http://valentina-lujan.es/Dbre10/si%20se%20daba%20credibilidad.pdf
si se otorgaba credibilidad o se hacía merced de alguna de las prebendas con que cabía dotar a semejante criatura y al objeto de que fuese acogida con agrado en su nueva familia — y no había razones de suficiente peso para denegar ni lo uno ni lo otro — a la del sexto (número 3) y a sus insinuaciones dando a entender que su esposa, madre de la aludida, ya era viuda desde por lo menos unos dos años antes de que naciera la mencionada tía y sin que, por otra parte, se tuviera constancia de que hubiese contraído nuevas nupcias; pero no se comprendía (por contra ni en absoluto y a pesar del esfuerzo realizado por toda la vecindad, que se esmeró en proveerla de un ajuar al que no se pudiesen poner pegas ni en el convento ni en el internado ) si se dejaba uno llevar, como tan a menudo sucedía, por el descreimiento o, como mal menor pero no mucho menos pernicioso, por una insoportable apatía que imposibilitaba el discernir qué era verosímil y qué sólo patrañas que corrían de boca en boca sin más objeto ni finalidad que el dejar pasar la vida, pero de largo, imponente y altiva, ataviada sin ostentación de toda la cohorte de sus días, a la espera de que lo que hubiera de acontecer sucediese y abrazar, al fin, cada cual un destino que cuando llegaba con sus sellos y su acuse de recibo resultaba la mayoría de las veces ser para otro que había muerto aguardándolo.
Pero… ¿cuál sería la situación si la tal credibilidad no se otorgaba, o se otorgaba pero no a las insinuaciones, o sí a las insinuaciones pero no de la del sexto 3 sino de la del octavo 2, tan diferentes aunque no mucho menos malévolas?
La pregunta causaba su impacto, desde luego; pero cuando ya había alguien con la respuesta a punto, preparada en posición de salida al borde mismo del filo de la lengua, se destacaba entre la concurrencia un Otro argumentando que el meollo de la cuestión no era ese sino el considerar con toda la frialdad de que fuese posible hacer acopio si existía alguna probabilidad, por remota que fuese, de que por causa de algún error de inscripción en el registro el verdadero inquilino de la vivienda que siempre había servido para identificar a aquella señora de cabello rubio y edad indefinida pudiera estar siendo un caballero o, aunque esto ya podía considerarse con un poco más de acaloro sin incurrir en desacato, la del octavo 2 una criatura angelical incapaz de caer en tamaña vileza.
Se terminaba a la vista de tantos inconvenientes admitiendo que, aun con su liviandad a cuestas, más valía atender a las razones que apuntaban a que lo más aconsejable iba a ser otorgar credibilidad; a lo que fuera y, si no era mucho pedir, sin rechistar y punto.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña
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