About the work
https://valentina-lujan.es/A/absolucion.pdf
Verlos dormir es como contemplar el Absoluto, en estado puro y sin interferencias.
Cuando duermen lo hacen con dedicación conmovedora, sobrecogedora casi, como con el total convencimiento de que es eso y ninguna otra cosa lo que procede en este mismo momento, y sin echar cuenta de si va a proceder o no en cualquier otro o de si la vida deparará el tal momento.
Sin inquietud, ignorantes y despreocupados de si en cualquier instante algo los despertará con sobresalto. Si eso ocurre, se asustarán, por un instante hasta comprobar que no había motivo para dar un respingo; pero será sólo susto, no miedo instalado en su ánimo, no temor alentado por presagios ni presentimientos.
Dicen que los animales presienten (cuando los hay) los peligros. Pero han de ser peligros verdaderos como truenos, por ejemplo, o pasos en el descansillo de la escalera que no son los de los vecinos a que ellos ya están habituados o, como en el par de noches aisladas en las que estuvo Jerry, interesado en aquellos seres de otra especie que “sabía” permanecían silenciosos, agazapados y alerta, tras aquella puerta cerrada en el pasillo.
También ellos lo “sabían” a él.
Saben también cuándo, cuando cierro la puerta de la cocina, es para poner en los platos el paté que a ellos les gusta. Puedo cerrar la puerta de la cocina por cualquier motivo y ellos continuarán cada cual, con sus asuntos, sin inmutarse; pero si cierro la misma puerta, con el mismo gesto, llevando en mente que voy a ponerles el paté, no habré llegado al aparador en el que están las latitas cuando ya estarán todos ellos sentados, en el pasillo, aguardando ansiosos y clamando impacientes “miau-miau”.
Cómo pueden saberlo no lo sé, pero lo saben.
Pero es su verlos dormir lo que me fascina, lo que les envidio, quizás porque para las personas no es frecuente que al quedarnos dormidas no estemos albergando, en algún rincón de nuestra mente, alguna preocupación, aunque sea tonta, algún “mañana tengo que acordarme de (lo que sea)”, algún sinsabor ocasionado por cualquiera de esas incontables a veces diminutas contrariedades que depara el cada día.
Ellos, no. Ellos viven su instante con perfecto desasimiento. Como si el mundo y la existencia terminasen justo ahí.
Y cuando beben, y cuando comen, y hasta cuando defecan.
A los perros les pasa también. Y a todos los animales — en lo que he podido observar en documentales (esos de la 2 de los que suele decirse que todo el mundo dice ver y no ve nadie) y cosas así — con facciones que pueden recordar a las humanas y expresiones (en sus caras) que pueden hacer pensar que están pensando en lo que estaría pensando un humano que estuviera poniendo esa misma expresión en su mirada…
Defecando he dicho, sí.
Y es que es muy bonito (sí, bonito) mirarlos defecar con su vista puesta con enorme atención en el frente, en un punto indeterminado pero muy concreto y muy exacto, y sin pestañear, reconcentrados, como si el apartar la mirada de ahí los fuera a hacer perder el hilo de algo sumamente importante y de una trascendencia tal que la pérdida sería del todo irreparable.
Los humanos hacemos varias cosas a la vez. Y todas regular.
Los humanos no aplicamos todo nuestro saber a cada cosa que hacemos. Y las hacemos a medias.
Los humanos no nos entregamos con tanta entrega. Y nos quedamos, así, sin entregar.
Ellos todo lo hacen bien y por completo.
Ellos están en perfecta sintonía con su Ser e integrados en el Cosmos del Dios que los creó.
No tienen, como tenemos sí nosotros, que alcanzar ningún perdón.
25 de julio de 2014
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100% human created
Declaration Date:
Mar 22, 2024, 12:13 PM
Identification level:
Low
Fictional content
Declaration Date:
Mar 22, 2024, 12:13 PM
Identification level:
Low
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Title Absolución
https://valentina-lujan.es/A/absolucion.pdf
Verlos dormir es como contemplar el Absoluto, en estado puro y sin interferencias.
Cuando duermen lo hacen con dedicación conmovedora, sobrecogedora casi, como con el total convencimiento de que es eso y ninguna otra cosa lo que procede en este mismo momento, y sin echar cuenta de si va a proceder o no en cualquier otro o de si la vida deparará el tal momento.
Sin inquietud, ignorantes y despreocupados de si en cualquier instante algo los despertará con sobresalto. Si eso ocurre, se asustarán, por un instante hasta comprobar que no había motivo para dar un respingo; pero será sólo susto, no miedo instalado en su ánimo, no temor alentado por presagios ni presentimientos.
Dicen que los animales presienten (cuando los hay) los peligros. Pero han de ser peligros verdaderos como truenos, por ejemplo, o pasos en el descansillo de la escalera que no son los de los vecinos a que ellos ya están habituados o, como en el par de noches aisladas en las que estuvo Jerry, interesado en aquellos seres de otra especie que “sabía” permanecían silenciosos, agazapados y alerta, tras aquella puerta cerrada en el pasillo.
También ellos lo “sabían” a él.
Saben también cuándo, cuando cierro la puerta de la cocina, es para poner en los platos el paté que a ellos les gusta. Puedo cerrar la puerta de la cocina por cualquier motivo y ellos continuarán cada cual, con sus asuntos, sin inmutarse; pero si cierro la misma puerta, con el mismo gesto, llevando en mente que voy a ponerles el paté, no habré llegado al aparador en el que están las latitas cuando ya estarán todos ellos sentados, en el pasillo, aguardando ansiosos y clamando impacientes “miau-miau”.
Cómo pueden saberlo no lo sé, pero lo saben.
Pero es su verlos dormir lo que me fascina, lo que les envidio, quizás porque para las personas no es frecuente que al quedarnos dormidas no estemos albergando, en algún rincón de nuestra mente, alguna preocupación, aunque sea tonta, algún “mañana tengo que acordarme de (lo que sea)”, algún sinsabor ocasionado por cualquiera de esas incontables a veces diminutas contrariedades que depara el cada día.
Ellos, no. Ellos viven su instante con perfecto desasimiento. Como si el mundo y la existencia terminasen justo ahí.
Y cuando beben, y cuando comen, y hasta cuando defecan.
A los perros les pasa también. Y a todos los animales — en lo que he podido observar en documentales (esos de la 2 de los que suele decirse que todo el mundo dice ver y no ve nadie) y cosas así — con facciones que pueden recordar a las humanas y expresiones (en sus caras) que pueden hacer pensar que están pensando en lo que estaría pensando un humano que estuviera poniendo esa misma expresión en su mirada…
Defecando he dicho, sí.
Y es que es muy bonito (sí, bonito) mirarlos defecar con su vista puesta con enorme atención en el frente, en un punto indeterminado pero muy concreto y muy exacto, y sin pestañear, reconcentrados, como si el apartar la mirada de ahí los fuera a hacer perder el hilo de algo sumamente importante y de una trascendencia tal que la pérdida sería del todo irreparable.
Los humanos hacemos varias cosas a la vez. Y todas regular.
Los humanos no aplicamos todo nuestro saber a cada cosa que hacemos. Y las hacemos a medias.
Los humanos no nos entregamos con tanta entrega. Y nos quedamos, así, sin entregar.
Ellos todo lo hacen bien y por completo.
Ellos están en perfecta sintonía con su Ser e integrados en el Cosmos del Dios que los creó.
No tienen, como tenemos sí nosotros, que alcanzar ningún perdón.
25 de julio de 2014
Work type Literary: Other
Tags prosa, deliquios
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2403227423429
Entry date Mar 22, 2024, 12:13 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Afrodita. Date Mar 22, 2024.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2403227423429-absolucion