El despertador de la señorita Susi (29)
06/11/2023
2306114562617

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https://valentina-lujan.es/susi/eldespert29.pdf
y ella, Susi —que no sé si tachar el Susi, que se me ha escapado sin querer, o directamente borrarlo; aunque ninguna de las soluciones es buena del todo, entiendo, porque tacharlo supondría un, pues, eso, tachón que le molestaría; y borrarlo nos conduciría, que la conozco, a una nueva diatriba acerca de eso que ella llama la irreversibilidad de los actos humanos puesto que, sostiene, ningún acto realizado tiene marcha atrás, y que lo más que cabe, cabría, tratando de enmendarlo, sería realizar un nuevo acto (el de borrar) que tampoco la tendría y cuya pretendida reparación conllevaría volver al punto, lugar y momento en que se realizó el acto primero e intentar rehacerlo. Pero que, tambien dice, tampoco eso es, sería, posible, puesto que, si el tal acto tuvo su lugar y su momento, el tiempo trascurrido y el espacio recorrido hasta llegar al ahora mismo en el que estamos nos ha alejado irremisiblemente de aquellos otros momento y tiempo a los que ya es impensable regresar— preguntar que dónde están las suyas porque, acuérdate dice, la última vez que me lo preguntó no sacó nada en claro, que más bien en oscuro, y que a qué viene esa tontería de querer negar unas gafas y una pitillera que tanto juego pueden dar a un personaje que, a veces, no sabe el pobre que hacer con sus manos mientras habla
– Ah —le digo— el personaje puede hacer infinidad de cosas mientras habla —y enumero—: caminar, pintar, peinar, coser, dibujar, rascarse, cocinar, subirse a un árbol, mirar por la ventana, poner la comida al perro…
¡Todo eso ya lo sé! —se exalta, como es tan temperamental—, pero para poder ir centrándonos en qué, nos convendría primero, me parece a mí, tener una idea, aunque fuese vaga, sí, pero por algo se empieza, de… Pero ¿qué has hecho?, ¿no vengo de decirte que…
– Ya, sí, perdona, me despisté, no te exaltas y no eres temperamental
¿Percibo un no sé que de sarcasmo en tu tonillo o es que también soy suspicaz?
– No sé, me está prohibido el decirlo.
Vamos, tesoro, no te pongas mordaz. Yo no te prohíbo nada, pero, quisiera que me entendieses, el escritor, tú, querida, en este caso, has de cuidar de sacar de mí, tu personaje, la verdad, o la autenticidad (sea la que sea y que iremos descubriendo junta, si logramos arrancar, que no sé yo; y ponlo entre paréntesis, que no nos vayamos a liar) que en mí misma haya y acertar a plasmarla, tal cual, sin añadidos ni acotaciones ni apreciaciones subjetivas, de tu cosecha, que predispondrían al lector, así, por las buenas y sin mucho fundamente, en mi favor o en mi contra cuando, para colmo y como te iba diciendo, ni siquiera sabemos todavía algo, tan accesorio, sí, pero que allana tanto el camino, como si soy aficionada a algo tan valga la redundancia caminar o pintora, modista, peluquera, cocinera… Y, el perro, la ventana, ¿sabemos si tengo perro, que ladraría y algún vecino quisquilloso habría ya venido a protestas? ¿Sabemos si no estoy en una mazmorra medieval, o, aunque sea, por no tener que acudir a hemerotecas o legajos antiguos que sería un engorro, en una cárcel, civilizada, de las de ahora, pero confinada en una celda oscura porque haya cometido, qué sé yo
– ¡Un asesinato!
Hija eso no; qué extravagancia, qué vulgaridad… Además, que como que no me veo, no sé, no me apetece un pelo, ponerme a asesinar así a lo tonto sin saber ni a quién ni por qué…
– A ver, espera, mira —y repaso, en la página de arriba—; nos hemos dejado dibujar, rascarse y el árbol.
Bah, quien pinta es muy posible que dibuje. Y rascarse pues cualquiera se rasca. Y, el árbol, qué necesidad tengo yo de subirme a ningún árbol
– No sé, pero si a todo le pones inconveniente no arrancaremos nunca. Tú verás.
Calla… ¿Termino de oír el timbre?
– No creo.
Pues a mí me ha parecido que
– Pero yo tengo un oído de tísica, así que…
Eres tonta. Date cuenta de que podría ser alguien; el cartero con un certificado, el vecino de abajo con una gotera
– Un mensajero con un ramo de flores…
Eso no. No conozco a nadie que me mande flores.
– Un amigo que se marchó hace mucho al extranjero y, casualmente, por vaya usted a saber que motivos que ya averiguaremos, si quieres lo apunto, pasaba por aquí y…
No tengo ningún amigo.
– ¿Y tu sobrino? Ese que sabe mucho de informática y viene a arreglarte el ordenador…
¡Basta! No tengo ningún sobrino.
– Así no vamos a ninguna parte-
Pues pistas ya te he dado algunas —dice, y que espabile.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña

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valentina luján
el despertador de la señorita susi
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El despertador de la señorita Susi (22)
05/14/2023
Alicia Bermúdez Merino
http://valentina-lujan.es/E/eldespertador.pdf Luego, cuando los hechos se manifestaron abiertamente irreversibles, todo el mundo quiso arrogarse el protagonismo de haber estado allí, en primera fila, siendo testigo de excepción de un suceso que no habría tenido por qué revestir la menor importancia ya que era, según todas las apariencias, de índole menor habida cuenta de que consistió en algo tan cotidiano como lo es el que un despertador no funcione. – Y más considerando… — el presidente interrumpió la lectura del memorándum y se quitó las gafas con la mano derecha, se presionó los lagrimales con el índice y el pulgar de la izquierda y, tras un breve suspiro, dedicó una mirada lenta, algo cansina, a la mujer que tenía enfrente —, considerando, mi querida señora, que nada obligaba a la encausada a saltar de la cama a las… — volvió a colocarse las gafas y barajó los papeles en busca de… – Las 5:35 de la madrugada — declaró desde el fondo de la sala una voz masculina alta, clara y bien timbrada. – ¡Exacto! — El presidente constató con un cierto regocijo que había encontrado el renglón que buscaba un par de décimas de segundos antes de que la voz se elevara —; las 5:35 de la madrugada y a nuestra encausada, aquí presente, no había nada que la obligase a levantarse de la cama ¿Dónde está, pues, el drama? Y se quitó las gafas. – ¡Cielo santo, mi clienta no lo sabe! — protestó con viveza un caballero de cabello canoso que ejercía los días lluviosos como abogado — Al drama, señoría, se le había perdido la pista la noche anterior, más exactamente cuando la tarde caía no propiamente sobre la ciudad, pero sí sobre un pequeño concejo aledaño a los jardines colindantes al palacio episcopal… – Y como se daba la circunstancia de que por añadidura no era de ella ni de su incumbencia — el presidente se caló nuevamente las gafas, esta vez con el gesto expeditivo del que no está en absoluto dispuesto a que se le lleve la contraria — entendió que no tenía sentido alguno incorporarse al equipo de búsqueda. – Así es, señoría — respondió el caballero de cabello canoso que, a la vista de que las nubes amenazaban con dispersarse y de que algunos transeúntes cerraban sus paraguas, comenzaba a sentirse incómodo, como de prestado en su función y a preguntarse si su tono (dadas las circunstancias aun considerando que en primavera el tiempo suele ser muy loco) no debería ser algo menos vindicativo; agregó, por tanto, con prudencia —; eso entendió si bien, justo es reconocerlo, admite que su capacidad de comprensión podía andar algo mermada a causa de que, bueno, ella no oye muy bien y los vecinos estaban haciendo mucho ruido. – “Mucho” es un tanto ambiguo — el presidente se quitó las gafas — ¿Podría nuestro señor letrado ser más preciso? – Pues la verdad es que — el caballero se mostró dubitativo — es difícil concretar porque la cantidad, quiero decir intensidad, dependía a su vez y en cada momento de cuánta estuviera siendo la intensidad de la actividad que se estuviera llevando a cab… – Ya, ya — el presidente jugueteó con sus gafas cruzando y descruzando las patillas unas cuatro o tal vez cinco veces, luego las mantuvo en alto sujetándolas con su mano derecha y las miró al trasluz para, acto seguido (y habiéndose percatado de que estaban algo empañadas, limpiarlas con parsimonia y un pañuelo que sin pararse en detalles que prolongarían la sesión sin necesidad ni apremio alguno podía denominarse blanco) y con gesto satisfecho, volver a ponérselas y añadir doblando el pañuelo —; con esa eventualidad, señor letrado, esta mesa ya cuenta. Ahora quisiéramos que nos pusiera al corriente de cuál, con el fin y al objeto de no dispersarnos más de lo conveniente, estaba siendo la actividad cuya consecuente intensidad se estaba interponiendo entre nuestra encausada y sus dotes de comprensión algo mermadas por causa de… ¿qué habíamos dicho? – Sordera — repuso una mujer corpulenta de la segunda fila —; y discúlpeseme el ser tan concisa y no expresarlo de un modo más delicado... Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (31)
06/12/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert31.pdf ni ella, aunque nada más fuese hoy y nada más por variar y llevar la contraria a la vieja costumbre —adusta, mal encarada y mentirosa, agazapada siempre tras la justificación de “es mi deber, entiéndelo”; y, sí, por supuesto que Susi la entendía a la perfección y a contracorrientes y mareas, “bajas o altas a ti qué más te da” y, sobre todo o el aparador en que guardase aquella vajilla de porcelana inglesa de la que nada más quedaba ya una taza y con el asa rota que utilizaba para una vez lavados y dejados secar ir echando los huesos de cerezas que algún día cuando tuviese tiempo y Loctite pegaría sobre aquella tabla que sobró después de armar el armarito del baño, por puro sentimiento (nada práctico, si, pero muy suyo) de ecuanimidad— el biquini de flores ni a tiro, “panda de harpías cuándo os veré arder en los infiernos” de las lenguas de fuego… – De fuego, no, Susana ¿No ves que va a ser mucho? Extranjeras, mejor, rectificó; alguno de aquellos idiomas que jamás aprendió y en los que imaginaba que se dirían cosas distintas, o con más palabras, o a lo mejor con menos, vete tu a saber, de las que se le hubiesen pasado a ella jamás por la cabeza si se hubiera decidido a hablar… – Aunque sólo sea al espejo del baño ¿No? Ni pensarlo. Los espejos, aun de baño, que tendrían que ser los más pudorosos, tienen la poquísima vergüenza de repetir todo, sí, pero siempre del revés. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (38)
06/13/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert38.pdf Y el momento idóneo para al depositarla, la palabra, se entiende, habida cuenta de que la cosa, cualquier cosa, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas cosas perfectamente inocuas”; pero, la palabra, cualquier palabra, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad (se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. ¿O se había confundido y era justo al revés? Y quiso probar. Y quedó así: Y el momento idóneo para al depositarla, la cosa, se entiende, habida cuenta de que la palabra, cualquier palabra, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas palabras perfectamente inocuas”; pero, la cosa, cualquier cosa, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad ·(se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. Quedó así y ella considerando la posibilidad, confusa —Susi, no la posibilidad; que la posibilidad estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Y quiso probar. Y quedó así: Quedó así y ella considerando la cosa, confusa —la cosa, no Susi; que Susi estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Quedó así, y Susi entendió de inmediato que esto era ya una cosa muy otra porque, se dijo, quién, ni cuándo, ni por qué, elegiría elegirte a ti jamás. Aunque, por necesidad, tal vez… Sí, por necesidad tal vez. Siempre cabria (deja por favor de conjugar, no seas cansina) la posibilidad de que por necesidad ella, Susi, fuese elegida aunque lo fuera para cualquier cosa. ¿Qué te parece? ¿Qué te parece que me podía, pudo, puede, podría, pudiera o pudiese jamás de todos los jamases parecerme? Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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y ella, Susi —que no sé si tachar el Susi, que se me ha escapado sin querer, o directamente borrarlo; aunque ninguna de las soluciones es buena del todo, entiendo, porque tacharlo supondría un, pues, eso, tachón que le molestaría; y borrarlo nos conduciría, que la conozco, a una nueva diatriba acerca de eso que ella llama la irreversibilidad de los actos humanos puesto que, sostiene, ningún acto realizado tiene marcha atrás, y que lo más que cabe, cabría, tratando de enmendarlo, sería realizar un nuevo acto (el de borrar) que tampoco la tendría y cuya pretendida reparación conllevaría volver al punto, lugar y momento en que se realizó el acto primero e intentar rehacerlo. Pero que, tambien dice, tampoco eso es, sería, posible, puesto que, si el tal acto tuvo su lugar y su momento, el tiempo trascurrido y el espacio recorrido hasta llegar al ahora mismo en el que estamos nos ha alejado irremisiblemente de aquellos otros momento y tiempo a los que ya es impensable regresar— preguntar que dónde están las suyas porque, acuérdate dice, la última vez que me lo preguntó no sacó nada en claro, que más bien en oscuro, y que a qué viene esa tontería de querer negar unas gafas y una pitillera que tanto juego pueden dar a un personaje que, a veces, no sabe el pobre que hacer con sus manos mientras habla
– Ah —le digo— el personaje puede hacer infinidad de cosas mientras habla —y enumero—: caminar, pintar, peinar, coser, dibujar, rascarse, cocinar, subirse a un árbol, mirar por la ventana, poner la comida al perro…
¡Todo eso ya lo sé! —se exalta, como es tan temperamental—, pero para poder ir centrándonos en qué, nos convendría primero, me parece a mí, tener una idea, aunque fuese vaga, sí, pero por algo se empieza, de… Pero ¿qué has hecho?, ¿no vengo de decirte que…
– Ya, sí, perdona, me despisté, no te exaltas y no eres temperamental
¿Percibo un no sé que de sarcasmo en tu tonillo o es que también soy suspicaz?
– No sé, me está prohibido el decirlo.
Vamos, tesoro, no te pongas mordaz. Yo no te prohíbo nada, pero, quisiera que me entendieses, el escritor, tú, querida, en este caso, has de cuidar de sacar de mí, tu personaje, la verdad, o la autenticidad (sea la que sea y que iremos descubriendo junta, si logramos arrancar, que no sé yo; y ponlo entre paréntesis, que no nos vayamos a liar) que en mí misma haya y acertar a plasmarla, tal cual, sin añadidos ni acotaciones ni apreciaciones subjetivas, de tu cosecha, que predispondrían al lector, así, por las buenas y sin mucho fundamente, en mi favor o en mi contra cuando, para colmo y como te iba diciendo, ni siquiera sabemos todavía algo, tan accesorio, sí, pero que allana tanto el camino, como si soy aficionada a algo tan valga la redundancia caminar o pintora, modista, peluquera, cocinera… Y, el perro, la ventana, ¿sabemos si tengo perro, que ladraría y algún vecino quisquilloso habría ya venido a protestas? ¿Sabemos si no estoy en una mazmorra medieval, o, aunque sea, por no tener que acudir a hemerotecas o legajos antiguos que sería un engorro, en una cárcel, civilizada, de las de ahora, pero confinada en una celda oscura porque haya cometido, qué sé yo
– ¡Un asesinato!
Hija eso no; qué extravagancia, qué vulgaridad… Además, que como que no me veo, no sé, no me apetece un pelo, ponerme a asesinar así a lo tonto sin saber ni a quién ni por qué…
– A ver, espera, mira —y repaso, en la página de arriba—; nos hemos dejado dibujar, rascarse y el árbol.
Bah, quien pinta es muy posible que dibuje. Y rascarse pues cualquiera se rasca. Y, el árbol, qué necesidad tengo yo de subirme a ningún árbol
– No sé, pero si a todo le pones inconveniente no arrancaremos nunca. Tú verás.
Calla… ¿Termino de oír el timbre?
– No creo.
Pues a mí me ha parecido que
– Pero yo tengo un oído de tísica, así que…
Eres tonta. Date cuenta de que podría ser alguien; el cartero con un certificado, el vecino de abajo con una gotera
– Un mensajero con un ramo de flores…
Eso no. No conozco a nadie que me mande flores.
– Un amigo que se marchó hace mucho al extranjero y, casualmente, por vaya usted a saber que motivos que ya averiguaremos, si quieres lo apunto, pasaba por aquí y…
No tengo ningún amigo.
– ¿Y tu sobrino? Ese que sabe mucho de informática y viene a arreglarte el ordenador…
¡Basta! No tengo ningún sobrino.
– Así no vamos a ninguna parte-
Pues pistas ya te he dado algunas —dice, y que espabile.
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Entry date Jun 11, 2023, 2:50 PM UTC
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