El despertador de la señorita Susi (3)
05/14/2023
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https://valentina-lujan.es/Q/cuandoalsalir.pdf
cuando al salir, de puntillas y procurando no ser visto para evitarse el dar unas explicaciones engorrosas que arrojarían una mancha de deshonor sobre su apellido y su familia ― aún la política, que no quería ni pensar en su cuñada (no la mujer de su hermano, una artista plástica de mente portentosamente abierta, sino la hermana de su propia mujer, de mente herméticamente cerrada a comprender que hay que saber adaptarse a los tiempos y a las circunstancias ― se encontró con la pequeña de las Maluenda que comentó, sin en apariencia dar a la cosa mayor importancia, que la sorprendía su presencia porque ― “pensé que lo informarían con tiempo”, dijo ― la señorita se fue a la cama “anoche muy resfriada y con algunas décimas, por lo que es de comprender que no estuviese en condiciones de…”.
La Maluenda, tal vez por cortedad o apuro de dejar traslucir que sabía, al igual que todo el vecindario, la situación en que los avatares de la vida lo habían puesto, no terminó la frase; pero él, que conocedor a su vez de la apurada situación económica por que atravesaba la madre del pequeño del séptimo no quiso ni oír hablar de que dejase de acudir a prestarle sus servicios, respondió con la mayor naturalidad de la que supo hacer acopio que no, que hoy no venía de casa de la señorita, que venía de casa del abogado, que le había avisado su freidora ― “y que buen extravío que me ha hecho, y perdone que me desahogue con usted, que no tiene la culpa de nada (dijo), pero habiendo quedado como quedamos en que cenaría una ensalada se le antojaron de buenas a primeras un par de huevos fritos con patatas y, como me ha dicho que le avisara antes de marcharme pues aprovecho para quejarme, y espero que usted sea comprensivo y me perdone, pero es que tengo que hacer dos trasbordos y, encima, la boca de metro de cerca de mi casa la cierran a las diez menos veinte y mire usted si tiene algún reloj mano, ¡que qué tonterías digo, precisamente usted!, las horas que son” ― de que tenía una vista a, precisamente, primera hora.
‒ Pues eso sí que es raro ― replicó la Maluenda ― porque al abogado tuvieron que ingresarlo de urgencia, ayer, que sería a media tarde, con un dolor fortísimo que es, según dicen, una peritonitis.
‒ Así, las cosas ― suspiro, en parte aliviado, el señor Cremades ―, y como según venimos de ver usted y yo los dos juntos y en buena armonía las mentiras tienen las patas muy cortas, creo que lo que procede es reconocer la verdad y confesarle que el error ha sido mío, que con tanto como lleva uno en la cabeza se me olvidó que Luis Angelito no tiene ya hoy que ir al colegio como han empezado las vacaciones de Semana Santa.
‒ ¿Y que ha pasado?
‒ Pues lo que tenía que pasar, Florita. Lo que tenía que pasar y, lo peor, es que creo que se ha enterado la madre.
‒ Pero ella es una mujer muy discreta. No creo que vaya a decir ni palabra.
‒ No, ya, si eso sí. Lo que me hace sentir mal, y esta es otra verdad que voy a confesarle a usted pero con el ruego encarecido de que no llegue a oídos de mi cuñada, que estaría encantada de proclamar a los cuatro vientos que soy un idiota, es que ella, la madre, me pidió muy compungida que no lo hiciese más. Y ahora, por culpa de un error estúpido, se va a enterar de que lo he hecho.
‒ Ah ¿Entonces la señorita no le preocupa?
‒ La señorita es bastante generosa y me deja perfecta y absoluta libertad de, a partir de las 5:45 como tiene esa manía de madrugar, hacer con mi tiempo lo que me venga en gana y sacarme un sobresueldo… en negro, claro. Pero, en el caso de Luis Angelito… Porque, usted sabrá comprenderme, por mal que en la vida vengan dadas uno tiene sus principios, su sentido de la ética al que por nada de este mundo se puede ni se debe renunciar.
Etiqueta: El despertador de la señorita Susi
Categoría: Telas de araña

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El despertador de la señorita Susi (22)
05/14/2023
Alicia Bermúdez Merino
http://valentina-lujan.es/E/eldespertador.pdf Luego, cuando los hechos se manifestaron abiertamente irreversibles, todo el mundo quiso arrogarse el protagonismo de haber estado allí, en primera fila, siendo testigo de excepción de un suceso que no habría tenido por qué revestir la menor importancia ya que era, según todas las apariencias, de índole menor habida cuenta de que consistió en algo tan cotidiano como lo es el que un despertador no funcione. – Y más considerando… — el presidente interrumpió la lectura del memorándum y se quitó las gafas con la mano derecha, se presionó los lagrimales con el índice y el pulgar de la izquierda y, tras un breve suspiro, dedicó una mirada lenta, algo cansina, a la mujer que tenía enfrente —, considerando, mi querida señora, que nada obligaba a la encausada a saltar de la cama a las… — volvió a colocarse las gafas y barajó los papeles en busca de… – Las 5:35 de la madrugada — declaró desde el fondo de la sala una voz masculina alta, clara y bien timbrada. – ¡Exacto! — El presidente constató con un cierto regocijo que había encontrado el renglón que buscaba un par de décimas de segundos antes de que la voz se elevara —; las 5:35 de la madrugada y a nuestra encausada, aquí presente, no había nada que la obligase a levantarse de la cama ¿Dónde está, pues, el drama? Y se quitó las gafas. – ¡Cielo santo, mi clienta no lo sabe! — protestó con viveza un caballero de cabello canoso que ejercía los días lluviosos como abogado — Al drama, señoría, se le había perdido la pista la noche anterior, más exactamente cuando la tarde caía no propiamente sobre la ciudad, pero sí sobre un pequeño concejo aledaño a los jardines colindantes al palacio episcopal… – Y como se daba la circunstancia de que por añadidura no era de ella ni de su incumbencia — el presidente se caló nuevamente las gafas, esta vez con el gesto expeditivo del que no está en absoluto dispuesto a que se le lleve la contraria — entendió que no tenía sentido alguno incorporarse al equipo de búsqueda. – Así es, señoría — respondió el caballero de cabello canoso que, a la vista de que las nubes amenazaban con dispersarse y de que algunos transeúntes cerraban sus paraguas, comenzaba a sentirse incómodo, como de prestado en su función y a preguntarse si su tono (dadas las circunstancias aun considerando que en primavera el tiempo suele ser muy loco) no debería ser algo menos vindicativo; agregó, por tanto, con prudencia —; eso entendió si bien, justo es reconocerlo, admite que su capacidad de comprensión podía andar algo mermada a causa de que, bueno, ella no oye muy bien y los vecinos estaban haciendo mucho ruido. – “Mucho” es un tanto ambiguo — el presidente se quitó las gafas — ¿Podría nuestro señor letrado ser más preciso? – Pues la verdad es que — el caballero se mostró dubitativo — es difícil concretar porque la cantidad, quiero decir intensidad, dependía a su vez y en cada momento de cuánta estuviera siendo la intensidad de la actividad que se estuviera llevando a cab… – Ya, ya — el presidente jugueteó con sus gafas cruzando y descruzando las patillas unas cuatro o tal vez cinco veces, luego las mantuvo en alto sujetándolas con su mano derecha y las miró al trasluz para, acto seguido (y habiéndose percatado de que estaban algo empañadas, limpiarlas con parsimonia y un pañuelo que sin pararse en detalles que prolongarían la sesión sin necesidad ni apremio alguno podía denominarse blanco) y con gesto satisfecho, volver a ponérselas y añadir doblando el pañuelo —; con esa eventualidad, señor letrado, esta mesa ya cuenta. Ahora quisiéramos que nos pusiera al corriente de cuál, con el fin y al objeto de no dispersarnos más de lo conveniente, estaba siendo la actividad cuya consecuente intensidad se estaba interponiendo entre nuestra encausada y sus dotes de comprensión algo mermadas por causa de… ¿qué habíamos dicho? – Sordera — repuso una mujer corpulenta de la segunda fila —; y discúlpeseme el ser tan concisa y no expresarlo de un modo más delicado... Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (31)
06/12/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert31.pdf ni ella, aunque nada más fuese hoy y nada más por variar y llevar la contraria a la vieja costumbre —adusta, mal encarada y mentirosa, agazapada siempre tras la justificación de “es mi deber, entiéndelo”; y, sí, por supuesto que Susi la entendía a la perfección y a contracorrientes y mareas, “bajas o altas a ti qué más te da” y, sobre todo o el aparador en que guardase aquella vajilla de porcelana inglesa de la que nada más quedaba ya una taza y con el asa rota que utilizaba para una vez lavados y dejados secar ir echando los huesos de cerezas que algún día cuando tuviese tiempo y Loctite pegaría sobre aquella tabla que sobró después de armar el armarito del baño, por puro sentimiento (nada práctico, si, pero muy suyo) de ecuanimidad— el biquini de flores ni a tiro, “panda de harpías cuándo os veré arder en los infiernos” de las lenguas de fuego… – De fuego, no, Susana ¿No ves que va a ser mucho? Extranjeras, mejor, rectificó; alguno de aquellos idiomas que jamás aprendió y en los que imaginaba que se dirían cosas distintas, o con más palabras, o a lo mejor con menos, vete tu a saber, de las que se le hubiesen pasado a ella jamás por la cabeza si se hubiera decidido a hablar… – Aunque sólo sea al espejo del baño ¿No? Ni pensarlo. Los espejos, aun de baño, que tendrían que ser los más pudorosos, tienen la poquísima vergüenza de repetir todo, sí, pero siempre del revés. Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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El despertador de la señorita Susi (38)
06/13/2023
Alicia Bermúdez Merino
https://valentina-lujan.es/susi/eldespert38.pdf Y el momento idóneo para al depositarla, la palabra, se entiende, habida cuenta de que la cosa, cualquier cosa, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas cosas perfectamente inocuas”; pero, la palabra, cualquier palabra, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad (se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. ¿O se había confundido y era justo al revés? Y quiso probar. Y quedó así: Y el momento idóneo para al depositarla, la cosa, se entiende, habida cuenta de que la palabra, cualquier palabra, representaría siempre un problema menor porque, “pueden pronunciarse tantas, se decía, tantísimas palabras perfectamente inocuas”; pero, la cosa, cualquier cosa, corría, corrió, corre, correría y correrá siempre —según ella y sin necesidad ·(se reprendió, dejándose caer agotada en la primera silla que encontró a mano, “o a culo, que sería más exacto”, reconsideró) de conjugar el verbo entero con todos sus indicativos y subjuntivos y todas sus voces activas y pasivas— el peligro de ir a dar, en un descuido, con sus huesos, los de ella, en unas arenas movedizas que la engullirían. Quedó así y ella considerando la posibilidad, confusa —Susi, no la posibilidad; que la posibilidad estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Y quiso probar. Y quedó así: Quedó así y ella considerando la cosa, confusa —la cosa, no Susi; que Susi estaba, estuvo, está, estará y estaria siempre ahí, a mano y a disposición de quien, por necesidad, o por azar, o por puro capricho la pudiera elegir—, de haberse vuelto a equivocar. Quedó así, y Susi entendió de inmediato que esto era ya una cosa muy otra porque, se dijo, quién, ni cuándo, ni por qué, elegiría elegirte a ti jamás. Aunque, por necesidad, tal vez… Sí, por necesidad tal vez. Siempre cabria (deja por favor de conjugar, no seas cansina) la posibilidad de que por necesidad ella, Susi, fuese elegida aunque lo fuera para cualquier cosa. ¿Qué te parece? ¿Qué te parece que me podía, pudo, puede, podría, pudiera o pudiese jamás de todos los jamases parecerme? Etiqueta: El despertador de la señorita Susi Categoría: Telas de araña
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cuando al salir, de puntillas y procurando no ser visto para evitarse el dar unas explicaciones engorrosas que arrojarían una mancha de deshonor sobre su apellido y su familia ― aún la política, que no quería ni pensar en su cuñada (no la mujer de su hermano, una artista plástica de mente portentosamente abierta, sino la hermana de su propia mujer, de mente herméticamente cerrada a comprender que hay que saber adaptarse a los tiempos y a las circunstancias ― se encontró con la pequeña de las Maluenda que comentó, sin en apariencia dar a la cosa mayor importancia, que la sorprendía su presencia porque ― “pensé que lo informarían con tiempo”, dijo ― la señorita se fue a la cama “anoche muy resfriada y con algunas décimas, por lo que es de comprender que no estuviese en condiciones de…”.
La Maluenda, tal vez por cortedad o apuro de dejar traslucir que sabía, al igual que todo el vecindario, la situación en que los avatares de la vida lo habían puesto, no terminó la frase; pero él, que conocedor a su vez de la apurada situación económica por que atravesaba la madre del pequeño del séptimo no quiso ni oír hablar de que dejase de acudir a prestarle sus servicios, respondió con la mayor naturalidad de la que supo hacer acopio que no, que hoy no venía de casa de la señorita, que venía de casa del abogado, que le había avisado su freidora ― “y que buen extravío que me ha hecho, y perdone que me desahogue con usted, que no tiene la culpa de nada (dijo), pero habiendo quedado como quedamos en que cenaría una ensalada se le antojaron de buenas a primeras un par de huevos fritos con patatas y, como me ha dicho que le avisara antes de marcharme pues aprovecho para quejarme, y espero que usted sea comprensivo y me perdone, pero es que tengo que hacer dos trasbordos y, encima, la boca de metro de cerca de mi casa la cierran a las diez menos veinte y mire usted si tiene algún reloj mano, ¡que qué tonterías digo, precisamente usted!, las horas que son” ― de que tenía una vista a, precisamente, primera hora.
‒ Pues eso sí que es raro ― replicó la Maluenda ― porque al abogado tuvieron que ingresarlo de urgencia, ayer, que sería a media tarde, con un dolor fortísimo que es, según dicen, una peritonitis.
‒ Así, las cosas ― suspiro, en parte aliviado, el señor Cremades ―, y como según venimos de ver usted y yo los dos juntos y en buena armonía las mentiras tienen las patas muy cortas, creo que lo que procede es reconocer la verdad y confesarle que el error ha sido mío, que con tanto como lleva uno en la cabeza se me olvidó que Luis Angelito no tiene ya hoy que ir al colegio como han empezado las vacaciones de Semana Santa.
‒ ¿Y que ha pasado?
‒ Pues lo que tenía que pasar, Florita. Lo que tenía que pasar y, lo peor, es que creo que se ha enterado la madre.
‒ Pero ella es una mujer muy discreta. No creo que vaya a decir ni palabra.
‒ No, ya, si eso sí. Lo que me hace sentir mal, y esta es otra verdad que voy a confesarle a usted pero con el ruego encarecido de que no llegue a oídos de mi cuñada, que estaría encantada de proclamar a los cuatro vientos que soy un idiota, es que ella, la madre, me pidió muy compungida que no lo hiciese más. Y ahora, por culpa de un error estúpido, se va a enterar de que lo he hecho.
‒ Ah ¿Entonces la señorita no le preocupa?
‒ La señorita es bastante generosa y me deja perfecta y absoluta libertad de, a partir de las 5:45 como tiene esa manía de madrugar, hacer con mi tiempo lo que me venga en gana y sacarme un sobresueldo… en negro, claro. Pero, en el caso de Luis Angelito… Porque, usted sabrá comprenderme, por mal que en la vida vengan dadas uno tiene sus principios, su sentido de la ética al que por nada de este mundo se puede ni se debe renunciar.
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Work type Literary: Other
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Entry date May 14, 2023, 1:22 PM UTC
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