http://valentina-lujan.es/E/envezdecomono.pdf
en vez de como no debían ser y como nunca habrían sido si determinadas circunstancias en las que mejor ya ni pensar no se hubieran interpuesto en un camino que prometió — tan recto, tan imparcial y objetivo como parecía cuando salió adulador y obsequioso a nuestro encuentro; todo sonrisas melifluas e indicaciones que parecían inequívocas y tan claritas — conducirnos de un tirón como quien dice y, sin hacer más paradas que las imprescindibles para reponer unas fuerzas que (eso también lo prometió) nos faltarían sólo muy raramente y sólo en el caso de que nos apartásemos de él, derechitos a la Felicidad para, luego y una vez instalados todos lo más cómodamente posible habida cuenta de que ― y lo mencionó, por cierto, cuando tras haber recorrido un buen trecho que resultó no ser ni derechito ni llano (aunque de la no llanura no se presentaron alegaciones ni cargos porque, se entendió, aduciría retorcido como era que a ese respecto no había prometido nada) sino serpenteante y abrupto y pedregoso y cuesta abajo ― no nos daba toda la seguridad que quizás estuviésemos fervientemente deseando de que, tan cargados de expectativas y anhelos a su juicio (y que lo perdonásemos por su crudeza) tan absurdos y prescindibles como viajábamos, quedase espacio para que pudiéramos tumbarnos (o recostarnos al menos para estirar las piernas) y no quedase por tanto más remedio que esperar sentados a que saliera de sus aposentos porque, dijo también, la Felicidad suele hacerse esperar…
Pero se interpusieron, las susodichas circunstancias, justo cuando ― y por causa precisamente de ellas ― había apenas terminado de pronunciar lo que habrían de ser (a la sombra de la lógica aplastante que se nos vino encima de improviso y por ventura ya que empezaba a hacer un calor sofocante) lo que, supusimos en nuestra inocencia, ya para siempre y en lo que de siempre viene llamándose ‟toda la expansión de la palabra” sus últimas palabras.
‒ ¡¡¡Ni se lo piensen!!! ‒ Exclamó una voz cercana.
Y vimos, al levantar la vista, que provenía de una de las circunstancias, apenas adolescente y de pequeña estatura ella; pero tan entradita en carnes que una de las señoras musitó, como para sí “ahora es graciosa, pero como siga engordando no va a haber quien la quiera o esté, por lo menos, dispuesto a hacerse cargo de ella”.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña
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