Velos de silencio
12/29/2023
2312296509982

About the work

https://valentina-lujan.es/U/unasombratejado.pdf
Una sombra en el tejado hizo mirarme al espejo y vimos entonces, él y yo, que no eran de agua sino de un material de aspecto duro y brillante, acero tal vez, que ululaba como si se tratase de una bandada de búhos y les confería, a ellos, la cualidad de espirales polvorientas ensortijándose en las ramas de los abedules para, acto seguido, derramarse por el pavimento resbaladizo sembrado de escollos transversales y multicolores, ribeteados de oropéndolas repetidas en un tono quebradizo, lastimero, que oscilaba entre las satíricas cuencas de un número indeterminado de ojos y el escaso deambular de frentes abatidas por opacas pesadumbres, al pie de una letra ilegible que, si pocos comprendían, muchos trataban de esquivar ocultándose a la sombra de no sabrían, nunca, precisar qué fatídicos designios que los perseguían causando, en su presuroso transitar, el latido mohoso de carcajadas evanescentes – teñidas del color de una sangre que a lo largo de cientos de suspiros erróneos se había vuelto insensible – que se dejarían oír lejos o demasiado cerca dependiendo, en todo caso salvo en ocasiones tan escasas que los pocos que alguna vez pudieran atrapar alguna la guardarían bajo siete llaves, de si mañana, o al cabo de la calle principal donde debían en un principio alzarse los edificios más emblemáticos de la ciudad, iban a ser cercenadas las esquirlas romas de un pasado angosto o, muy por el contrario – en un futuro que por qué no atreverse a predecir cuando qué se arriesgaba y atendiendo a exigencias de quienes por entonces esgrimieran el honor de saber evadirse de ser agasajados, nada fácil –, desechado por fin el ambicioso proyecto e impuesta la necesidad de resignarse ante la evidencia de que los tiempos que corrían cansinos y pálidos y desmadejados no daban pábulo a tanta ostentación ni tregua a tanto boato como se desprendía lenta muy lentamente de las comisuras ajadas de tantos paramentos – ornados hasta entonces de un cierto verdor demasiado extenuante – impregnando las ropas y los rostros de un color más oscuro que el del día anterior, elogiar el denuedo con que alguien encareciese la conveniencia de colocar un letrerito en el que se pudiese leer a cualquier hora del día o de la noche PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED.
Una mujer advirtió a una niña del peligro que entrañaba el permanecer tan cerca de lo que, a juzgar por la vehemencia con que la conminaba a echarse hacia atrás, debía suponerse el borde de algún abismo; pero la chiquilla no le hizo caso y en apenas unos instantes pudimos ver cómo enarbolaba lo que a simple vista habría podido parecer un argumento sólido que iba, o iría, a invalidar sus temores si los acontecimientos no se desarrollaban según la costumbre instituida desde hacía nadie pudo jamás precisar cuántos años.
08/05/2006 21:44:55

–Las diez menos cuarto, en definitiva — redondeó sin pestañear la madre de las Fresnedo, alargando su mano para recoger el par de folios que, algo temblorosa aún, le tendía.
Y le sonrió, doblándolos por las mismas marcas que tenían antes de sacarlos del sobre, en señal de aprobación.
– ¿Sólo eso? — inquirió en tono resentido Teresita Ledesma, que como la otra apretase los labios haciéndoles con lentitud un doblez más de los que tuviesen de origen volvió a la carga con —: ¿Ni una palabra elogiando sus progresos?
–Es que…— intervino Encarnación Corcuera, que carraspeó para armarse de valor antes de preguntar en tono altivo «¿qué progresos?».
– ¿Ah; no?
–Yo —terció la pequeña de las Aranguren—, y no es que quiera una tomar partido cuando además bien sabes que te aprecio, he leído esa misma carta muchas veces; y me consta que ha omitido el encabezamiento.
–Pues, yo, y mira que he estado bien atenta, no he echado en falta nada en absoluto.
– ¡“No he echado en falta nad…”! —remedó sarcástica Mercedes Agudo; y se puso de pie de un salto, y de otro se plantó delante de la tía viuda de las Suances para casi gritarle—: lo que a usted le pasa es que con tal de contemporizar es capaz de pasar por carros y carretas; pero a veces hay que mojarse, ¿entiende?
–Vale —admitió la viuda—: puede que tengas razón, en parte, pero el encabezamiento es un… no sé, detalle tan puramente accesorio, que…
– ¡Pues por accesorio, precisamente, hay...
Etiqueta: Papeles

Literary: Other
papeles
prosa
Shown in

Creativity declaration

100% human created

Declaration Date: Dec 29, 2023, 2:48 PM

Identification level: Low

Fictional content

Declaration Date: Dec 29, 2023, 2:48 PM

Identification level:
Low

Copyright registered declarations

Raúl Colmenero
Author
Consolidated inscription:
Attached documents:
0
Copyright infringement notifications:
0
Contact

Notify irregularities in this registration

Print work information
Work information

Title Velos de silencio
https://valentina-lujan.es/U/unasombratejado.pdf
Una sombra en el tejado hizo mirarme al espejo y vimos entonces, él y yo, que no eran de agua sino de un material de aspecto duro y brillante, acero tal vez, que ululaba como si se tratase de una bandada de búhos y les confería, a ellos, la cualidad de espirales polvorientas ensortijándose en las ramas de los abedules para, acto seguido, derramarse por el pavimento resbaladizo sembrado de escollos transversales y multicolores, ribeteados de oropéndolas repetidas en un tono quebradizo, lastimero, que oscilaba entre las satíricas cuencas de un número indeterminado de ojos y el escaso deambular de frentes abatidas por opacas pesadumbres, al pie de una letra ilegible que, si pocos comprendían, muchos trataban de esquivar ocultándose a la sombra de no sabrían, nunca, precisar qué fatídicos designios que los perseguían causando, en su presuroso transitar, el latido mohoso de carcajadas evanescentes – teñidas del color de una sangre que a lo largo de cientos de suspiros erróneos se había vuelto insensible – que se dejarían oír lejos o demasiado cerca dependiendo, en todo caso salvo en ocasiones tan escasas que los pocos que alguna vez pudieran atrapar alguna la guardarían bajo siete llaves, de si mañana, o al cabo de la calle principal donde debían en un principio alzarse los edificios más emblemáticos de la ciudad, iban a ser cercenadas las esquirlas romas de un pasado angosto o, muy por el contrario – en un futuro que por qué no atreverse a predecir cuando qué se arriesgaba y atendiendo a exigencias de quienes por entonces esgrimieran el honor de saber evadirse de ser agasajados, nada fácil –, desechado por fin el ambicioso proyecto e impuesta la necesidad de resignarse ante la evidencia de que los tiempos que corrían cansinos y pálidos y desmadejados no daban pábulo a tanta ostentación ni tregua a tanto boato como se desprendía lenta muy lentamente de las comisuras ajadas de tantos paramentos – ornados hasta entonces de un cierto verdor demasiado extenuante – impregnando las ropas y los rostros de un color más oscuro que el del día anterior, elogiar el denuedo con que alguien encareciese la conveniencia de colocar un letrerito en el que se pudiese leer a cualquier hora del día o de la noche PROHIBIDO PISAR EL CÉSPED.
Una mujer advirtió a una niña del peligro que entrañaba el permanecer tan cerca de lo que, a juzgar por la vehemencia con que la conminaba a echarse hacia atrás, debía suponerse el borde de algún abismo; pero la chiquilla no le hizo caso y en apenas unos instantes pudimos ver cómo enarbolaba lo que a simple vista habría podido parecer un argumento sólido que iba, o iría, a invalidar sus temores si los acontecimientos no se desarrollaban según la costumbre instituida desde hacía nadie pudo jamás precisar cuántos años.
08/05/2006 21:44:55

–Las diez menos cuarto, en definitiva — redondeó sin pestañear la madre de las Fresnedo, alargando su mano para recoger el par de folios que, algo temblorosa aún, le tendía.
Y le sonrió, doblándolos por las mismas marcas que tenían antes de sacarlos del sobre, en señal de aprobación.
– ¿Sólo eso? — inquirió en tono resentido Teresita Ledesma, que como la otra apretase los labios haciéndoles con lentitud un doblez más de los que tuviesen de origen volvió a la carga con —: ¿Ni una palabra elogiando sus progresos?
–Es que…— intervino Encarnación Corcuera, que carraspeó para armarse de valor antes de preguntar en tono altivo «¿qué progresos?».
– ¿Ah; no?
–Yo —terció la pequeña de las Aranguren—, y no es que quiera una tomar partido cuando además bien sabes que te aprecio, he leído esa misma carta muchas veces; y me consta que ha omitido el encabezamiento.
–Pues, yo, y mira que he estado bien atenta, no he echado en falta nada en absoluto.
– ¡“No he echado en falta nad…”! —remedó sarcástica Mercedes Agudo; y se puso de pie de un salto, y de otro se plantó delante de la tía viuda de las Suances para casi gritarle—: lo que a usted le pasa es que con tal de contemporizar es capaz de pasar por carros y carretas; pero a veces hay que mojarse, ¿entiende?
–Vale —admitió la viuda—: puede que tengas razón, en parte, pero el encabezamiento es un… no sé, detalle tan puramente accesorio, que…
– ¡Pues por accesorio, precisamente, hay...
Etiqueta: Papeles
Work type Literary: Other
Tags papeles, prosa

-------------------------

Registry info in Safe Creative

Identifier 2312296509982
Entry date Dec 29, 2023, 2:48 PM UTC
License All rights reserved

-------------------------

Copyright registered declarations

Author. Holder Raúl Colmenero. Date Dec 29, 2023.


Information available at https://www.safecreative.org/work/2312296509982-velos-de-silencio
© 2025 Safe Creative