Sobre la obra
En medio de un bosque espeso y muy oscuro, rodeado por altas montañas, despertó Olivia. Miró a su alrededor desconcertada sin saber cómo había llegado hasta allí. Aquel era, sin duda alguna, un paraje diferente a todos los hasta entonces por ella conocidos. Acaso sea éste un bosque embrujado, pensó la niña, mientras el viento llenaba de rumores las encinas y tras los helechos creía ella adivinar la sombra fugaz de alguna extraña criatura sólo en sueños antes vista. No sintió miedo. Desde luego, era un buen lugar aquel para que, de cuando en cuando, se aparecieran las hadas y, en torno a ellas, elfos y gnomos pudieran, traviesos, danzar en las más alegres y brillantes noches de luna llena.
El trino alegre de los pájaros −ruiseñores, abubillas, petirrojos− anunciaba la llegada inminente de la primavera; bandadas de mariposas blancas y azules revoloteaban entre matojos de humildes florecillas silvestres; el cristalino vibrar de las libélulas rompía el silencio con que, por el centro del valle, discurría un arroyo apenas recién nacido, fruto inesperado de un deshielo raudo y complaciente.
Resplandores casi de cristal arrancaba aquel día el sol a las primeras hojas de los álamos, mientras hacia el cielo alzaban ellos sus ajados brazos, por tanto tiempo secos y desnudos.
Atrás, a lo lejos, moría el invierno.
Resuelta y valerosa, la niña −espigada, piel canela, un alegre sentimiento de ilusión y libertad anclado al embrujo de sus iris de azabache− comenzó a caminar por el serpenteante sendero que ante ella se mostraba. Poco a poco, sin saberlo, inquebrantable y decidida, hacia un mágico destino sus pasos dirigía. Dulce y pequeña princesa de un cuento todavía sin contar. Feliz capricho de un hada. Bello sueño por soñar.
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Información de la obra
Título Érase una vez
En medio de un bosque espeso y muy oscuro, rodeado por altas montañas, despertó Olivia. Miró a su alrededor desconcertada sin saber cómo había llegado hasta allí. Aquel era, sin duda alguna, un paraje diferente a todos los hasta entonces por ella conocidos. Acaso sea éste un bosque embrujado, pensó la niña, mientras el viento llenaba de rumores las encinas y tras los helechos creía ella adivinar la sombra fugaz de alguna extraña criatura sólo en sueños antes vista. No sintió miedo. Desde luego, era un buen lugar aquel para que, de cuando en cuando, se aparecieran las hadas y, en torno a ellas, elfos y gnomos pudieran, traviesos, danzar en las más alegres y brillantes noches de luna llena.
El trino alegre de los pájaros −ruiseñores, abubillas, petirrojos− anunciaba la llegada inminente de la primavera; bandadas de mariposas blancas y azules revoloteaban entre matojos de humildes florecillas silvestres; el cristalino vibrar de las libélulas rompía el silencio con que, por el centro del valle, discurría un arroyo apenas recién nacido, fruto inesperado de un deshielo raudo y complaciente.
Resplandores casi de cristal arrancaba aquel día el sol a las primeras hojas de los álamos, mientras hacia el cielo alzaban ellos sus ajados brazos, por tanto tiempo secos y desnudos.
Atrás, a lo lejos, moría el invierno.
Resuelta y valerosa, la niña −espigada, piel canela, un alegre sentimiento de ilusión y libertad anclado al embrujo de sus iris de azabache− comenzó a caminar por el serpenteante sendero que ante ella se mostraba. Poco a poco, sin saberlo, inquebrantable y decidida, hacia un mágico destino sus pasos dirigía. Dulce y pequeña princesa de un cuento todavía sin contar. Feliz capricho de un hada. Bello sueño por soñar.
Tipo de obra Narrativa, Ensayo
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Información de registro en Safe Creative
Identificador 1811289174370
Fecha de registro 28 nov. 2018 18:01 UTC
Licencia Creative Commons Attribution 4.0
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Declaraciones de autoría y derechos inscritas
Autor. Titular Marta Navarro Calleja. Fecha 28 nov. 2018.
Información disponible en https://www.safecreative.org/work/1811289174370-erase-una-vez