, Macaria — el sacerdote — de que aquella noche, que te vi yo dejarlo encima de la cómoda junto al rosario, te habías quitado el sonotone.
Y, sí, era verdad; se había quitado el sonotone de manera que, le pareció justo y razonable, mejor darse punto en boca porque con los díscolos y respondones de la última fila — respondió ella — mejor no entrar en discusión, ¿verdad?
– Pues claro, mujer — él, colocándose el alzacuellos — y evitarnos un disgusto y el escándalo cuando, además, ya tienes comprados el vestido y los zapatos para el bautizo.
Transgresiones
About the creator
Escritora, porque la escritura es lo que profeso. Pero, no siendo la escritura mi fuente de ingresos, no me atrevería a denominarla mi profesión. No creo, por otra parte, que estuviera dispuesta a avenirme a complacer a nadie, lector o editor. Ni a comprometerme a cumplir los plazos de entrega a que deben ceñirse tantos de los que publican. Literatura por encargo, como si el escritor fuera un sastre o un fabricante de electrodomésticos. Me espanta el sólo pensarlo.
No tengo formación académica.
Ah, que se me olvidaba explicar a mis lectores, y a mis seguidores, y a mis amigos y enemigos, por qué "Telas de araña con bastón, canario y abanico"; y ello es por algo tan sencillo como el hecho de que la vida, todas las vidas, son exactamente una tela de araña, entretejiéndose, las unas con las otras.
He de confesar también que el título no se me ocurrió a mí; no. El título es el de un cuadro, grande, al óleo, que vi hace muchos años no recuerdo ya dónde en una exposición y en el que, aunque me dejé los ojos escrutándolo, no logré encontrar ni el bastón ni el canario ni el abanico y que, además y desafortunadamente, no recuerdo el nombre del autor.