http://valentina-lujan.es/N/npver6.pdf
no parece, en un principio, que ― la señorita Benilde tenía una voz muy cristalina que contrastaba con su físico tan poquito agraciado; y leía despacio, enfatizando los puntos y las comas y, si las había, las diferencias muy bien remarcadas entre las uves y las bes y las íes griegas y las elles ― pueda resultar problemático; no tiene uno, o una, o un hatajo o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes, más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as... No, mira, ahí nos hemos equivocado, pero en un alarde de humildad y de saber no ocultar nuestros errores lo vamos a dejar como está y seguir, como si tal cosa, aunque saltándonos - eso sí - las obviedades que todos damos por sentadas en lo que concierne a nuestros semejantes que, como si vamos al diccionario de sinónimos encontraremos que son "similares", o - eso también - "parecidos/as", a nosotros/as mismos/as, ¿no?, que es de quienes estamos hablando, si no hemos perdido el hilo y, por tanto, portadores/as tanto unos/as como otros/as ― aparte de "de valores eternos", que también se da por sentado y no sabemos si vamos a tener sillas para tantos/as ― de obviedades tan nada diferentes de las propias que para qué repetirlas, nosotros, por puro sentido común y del ahorro, nos atenemos a la más estricta de las lógicas y no las repetimos…
¿O sí lo hemos perdido?
El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― ¡una cosa tan corriente! ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…
Bueno, pues no sabemos, pero una mano de almirez.
¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.
Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…
Bueno, mira: es igual.
El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía…
Así: sin esperarlo.
La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar...
Y las admiraciones también las pronunciaba estupendamente.
Era, eso sí, muy maniática ― la señorita Benilde, no Mireya ― y si al llegar justo aquí en lugar de con la Fuenfría se encontraba con la Roncero o con cualquier otra se ponía de pie casi de un salto y exclamaba “¡pero esta no es mi copia!”; y agarraba los papeles francamente enojada y se encaminaba con paso muy vivo hacia la puerta para ir a reclamar a la señorita Violeta, o a la señorita Clotilde, o a la que la tuviese, que por favor, “por favor te ruego”― porque por muy enfadada que estuviese gastaba siempre muy buenas maneras ― que se la devolviese.
Aquí solía suceder, si la otra ― “señorita”, no la Fuenfría o la Roncero, que también eran señoritas pero de otra manera ― no había sido amable y no había accedido a intercambiar las copias (porque algunas se le resistían y “pero Benilde, ¿qué más te da, si son tan parecidas que vas igual de a tiro hecho a los puntos y las comas?”
- Ya ― ésta ―, ¿pero y los acentos?
Y que como Fuenfría lo lleva pero Roncero no, al corregir se le descabalaban a ella sus cuentas) y ella desasosegada y con el ceño un poco fruncido se olvidaba de la ese tan larga y del movimiento amplio y lento con la mano, que alguna como Cora o la Verdaguer se lo hicieran notar y “señorita, se lo ha saltado”.
- Bueno, pero como no había ningún acento no importa.
En la versión de “la Fuenfría” aquí lo que ponía era Zoila y las Fuenfría eran sustituidas — porque la menos corpulenta sobre todo era muy reservada y no quería que pudiera pensarse que hablaba de ellas mismas — por las Carvajal o...