¿Quiénes somos? (Versión 10a)
05/31/2023
2305314466961

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http://valentina-lujan.es/Z/nopareceversiondieza.pdf
no parece, en un principio, que pueda resultar problemática ; no tiene uno, o una, o un hatajo ― o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes ― más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as... No, mira, ahí nos hemos equivocado, pero en un alarde de humildad y de saber no ocultar nuestros errores lo vamos a dejar como está y seguir, como si tal cosa, aunque saltándonos - eso sí - las obviedades que todos damos por sentadas en lo que concierne a nuestros semejantes que, como si vamos al diccionario de sinónimos encontraremos que son "similares", o - eso también - "parecidos/as", a nosotros/as mismos/as, ¿no?, que es de quienes estamos hablando, si no hemos perdido el hilo y, por tanto, portadores/as tanto unos/as como otros/as ― aparte de "de valores eternos", que también se da por sentado y no sabemos si vamos a tener sillas para tantos/as ― de obviedades tan nada diferentes de las propias que para qué repetirlas, nosotros, por puro sentido común y del ahorro, nos atenemos a la más estricta de las lógicas y no las repetimos…

¿O sí lo hemos perdido?

El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― ¡una cosa tan corriente! ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…

Bueno, pues no sabemos, pero un destornillador...

¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.

Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…

Bueno, mira: es igual.

El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía…

Así: sin esperarlo.

La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar, pero si tenemos que explicarlo todo nos dejamos de sofisticaciones y decimos, por poner un poner, que era lejía ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Cornejo ― que pero, bueno, eso es muy elástico…

– ¿Elástico? ― Doña Atanasia ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?

–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.

– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?

Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.

–Ea ― doña Atanasia ―, no; Marianita.

– ¿Pero cómo ― la Cornejo ― que ea, no?

–Pues como que no, sencillamente.

–Mira, Atanasia, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?

–Ya. Si no ― doña Atanasia ―: si algo sí. A lo que voy es a es que…

–Lo que ella está queriendo decir ― la Cornejo corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser…

–Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en ponerle a la de Berrocal la redecilla y hacerle dos nudos ―: ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que…

–Pues Carlitos.

– ¿A quién conoce Carlitos? ― Inquisitiva, irreductible; recogiendo los rulos que le han sobrado porque la Berrocal tiene muy poco pelo.

–A nadie, Zoila ― la Cornejo corpulenta pero menos es, era, infinitamente más paciente. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Carlitos…

– ¿Y qué le pasó?

–Bueno ― Atanasia ―, nos contaron que...
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Quienes somos (versión 5a)
05/30/2023
Dimequeno
http://valentina-lujan.es/N/noparecevers5.pdf Bueno, pues si estás aquí la respuesta es, a ojos vistas, que es verdad que me sigues, y como no quiero defraudarte — no por ti, a ver si me entiendes — sino porque si te defraudo perderé un seguidor o seguidora dependiendo de si tu colegio es mixto o sólo de jamón o sólo queso… Lo siento, me he confundido, estaba en este momento pensando en un sándwich como paso tanta hambre desde que estoy con el régimen, olvídalo si puedes o si no estás a régimen y sigue, tal como ibas, que ibas muy bien siguiéndome y no sería sensato que por un errorcillo de nada lo echases todo a perder y tirases la toalla abandonando a su suerte un seguimiento que, sin ti, se sentiría bastante perdido y, me pregunto, ¿dónde va un seguimiento cuando pierde su norte? Me he atascado, pero en agradecimiento a tu lealtad incondicional y como prueba de que digo verdad te dejo, en prenda, mis sempiternos, inveterados globos, que como reza su pie de su foto son…, bueno, ahí lo pone. Mi marca del zorro Etiqueta: Quienes versiones Categoría: Telas de araña
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2305194362704
Quienes somos (versión 9)
05/19/2023
Aspasia
https://valentina-lujan.es/N/noparver9.pdf no parece, en un principio, que pueda resultar problemática; no tiene uno, o una, o un hatajo ― o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes ― más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as... No, mira, ahí nos hemos equivocado una vez más. Pero, vamos, que el explicar ― que es lo que importa y por lo que estamos aquí ― quién es uno o una o incluso un hatajo, en líneas generales difícil no es. No lo es al menos en lo que podríamos llamar “un primer arranque” que puede muy bien consistir en un aséptico y pronunciado con perfecta inocencia “¿quién es usted?” o, con un poquito más de ringorrango: ¿Cuál es su nombre, por favor? Se dice el nombre y ya está. Pero, eso, esa “no dificultad”, lo sabe hasta el más tonto, es nada más en ese “primer arranque” porque ― salvo en casos muy, pero que muy excepcionales en los que no voy a detenerme por temor a perder el hilo de lo que me traigo entre manos aunque, como digo, son con casi total seguridad tan pocos que mal podría el enumerarlos entretenerme mucho ― las cosas se complican sin saber ni cómo… O sabiéndolo, incluso; sabiéndolo pero simulando que se cree que “al menos por esta vez” se logrará pasar sobre el tema de puntillas. Pero se complican. Y se complican porque no suele pasarse, sin embargo y pese a las puntillas, por alto el hecho de que decir un nombre es ― pese a que todo el mundo lo ignore o muchos al menos simulen ignorarlo bastante bien ―, mirado con objetividad, decir muy poco. “Decir muy poco” porque lo que sí sabe todo el mundo incluso sin disimular ― o haciéndolo, sí, pero con casi nada de gracia y credibilidad porque el disimular en condiciones tiene su arte ― es que los nombres, excepto si se trata de nombres poco comunes, muy raramente pronunciados u oídos y aun así… es muy, pero que muy difícil, mirarlos con objetividad. “Difícil” porque, quien más quien menos ― y más si cabe quien más tramo del vivir lleve recorrido a menos que lo haya andado en absoluta soledad ― podrá encontrarse, ante cualquier nombre con el que se tope y en la persona más insospechada o menos sospechosa de poder “recordar a”, con que, contra todo pronóstico, justo esa persona tan exenta de culpa en apariencia le recuerda precisamente “a”. ¿Y no es eso terrible? ๗ Ahora, aquí ― a continuación es decir de este dibujito ๗ que me ha apetecido a mí, así porque sí, colocar so pretexto de que lo he puesto para cambiar de tema ( como se ve a veces en los libros) aunque no por completo o para cerrar la divagación en que me metí por culpa de un error y regresar al asunto con el que empecé cuando me hice cargo de esta versión 9 pero lo que de verdad pasa es que me parece que lo que he hecho es una tontería sin otro resultado que estropear la nueve verdadera a la que ahora tendré, por conservar un orden, que llamar 9ª ― lo que de verdad voy a hacer es, sencillamente, marcharme como si tal cosa, empalmar directamente con el enlace auténtico, y que sea lo que Dios quiera. Así que… hala: la respuesta sin más contemplaciones y ya está. Etiqueta: Quienes versiones Categoría: Telas de araña
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2305194365248
Quienes somos (versión 2)
05/19/2023
Begoña Parrado
http://valentina-lujan.es/N/npv2.pdf No parece, en un principio, que pueda resultar problemática; no tiene uno, o una, o un hatajo ― o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes ― más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as... No, mira, ahí nos hemos equivocado, pero en un alarde de humildad y de saber no ocultar nuestros errores lo vamos a dejar como está y seguir, como si tal cosa, aunque saltándonos - eso sí - las obviedades que todos damos por sentadas en lo que concierne a nuestros semejantes que, como si vamos al diccionario de sinónimos encontraremos que son "similares", o - eso también - "parecidos/as", a nosotros/as mismos/as, ¿no?, que es de quienes estamos hablando, si no hemos perdido el hilo y, por tanto, portadores/as tanto unos/as como otros/as ― aparte de "de valores eternos", que también se da por sentado y no sabemos si vamos a tener sillas para tantos/as ― de obviedades tan nada diferentes de las propias que para qué repetirlas, nosotros, por puro sentido común y del ahorro, nos atenemos a la más estricta de las lógicas y no las repetimos… ¿O sí lo hemos perdido? El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― ¡una cosa tan corriente! ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos… Bueno, pues no sabemos, pero un destornillador... ¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya; que para coger la pinza de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas. Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza… Bueno, mira: es igual. El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía… Así: sin esperarlo. La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Navarrete ― que pero, bueno, eso es muy elástico… – ¿Elástico? ― Doña Gloria ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico? –Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano. – ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece? Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea. –Ea ― doña Gloria ―, no; Sagrario. – ¿Pero cómo ― la Navarrete ― que ea, no? –Pues como que no, sencillamente. –Mira, Gloria, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez? –Ya. Si no ― doña Gloria ―: si algo sí. A lo que voy es a es que… –Lo que ella está queriendo decir ― la Navarrete corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser… –Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en hacer un cucurucho con la servilletita del té, con lentitud, para deshacerlo luego con mucha presteza, y posar la servilleta doblada en cuatro sobre la mesa, y darle una palmada seca Etiqueta: Quienes versiones Categoría: Telas de araña
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2305294445369
Quienes somos (versión 5)
05/29/2023
Clotilde
http://valentina-lujan.es/S/nopare5.pdf Bueno, pues si está aquí la respuesta es, a ojos vistas, que me sigue. Y es una lástima porque esta versión ― que habría de ser, ateniéndose al orden establecido mediante el que por lógica pura ha de invitar a seguir el sentido común, la número cinco ― debió de caer en manos de algún desaprensivo que, perezoso, no quiso molestarse en respetar su integridad y omitió, así por su cuenta, todo lo concerniente al “quiénes somos” y todo lo demás entendiendo ― quiero pensar ― que el enorme vació que estaba dejando al silenciarlo ya lo rellenaría/n con su/s respectiva/s enormidades el/los lector/es o la/s lectora/s sucesivos/as en cuyas manos fuera cayendo… Pero, puesto que es claro y palmario y evidente que no sucedió así y no menos palmario ni evidente ni claro que por qué habría de ser yo, precisamente, quien lo rellenara con mi… iba a decir “particular enormidad”; pero mis particularidades ni son enormes ni tienen, y con esto le estaré confiando una, nada de particular. Así que, para no desperdiciar el viaje ― suyo y mío; que si yo lo he traído, y si usted lo lamenta por su “¡lástima de mi tiempo perdido”!, también yo me lamento por las pérdidas de la lástima y del tiempo mío ―, lo voy a llevar directamente al punto en que, en resumidas cuentas y fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía… Así: sin esperarlo. La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar, pero si tenemos que explicarlo todo nos dejamos de sofisticaciones y decimos, por poner un poner, que era lejía ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más aficionada a las películas musicales de las Gongordiola ― que pero, bueno, eso es muy elástico… – ¿Elástico? ― Doña Patricia ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico? –Como muchíssssimo ― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano. – ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece? Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea. –Ea ― doña Patricia ―, no; Micaela. –Pero, ¿cómo ― la Gongordiola ― que ea no? –Pues como que no, sencillamente. –Mira, Patricia, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me saque de quici… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez? –Ya. Si no ― doña Patricia ―: si algo sí. A lo que voy es a que… –Lo que ella está queriendo decir ― la Gongordiola aficionada a las películas musicales también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser… –Ah ― la aficionada a las películas musicales se calma; se calmó, pero sólo durante los segundos que empleó en cortar los dos filetes de babilla que reservaba todos los lunes para la de Pomares ― ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que… –Pues Don Remigio. – ¿A quién conoce Don Remigio? ― Inquisitiva, irreductible; devolviendo la pieza de babilla a su lugar entre el solomillo y la cadera y clavándole el preci... –A nadie, Zoila ― la Gongordiola aficionada a las películas musicales pero menos es, era, infinitamente más tendente a la hipocondría. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Don Remigio… – ¿Y qué le pasó? –Bueno ― Patricia ―, nos contaron que le dio algo a la cab… –Ya – la Gongordiola, simulando ignorar que Marta Cuervo la mira con ojos algo ansiosos porque tiene prisa, limpia, parsimoniosa, la sangre del cuchillo ―; pero quiero saber qué. –Una apoplejía, o embolia o… –Antes ¡Antes! ― Y como por congraciarse con la Cuervo corta, muy deprisa, tres cuartos de quilo de lomo de añojo. –Pues que nunca fue niño. Fue Micaela, la primera vez que abría la boca, quien lo dijo. Luego ladeó un poquito la cabeza y la volvió a enderezar... Etiqueta: Quienes Versiones Categoría: Telas de araña
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Title ¿Quiénes somos? (Versión 10a)
http://valentina-lujan.es/Z/nopareceversiondieza.pdf
no parece, en un principio, que pueda resultar problemática ; no tiene uno, o una, o un hatajo ― o una multitud por aquello de no ningunear a género alguno de especímenes ― más que llegar y decir pues yo o nosotros o nosotras somos Fulanito de Tal, o Perenganita de Cual, o estos/as o los/as otros/as o los/as de más allá e hijos/as, todos/as y cada uno/a, de nuestros/as respectivos/as padres/as... No, mira, ahí nos hemos equivocado, pero en un alarde de humildad y de saber no ocultar nuestros errores lo vamos a dejar como está y seguir, como si tal cosa, aunque saltándonos - eso sí - las obviedades que todos damos por sentadas en lo que concierne a nuestros semejantes que, como si vamos al diccionario de sinónimos encontraremos que son "similares", o - eso también - "parecidos/as", a nosotros/as mismos/as, ¿no?, que es de quienes estamos hablando, si no hemos perdido el hilo y, por tanto, portadores/as tanto unos/as como otros/as ― aparte de "de valores eternos", que también se da por sentado y no sabemos si vamos a tener sillas para tantos/as ― de obviedades tan nada diferentes de las propias que para qué repetirlas, nosotros, por puro sentido común y del ahorro, nos atenemos a la más estricta de las lógicas y no las repetimos…

¿O sí lo hemos perdido?

El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― ¡una cosa tan corriente! ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…

Bueno, pues no sabemos, pero un destornillador...

¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.

Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…

Bueno, mira: es igual.

El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en despertar como ambrosía…

Así: sin esperarlo.

La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar, pero si tenemos que explicarlo todo nos dejamos de sofisticaciones y decimos, por poner un poner, que era lejía ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales, éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Cornejo ― que pero, bueno, eso es muy elástico…

– ¿Elástico? ― Doña Atanasia ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?

–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.

– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar ¡lo que hay que oír! Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?

Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender ea.

–Ea ― doña Atanasia ―, no; Marianita.

– ¿Pero cómo ― la Cornejo ― que ea, no?

–Pues como que no, sencillamente.

–Mira, Atanasia, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me molest… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?

–Ya. Si no ― doña Atanasia ―: si algo sí. A lo que voy es a es que…

–Lo que ella está queriendo decir ― la Cornejo corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo que estuviese deseando fervientemente ser…

–Ah ― la corpulenta se calma; se calmó, pero sólo durante unos segundos que empleó en ponerle a la de Berrocal la redecilla y hacerle dos nudos ―: ¿Y alguien conoce, personalmente a alguien que…

–Pues Carlitos.

– ¿A quién conoce Carlitos? ― Inquisitiva, irreductible; recogiendo los rulos que le han sobrado porque la Berrocal tiene muy poco pelo.

–A nadie, Zoila ― la Cornejo corpulenta pero menos es, era, infinitamente más paciente. Y le explica ―: Nosotros, todos, conocimos a Carlitos…

– ¿Y qué le pasó?

–Bueno ― Atanasia ―, nos contaron que...
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Categoría: Telas de araña
Work type Literary: Other
Tags don apuleyo

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