El despertador de la señorita Susi (13)
05/16/2023
2305164336100

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https://valentina-lujan.es/S/secalonueva.pdf
y ella, Susi, hasta los huesos de un dolor intenso que, lo supo enseguida, no estaba en el cuerpo; no en el cuerpo sino en algún lugar de un tiempo que no acertó a recordar haber habitado nunca más allá de alguna intuición remota, poco fiable, de ambiguas perplejidades embozadas, o incluso sin rostro, que la persiguieran esgrimiendo amenazantes desvaríos que, sin llegar a aterrarla, a punto estuvieron de, en más de una ocasión o al filo de algún declive tan taimado del que no sospechó en un primer intento de estúpida cordura que fuese a engullirla, hacerla retroceder y, sin volverse, convencida como estuvo siempre de que es más fácil subir que bajar, emprender una huida hacia atrás que la devolvería, vomitada y viscosa, sobre la alfombra que, maldita fuese, había cepillado a fondo aquella misma mañana porque, se reprochó útiles de limpieza en ristre, jamás tuviste el don de la oportunidad.
Eso, mira, es verdad; las 146 palabras que te han llevado a conclusión tan… no encuentro la palabra que encaje, pero sáltatela, son una sarta de despropósitos sin sentido ninguno, pero, que jamás tuviste el don de la oportunidad…
O sí, o a veces, tantas como tantos de los días que, pudiendo decirse que no sirvieron para nada, tan sin rumbo, tan vacíos, terminan por desembocar en instantes que, joder, mereció la pena si fue para llegar hasta…
No sé; pero en alguna parte está habiendo una trampa.
¿Tú crees?
Te conozco bien. Sé por experiencia que tienes la costumbre, habilidad tal vez, de irlas pensando, las palabras, del modo y en el orden que, bajo su apariencia de arbitrario, vaya, aun al cabo de vueltas y revueltas en las que juegas por pura diversión a sentirte perdida, a conducirte a exactamente el punto que, ya, desde antes incluso de confesarte a ti misma que estabas llevando en la cabeza, tuviste en mente.
Pues ahora mismo, si tan lista eres, estarás viendo que no tengo en ella nada más, o, si acaso, la idea de refugiarme en la satisfacción del deber cumplido, de no haber dejado pasar un día sin intentar pensar en algo que, como siempre, se quedara atrapado entre las líneas vacías tan llenas de silencios que no supimos ni tú ni yo plasmar.
Y, sin embargo, estoy tan cansada como si hubiese hecho algo que, lástima, hubiese podido arrojar un total de… ¿Cuántas palabras?
Antes de contestarte me da exactamente cuatrocientas.
¿Y después?
Cuatrocientas nueve.
¿Y después?
Cuatrocientas once.
¿No deberían ser cuatrocientas quince?
Si te contestara serían cuatrocientas veintiséis.
Pues entonces mejor que no contestes, o no terminaremos nunca.
Vale. Tuya es la última palabra.
Tuya.
Tuya.
Tuya.

Fin*
* del fin de lo que se habría convertido en una eternidad en la que la señorita Susi prefirió no pararse a pensar porque, pensó, la desviaría de lo que tanto se esforzaba en pensar que fuese digno de ser escrito en su libretita nueva, recién comprada, que ahí seguía sin estrenar.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña

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El despertador de la señorita Susi (22)
05/14/2023
Alicia Bermúdez Merino
http://valentina-lujan.es/E/eldespertador.pdf Luego, cuando los hechos se manifestaron abiertamente irreversibles, todo el mundo quiso arrogarse el protagonismo de haber estado allí, en primera fila, siendo testigo de excepción de un suceso que no habría tenido por qué revestir la menor importancia ya que era, según todas las apariencias, de índole menor habida cuenta de que consistió en algo tan cotidiano como lo es el que un despertador no funcione. – Y más considerando… — el presidente interrumpió la lectura del memorándum y se quitó las gafas con la mano derecha, se presionó los lagrimales con el índice y el pulgar de la izquierda y, tras un breve suspiro, dedicó una mirada lenta, algo cansina, a la mujer que tenía enfrente —, considerando, mi querida señora, que nada obligaba a la encausada a saltar de la cama a las… — volvió a colocarse las gafas y barajó los papeles en busca de… – Las 5:35 de la madrugada — declaró desde el fondo de la sala una voz masculina alta, clara y bien timbrada. – ¡Exacto! — El presidente constató con un cierto regocijo que había encontrado el renglón que buscaba un par de décimas de segundos antes de que la voz se elevara —; las 5:35 de la madrugada y a nuestra encausada, aquí presente, no había nada que la obligase a levantarse de la cama ¿Dónde está, pues, el drama? Y se quitó las gafas. – ¡Cielo santo, mi clienta no lo sabe! — protestó con viveza un caballero de cabello canoso que ejercía los días lluviosos como abogado — Al drama, señoría, se le había perdido la pista la noche anterior, más exactamente cuando la tarde caía no propiamente sobre la ciudad, pero sí sobre un pequeño concejo aledaño a los jardines colindantes al palacio episcopal… – Y como se daba la circunstancia de que por añadidura no era de ella ni de su incumbencia — el presidente se caló nuevamente las gafas, esta vez con el gesto expeditivo del que no está en absoluto dispuesto a que se le lleve la contraria — entendió que no tenía sentido alguno incorporarse al equipo de búsqueda. – Así es, señoría — respondió el caballero de cabello canoso que, a la vista de que las nubes amenazaban con dispersarse y de que algunos transeúntes cerraban sus paraguas, comenzaba a sentirse incómodo, como de prestado en su función y a preguntarse si su tono (dadas las circunstancias aun considerando que en primavera el tiempo suele ser muy loco) no debería ser algo menos vindicativo; agregó, por tanto, con prudencia —; eso entendió si bien, justo es reconocerlo, admite que su capacidad de comprensión podía andar algo mermada a causa de que, bueno, ella no oye muy bien y los vecinos estaban haciendo mucho ruido. – “Mucho” es un tanto ambiguo — el presidente se quitó las gafas — ¿Podría nuestro señor letrado ser más preciso? – Pues la verdad es que — el caballero se mostró dubitativo — es difícil concretar porque la cantidad, quiero decir intensidad, dependía a su vez y en cada momento de cuánta estuviera siendo la intensidad de la actividad que se estuviera llevando a cab… – Ya, ya — el presidente jugueteó con sus gafas cruzando y descruzando las patillas unas cuatro o tal vez cinco veces, luego las mantuvo en alto sujetándolas con su mano derecha y las miró al trasluz para, acto seguido (y habiéndose percatado de que estaban algo empañadas, limpiarlas con parsimonia y un pañuelo que sin pararse en detalles que prolongarían la sesión sin necesidad ni apremio alguno podía denominarse blanco) y con gesto satisfecho, volver a ponérselas y añadir doblando el pañuelo —; con esa eventualidad, señor letrado, esta mesa ya cuenta. Ahora quisiéramos que nos pusiera al corriente de cuál, con el fin y al objeto de no dispersarnos más de lo conveniente, estaba siendo la actividad cuya consecuente intensidad se estaba interponiendo entre nuestra encausada y sus dotes de comprensión algo mermadas por causa de… ¿qué habíamos dicho? – Sordera — repuso una mujer corpulenta de la segunda fila —; y discúlpeseme el ser tan concisa y no expresarlo de un modo más delicado... Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (31)
06/12/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert31.pdf ni ella, aunque nada más fuese hoy y nada más por variar y llevar la contraria a la vieja costumbre —adusta, mal encarada y mentirosa, agazapada siempre tras la justificación de “es mi deber, entiéndelo”; y, sí, por supuesto que Susi la entendía a la perfección y a contracorrientes y mareas, “bajas o altas a ti qué más te da” y, sobre todo o el aparador en que guardase aquella vajilla de porcelana inglesa de la que nada más quedaba ya una taza y con el asa rota que utilizaba para una vez lavados y dejados secar ir echando los huesos de cerezas que algún día cuando tuviese tiempo y Loctite pegaría sobre aquella tabla que sobró después de armar el armarito del baño, por puro sentimiento (nada práctico, si, pero muy suyo) de ecuanimidad— el biquini de flores ni a tiro, “panda de harpías cuándo os veré arder en los infiernos” de las lenguas de fuego… – De fuego, no, Susana ¿No ves que va a ser mucho? Extranjeras, mejor, rectificó; alguno de aquellos idiomas que jamás aprendió y en los que imaginaba que se dirían cosas distintas, o con más palabras, o a lo mejor con menos, vete tu a saber, de las que se le hubiesen pasado a ella jamás por la cabeza si se hubiera decidido a hablar… – Aunque sólo sea al espejo del baño ¿No? Ni pensarlo. Los espejos, aun de baño, que tendrían que ser los más pudorosos, tienen la poquísima vergüenza de repetir todo, sí, pero siempre del revés. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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2306134577332
El despertador de la señorita Susi (38)
06/13/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert38.pdf Y el momento idóneo para al depositarla, la palabra, se entiende, habida cuenta de que la cosa, cualquier cosa, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas cosas perfectamente inocuas”; pero, la palabra, cualquier palabra, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad (se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. ¿O se había confundido y era justo al revés? Y quiso probar. Y quedó así: Y el momento idóneo para al depositarla, la cosa, se entiende, habida cuenta de que la palabra, cualquier palabra, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas palabras perfectamente inocuas”; pero, la cosa, cualquier cosa, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad ·(se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. Quedó así y ella considerando la posibilidad, confusa —Susi, no la posibilidad; que la posibilidad estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Y quiso probar. Y quedó así: Quedó así y ella considerando la cosa, confusa —la cosa, no Susi; que Susi estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Quedó así, y Susi entendió de inmediato que esto era ya una cosa muy otra porque, se dijo, quién, ni cuándo, ni por qué, elegiría elegirte a ti jamás. Aunque, por necesidad, tal vez… Sí, por necesidad tal vez. Siempre cabria (deja por favor de conjugar, no seas cansina) la posibilidad de que por necesidad ella, Susi, fuese elegida aunque lo fuera para cualquier cosa. ¿Qué te parece? ¿Qué te parece que me podía, pudo, puede, podría, pudiera o pudiese jamás de todos los jamases parecerme? Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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y ella, Susi, hasta los huesos de un dolor intenso que, lo supo enseguida, no estaba en el cuerpo; no en el cuerpo sino en algún lugar de un tiempo que no acertó a recordar haber habitado nunca más allá de alguna intuición remota, poco fiable, de ambiguas perplejidades embozadas, o incluso sin rostro, que la persiguieran esgrimiendo amenazantes desvaríos que, sin llegar a aterrarla, a punto estuvieron de, en más de una ocasión o al filo de algún declive tan taimado del que no sospechó en un primer intento de estúpida cordura que fuese a engullirla, hacerla retroceder y, sin volverse, convencida como estuvo siempre de que es más fácil subir que bajar, emprender una huida hacia atrás que la devolvería, vomitada y viscosa, sobre la alfombra que, maldita fuese, había cepillado a fondo aquella misma mañana porque, se reprochó útiles de limpieza en ristre, jamás tuviste el don de la oportunidad.
Eso, mira, es verdad; las 146 palabras que te han llevado a conclusión tan… no encuentro la palabra que encaje, pero sáltatela, son una sarta de despropósitos sin sentido ninguno, pero, que jamás tuviste el don de la oportunidad…
O sí, o a veces, tantas como tantos de los días que, pudiendo decirse que no sirvieron para nada, tan sin rumbo, tan vacíos, terminan por desembocar en instantes que, joder, mereció la pena si fue para llegar hasta…
No sé; pero en alguna parte está habiendo una trampa.
¿Tú crees?
Te conozco bien. Sé por experiencia que tienes la costumbre, habilidad tal vez, de irlas pensando, las palabras, del modo y en el orden que, bajo su apariencia de arbitrario, vaya, aun al cabo de vueltas y revueltas en las que juegas por pura diversión a sentirte perdida, a conducirte a exactamente el punto que, ya, desde antes incluso de confesarte a ti misma que estabas llevando en la cabeza, tuviste en mente.
Pues ahora mismo, si tan lista eres, estarás viendo que no tengo en ella nada más, o, si acaso, la idea de refugiarme en la satisfacción del deber cumplido, de no haber dejado pasar un día sin intentar pensar en algo que, como siempre, se quedara atrapado entre las líneas vacías tan llenas de silencios que no supimos ni tú ni yo plasmar.
Y, sin embargo, estoy tan cansada como si hubiese hecho algo que, lástima, hubiese podido arrojar un total de… ¿Cuántas palabras?
Antes de contestarte me da exactamente cuatrocientas.
¿Y después?
Cuatrocientas nueve.
¿Y después?
Cuatrocientas once.
¿No deberían ser cuatrocientas quince?
Si te contestara serían cuatrocientas veintiséis.
Pues entonces mejor que no contestes, o no terminaremos nunca.
Vale. Tuya es la última palabra.
Tuya.
Tuya.
Tuya.

Fin*
* del fin de lo que se habría convertido en una eternidad en la que la señorita Susi prefirió no pararse a pensar porque, pensó, la desviaría de lo que tanto se esforzaba en pensar que fuese digno de ser escrito en su libretita nueva, recién comprada, que ahí seguía sin estrenar.
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Categoría: Telas de araña
Work type Literary: Other
Tags amanda cuervo

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Entry date May 16, 2023, 12:58 PM UTC
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