El despertador de la señorita Susi (28)
06/08/2023
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https://valentina-lujan.es/susi/eldespert28.pdf
Y ella, Susi —advirtiéndome, descendiendo bajando de lo alto de la escalerita (plegable, claro, que allí la dejamos colocando en la segunda balda del armario los zapatos que acababa terminaba de quitarse) que no encuentra necesario que cada vez que escriba ella especifique Susi porque de quién, si no, dice, estaríamos hablando— a poner objeciones aduciendo que si cuando hablamos no solemos decir descender sino simple y llanamente bajar no ve en absoluto necesario escribir descender tan sólo por estar escribiendo; y que de lo alto tampoco hace falta, porque, pregunta, de qué otra parte podría, ella, ni nadie, bajarse.
– Vale, pero ¿quieres que empecemos así, con tachaduras, la libretita de pastas rojas recién estrenada?
¿Rojas? ¿Has dicho pastas rojas?
– Rojas, sí; rojas he escrito. Rojas porque ese es desde que empezamos el color de las pastas rojas de la libretita de past…
¡Ya lo sé! De pastas rojas. Pero no me gusta; no me gusta que la libretita de patas roj… Mira, me has puesto nerviosa. No quiero que las pastas de mi libretita sean del mismo color que las del odioso librito de ese dictador repugnante.
– ¿Qué dictador?
Un chino —que dice que es muy famoso, pero que no se atreve a decirme el nombre
Porque no sé cómo se deletrea, y no quiero más tachones.
– ¿Y qué quieres que yo haga?
Mirarlo en una enciclopedia. No tiene pérdida. Es muy famoso.
– Digo con las pastas de la libretita.
¿Tengo que solucionarlo yo todo? —gruñe. Y que no es tan difícil, que las pastas sean de cualquier otro color, el que más rabia me dé, el primero que se me venga a la cabeza… Y, tras una breve pausa representada por los puntos suspensivos precedentes, que si ha llegado ya al suelo.
– ¿Qué suelo?
¿Qué suelo? ¿Tenemos, por ventura, a mano o a pie algún otro suelo que no sea el suelo sobre el que se supone está posada la escalerita plegable de la que empecé a bajar desde el segundo renglón de esta misma página —y que haga el favor, por favor, de estar un poquito pendiente de esos pequeños detalles
Porque, comprenderás —dice—, ni sería lógico ni tengo yo ganas de quedarme toda la vida ahí, ni arriba ni abajo ni… —Y, tras los puntos suspensivos delante justo del guion, que por dónde íbamos.
– Terminas, justo, de llegar al suelo felizmente.
Pues qué alegría. Pero te ha costao, ¿eh? — y, un poco irritada, que es una idiotez desperdiciar —mira, dice— una página y más, seguro, de media docena de renglones para llegar a un lugar tan previsible; y, con un leve respingo
¿Cómo que irritada? ¿Cómo que con un leve respingo?
– Bueno, tampoco hay que ponerse así. Irritada, poco; y, el respingo, pues, aquí está, leve.
Me importa un comino si poco si leve si que… Limítate a las palabras y en paz.
– Pero es que, la entonación, los gestos, la expresión… Pues, siempre ayudan, ¿no?
¿Ayudan? ¿A qué ayudan? ¿A quién ayudan?
– Pues…
A ti. Te ayudan a ti; pero a… Pero —dice, y que le estoy tirando de la lengua
– ¿Tirándote de la lengua? ¿Dónde está mi mano?
¿No has dicho que las expresiones ayudan? —Y si no le contesto que hay expresiones y expresiones y que ella es un tramposa repugnante es porque no tengo ganas de discutir.
Pues, para callarse, ni una palabra y listo —Y que yo, en cambio, veinticuatro exactamente para decir lo mismo.
Y, con las gafas —sin pausa—, ¿qué hago?
– ¿Qué gafas?
Pues las mías, mis gafas, que qué me toca.
– ¿Que qué te toca qué?
Ponérmelas… Quitármelas… En fin… Pensé que llevarías la cuenta — Y, como le digo que no tiene, que yo sepa o recuerde al menos, ningunas gafas
Porque no te fijas. Recuerdo perfectamente que siempre se me olvida sacarlas del bolso — Y, cuando intento un pero
Ni pero ni nada. Estoy absolutamente segura de que se me olvida siempre y, te diré más, la pitillera también — Y que a ver si voy a tener la desfachatez el morro, que ya lo arreglo yo antes de que lo vea aunque protestará por el tachón, de decirle que ni fuma ni tiene gafas; porque que haber, dice, entonces quién o cómo es ella, ni quién yo ni qué pinto si tampoco lo sé.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña

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señorita susi
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Señorita Susi
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El despertador de la señorita Susi (22)
05/14/2023
Alicia Bermúdez Merino
http://valentina-lujan.es/E/eldespertador.pdf Luego, cuando los hechos se manifestaron abiertamente irreversibles, todo el mundo quiso arrogarse el protagonismo de haber estado allí, en primera fila, siendo testigo de excepción de un suceso que no habría tenido por qué revestir la menor importancia ya que era, según todas las apariencias, de índole menor habida cuenta de que consistió en algo tan cotidiano como lo es el que un despertador no funcione. – Y más considerando… — el presidente interrumpió la lectura del memorándum y se quitó las gafas con la mano derecha, se presionó los lagrimales con el índice y el pulgar de la izquierda y, tras un breve suspiro, dedicó una mirada lenta, algo cansina, a la mujer que tenía enfrente —, considerando, mi querida señora, que nada obligaba a la encausada a saltar de la cama a las… — volvió a colocarse las gafas y barajó los papeles en busca de… – Las 5:35 de la madrugada — declaró desde el fondo de la sala una voz masculina alta, clara y bien timbrada. – ¡Exacto! — El presidente constató con un cierto regocijo que había encontrado el renglón que buscaba un par de décimas de segundos antes de que la voz se elevara —; las 5:35 de la madrugada y a nuestra encausada, aquí presente, no había nada que la obligase a levantarse de la cama ¿Dónde está, pues, el drama? Y se quitó las gafas. – ¡Cielo santo, mi clienta no lo sabe! — protestó con viveza un caballero de cabello canoso que ejercía los días lluviosos como abogado — Al drama, señoría, se le había perdido la pista la noche anterior, más exactamente cuando la tarde caía no propiamente sobre la ciudad, pero sí sobre un pequeño concejo aledaño a los jardines colindantes al palacio episcopal… – Y como se daba la circunstancia de que por añadidura no era de ella ni de su incumbencia — el presidente se caló nuevamente las gafas, esta vez con el gesto expeditivo del que no está en absoluto dispuesto a que se le lleve la contraria — entendió que no tenía sentido alguno incorporarse al equipo de búsqueda. – Así es, señoría — respondió el caballero de cabello canoso que, a la vista de que las nubes amenazaban con dispersarse y de que algunos transeúntes cerraban sus paraguas, comenzaba a sentirse incómodo, como de prestado en su función y a preguntarse si su tono (dadas las circunstancias aun considerando que en primavera el tiempo suele ser muy loco) no debería ser algo menos vindicativo; agregó, por tanto, con prudencia —; eso entendió si bien, justo es reconocerlo, admite que su capacidad de comprensión podía andar algo mermada a causa de que, bueno, ella no oye muy bien y los vecinos estaban haciendo mucho ruido. – “Mucho” es un tanto ambiguo — el presidente se quitó las gafas — ¿Podría nuestro señor letrado ser más preciso? – Pues la verdad es que — el caballero se mostró dubitativo — es difícil concretar porque la cantidad, quiero decir intensidad, dependía a su vez y en cada momento de cuánta estuviera siendo la intensidad de la actividad que se estuviera llevando a cab… – Ya, ya — el presidente jugueteó con sus gafas cruzando y descruzando las patillas unas cuatro o tal vez cinco veces, luego las mantuvo en alto sujetándolas con su mano derecha y las miró al trasluz para, acto seguido (y habiéndose percatado de que estaban algo empañadas, limpiarlas con parsimonia y un pañuelo que sin pararse en detalles que prolongarían la sesión sin necesidad ni apremio alguno podía denominarse blanco) y con gesto satisfecho, volver a ponérselas y añadir doblando el pañuelo —; con esa eventualidad, señor letrado, esta mesa ya cuenta. Ahora quisiéramos que nos pusiera al corriente de cuál, con el fin y al objeto de no dispersarnos más de lo conveniente, estaba siendo la actividad cuya consecuente intensidad se estaba interponiendo entre nuestra encausada y sus dotes de comprensión algo mermadas por causa de… ¿qué habíamos dicho? – Sordera — repuso una mujer corpulenta de la segunda fila —; y discúlpeseme el ser tan concisa y no expresarlo de un modo más delicado... Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (31)
06/12/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert31.pdf ni ella, aunque nada más fuese hoy y nada más por variar y llevar la contraria a la vieja costumbre —adusta, mal encarada y mentirosa, agazapada siempre tras la justificación de “es mi deber, entiéndelo”; y, sí, por supuesto que Susi la entendía a la perfección y a contracorrientes y mareas, “bajas o altas a ti qué más te da” y, sobre todo o el aparador en que guardase aquella vajilla de porcelana inglesa de la que nada más quedaba ya una taza y con el asa rota que utilizaba para una vez lavados y dejados secar ir echando los huesos de cerezas que algún día cuando tuviese tiempo y Loctite pegaría sobre aquella tabla que sobró después de armar el armarito del baño, por puro sentimiento (nada práctico, si, pero muy suyo) de ecuanimidad— el biquini de flores ni a tiro, “panda de harpías cuándo os veré arder en los infiernos” de las lenguas de fuego… – De fuego, no, Susana ¿No ves que va a ser mucho? Extranjeras, mejor, rectificó; alguno de aquellos idiomas que jamás aprendió y en los que imaginaba que se dirían cosas distintas, o con más palabras, o a lo mejor con menos, vete tu a saber, de las que se le hubiesen pasado a ella jamás por la cabeza si se hubiera decidido a hablar… – Aunque sólo sea al espejo del baño ¿No? Ni pensarlo. Los espejos, aun de baño, que tendrían que ser los más pudorosos, tienen la poquísima vergüenza de repetir todo, sí, pero siempre del revés. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (38)
06/13/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert38.pdf Y el momento idóneo para al depositarla, la palabra, se entiende, habida cuenta de que la cosa, cualquier cosa, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas cosas perfectamente inocuas”; pero, la palabra, cualquier palabra, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad (se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. ¿O se había confundido y era justo al revés? Y quiso probar. Y quedó así: Y el momento idóneo para al depositarla, la cosa, se entiende, habida cuenta de que la palabra, cualquier palabra, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas palabras perfectamente inocuas”; pero, la cosa, cualquier cosa, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad ·(se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. Quedó así y ella considerando la posibilidad, confusa —Susi, no la posibilidad; que la posibilidad estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Y quiso probar. Y quedó así: Quedó así y ella considerando la cosa, confusa —la cosa, no Susi; que Susi estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Quedó así, y Susi entendió de inmediato que esto era ya una cosa muy otra porque, se dijo, quién, ni cuándo, ni por qué, elegiría elegirte a ti jamás. Aunque, por necesidad, tal vez… Sí, por necesidad tal vez. Siempre cabria (deja por favor de conjugar, no seas cansina) la posibilidad de que por necesidad ella, Susi, fuese elegida aunque lo fuera para cualquier cosa. ¿Qué te parece? ¿Qué te parece que me podía, pudo, puede, podría, pudiera o pudiese jamás de todos los jamases parecerme? Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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Y ella, Susi —advirtiéndome, descendiendo bajando de lo alto de la escalerita (plegable, claro, que allí la dejamos colocando en la segunda balda del armario los zapatos que acababa terminaba de quitarse) que no encuentra necesario que cada vez que escriba ella especifique Susi porque de quién, si no, dice, estaríamos hablando— a poner objeciones aduciendo que si cuando hablamos no solemos decir descender sino simple y llanamente bajar no ve en absoluto necesario escribir descender tan sólo por estar escribiendo; y que de lo alto tampoco hace falta, porque, pregunta, de qué otra parte podría, ella, ni nadie, bajarse.
– Vale, pero ¿quieres que empecemos así, con tachaduras, la libretita de pastas rojas recién estrenada?
¿Rojas? ¿Has dicho pastas rojas?
– Rojas, sí; rojas he escrito. Rojas porque ese es desde que empezamos el color de las pastas rojas de la libretita de past…
¡Ya lo sé! De pastas rojas. Pero no me gusta; no me gusta que la libretita de patas roj… Mira, me has puesto nerviosa. No quiero que las pastas de mi libretita sean del mismo color que las del odioso librito de ese dictador repugnante.
– ¿Qué dictador?
Un chino —que dice que es muy famoso, pero que no se atreve a decirme el nombre
Porque no sé cómo se deletrea, y no quiero más tachones.
– ¿Y qué quieres que yo haga?
Mirarlo en una enciclopedia. No tiene pérdida. Es muy famoso.
– Digo con las pastas de la libretita.
¿Tengo que solucionarlo yo todo? —gruñe. Y que no es tan difícil, que las pastas sean de cualquier otro color, el que más rabia me dé, el primero que se me venga a la cabeza… Y, tras una breve pausa representada por los puntos suspensivos precedentes, que si ha llegado ya al suelo.
– ¿Qué suelo?
¿Qué suelo? ¿Tenemos, por ventura, a mano o a pie algún otro suelo que no sea el suelo sobre el que se supone está posada la escalerita plegable de la que empecé a bajar desde el segundo renglón de esta misma página —y que haga el favor, por favor, de estar un poquito pendiente de esos pequeños detalles
Porque, comprenderás —dice—, ni sería lógico ni tengo yo ganas de quedarme toda la vida ahí, ni arriba ni abajo ni… —Y, tras los puntos suspensivos delante justo del guion, que por dónde íbamos.
– Terminas, justo, de llegar al suelo felizmente.
Pues qué alegría. Pero te ha costao, ¿eh? — y, un poco irritada, que es una idiotez desperdiciar —mira, dice— una página y más, seguro, de media docena de renglones para llegar a un lugar tan previsible; y, con un leve respingo
¿Cómo que irritada? ¿Cómo que con un leve respingo?
– Bueno, tampoco hay que ponerse así. Irritada, poco; y, el respingo, pues, aquí está, leve.
Me importa un comino si poco si leve si que… Limítate a las palabras y en paz.
– Pero es que, la entonación, los gestos, la expresión… Pues, siempre ayudan, ¿no?
¿Ayudan? ¿A qué ayudan? ¿A quién ayudan?
– Pues…
A ti. Te ayudan a ti; pero a… Pero —dice, y que le estoy tirando de la lengua
– ¿Tirándote de la lengua? ¿Dónde está mi mano?
¿No has dicho que las expresiones ayudan? —Y si no le contesto que hay expresiones y expresiones y que ella es un tramposa repugnante es porque no tengo ganas de discutir.
Pues, para callarse, ni una palabra y listo —Y que yo, en cambio, veinticuatro exactamente para decir lo mismo.
Y, con las gafas —sin pausa—, ¿qué hago?
– ¿Qué gafas?
Pues las mías, mis gafas, que qué me toca.
– ¿Que qué te toca qué?
Ponérmelas… Quitármelas… En fin… Pensé que llevarías la cuenta — Y, como le digo que no tiene, que yo sepa o recuerde al menos, ningunas gafas
Porque no te fijas. Recuerdo perfectamente que siempre se me olvida sacarlas del bolso — Y, cuando intento un pero
Ni pero ni nada. Estoy absolutamente segura de que se me olvida siempre y, te diré más, la pitillera también — Y que a ver si voy a tener la desfachatez el morro, que ya lo arreglo yo antes de que lo vea aunque protestará por el tachón, de decirle que ni fuma ni tiene gafas; porque que haber, dice, entonces quién o cómo es ella, ni quién yo ni qué pinto si tampoco lo sé.
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Entry date Jun 8, 2023, 7:24 PM UTC
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