https://valentina-lujan.es/N/noparver9.pdf
no parece, en un principio, que pueda resultar problemática; no tiene uno, o una, o un hatajo ― o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes ― más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as...
No, mira, ahí nos hemos equivocado una vez más.
Pero, vamos, que el explicar ― que es lo que importa y por lo que estamos aquí ― quién es uno o una o incluso un hatajo, en líneas generales difícil no es.
No lo es al menos en lo que podríamos llamar “un primer arranque” que puede muy bien consistir en un aséptico y pronunciado con perfecta inocencia “¿quién es usted?” o, con un poquito más de ringorrango: ¿Cuál es su nombre, por favor?
Se dice el nombre y ya está.
Pero, eso, esa “no dificultad”, lo sabe hasta el más tonto, es nada más en ese “primer arranque” porque ― salvo en casos muy, pero que muy excepcionales en los que no voy a detenerme por temor a perder el hilo de lo que me traigo entre manos aunque, como digo, son con casi total seguridad tan pocos que mal podría el enumerarlos entretenerme mucho ― las cosas se complican sin saber ni cómo…
O sabiéndolo, incluso; sabiéndolo pero simulando que se cree que “al menos por esta vez” se logrará pasar sobre el tema de puntillas.
Pero se complican.
Y se complican porque no suele pasarse, sin embargo y pese a las puntillas, por alto el hecho de que decir un nombre es ― pese a que todo el mundo lo ignore o muchos al menos simulen ignorarlo bastante bien ―, mirado con objetividad, decir muy poco.
“Decir muy poco” porque lo que sí sabe todo el mundo incluso sin disimular ― o haciéndolo, sí, pero con casi nada de gracia y credibilidad porque el disimular en condiciones tiene su arte ― es que los nombres, excepto si se trata de nombres poco comunes, muy raramente pronunciados u oídos y aun así… es muy, pero que muy difícil, mirarlos con objetividad.
“Difícil” porque, quien más quien menos ― y más si cabe quien más tramo del vivir lleve recorrido a menos que lo haya andado en absoluta soledad ― podrá encontrarse, ante cualquier nombre con el que se tope y en la persona más insospechada o menos sospechosa de poder “recordar a”, con que, contra todo pronóstico, justo esa persona tan exenta de culpa en apariencia le recuerda precisamente “a”.
¿Y no es eso terrible?
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Ahora, aquí ― a continuación es decir de este dibujito
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que me ha apetecido a mí, así porque sí, colocar so pretexto de que lo he puesto para cambiar de tema ( como se ve a veces en los libros) aunque no por completo o para cerrar la divagación en que me metí por culpa de un error y regresar al asunto con el que empecé cuando me hice cargo de esta versión 9 pero lo que de verdad pasa es que me parece que lo que he hecho es una tontería sin otro resultado que estropear la nueve verdadera a la que ahora tendré, por conservar un orden, que llamar 9ª ― lo que de verdad voy a hacer es, sencillamente, marcharme como si tal cosa, empalmar directamente con el enlace auténtico, y que sea lo que Dios quiera.
Así que… hala: la respuesta sin más contemplaciones y ya está.
Etiqueta: Quienes versiones
Categoría: Telas de araña
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