About the work
https://valentina-lujan.es/papeles/lallamedesalen.pdf
y lamentándome de que después de buscar entre tantísimas páginas y la mayoría, para colmo, sin numerar, había, sí, encontrado una página efectiva y absurdamente titulada página 24; pero una página 24 que, sí, estaba escrita con todo el amor — que algo me reconfortó, es verdad, porque encontrarse con que algo está hecho con amor parece que alienta un poco e induce a pensar que, oye, bueno (me dije), a lo mejor todavía queda un asomo de esperanza para la humanidad —, con todo el amor de un tal Felipe, pero un Felipe y un amor que ni me ayudaban ni disipaban mi confusión porque, además de no conducir a ninguna parte (ni Felipe ni el amor), aumentaban mi desconcierto hablando — escribiendo, quiero decir, claro — a una tal María Eulalia diciéndole que no, que no habría página 24 porque él, Felipe, desanimado y entristecido (que de eso me acuerdo muy bien), no la escribiría cuando llegara a su casa sino que continuaría no pude entender con qué asunto, relacionado, al parecer, con un tal Indalecio muy enfadad…
− ¿Enfadado Indalecio? — ella, mi jefa, o bueno, empleadora, interrumpiéndome sobresaltada y con mucha viveza — ¿Indalecio enfadado? — Que lo repite. Lo repite como no pudiendo dar crédito a algo que se le antoja, no sé por qué tan insólito.
− Enfadado, sí — le insisto y, es más, abundo —: Iracundo, dirá yo.
− ¡Iracundo Indalecio! — Exclama, sorprendidísima.
− Sí — yo, que no sé que tendré que hacer para que entienda algo tan sencillo como que…
− Como que alguien pierda los estribos — ella, cortando el hilo de mis pensamientos justo cuando estoy precisamente discurriendo qué hacer para que entienda algo tan sencillo como que… —, los estribos, si — ella, que me vuelve a interrumpir y a este paso no voy a conseguir redactarlo en condiciones —; alguien, cualquiera, puede en cualquier momento e incluso por un motivo absurdo del todo perder los estribos, pero, Indalecio; porque, ¿por qué?, ¿con quién?, ¿por quién?... ¿Con Manolita?
Y, con una risita seca y cortante y un cigarrillo (que he escuchado el chasquido del mechero), que eso es ridículo.
− No tan ridículo — yo, que empiezo a tener las cosas claras —; cualquiera entiende que todas las parejas discuten y…
− Las parejas si — ella, con un algo de tono cansino, como si fuera yo el que no supiese entender algo que a ella le parece muy sencillo —; las parejas discuten, y se enfadan, sí, pero las parejas normales y corrient…
− O sea — me empiezo a sentir un poco irritado —, que me quiere usted decir que no son una pareja normal y corrient…
− ¡Por supuesto que no!
− ¿Qué no son una pareja normal y corriente o que no me lo quiere decir?
− Que no son una pareja normal y corriente, claro. En cuanto a o de querer o no querer, decir o no decir… Pues no sabría, de verdad, cómo decirle…
− No, si tampoco es que empiece a hacerme mucha falta; que yo solo me doy cuenta de que si las parejas normales y corrientes ya tienen sus más y sus menos y sus dimes y diretes, imagínese usted…
− Yo me lo imagino perfectamente. Es usted el que no parece reparar en que… ¡Pero, hombre, por favor, dimes y diretes…! ¿Qué dimes ni qué diretes cuando es obvio que no hablan el mismo idioma?
− Así que, encima de todos los problemas que ya tienen, resulta que ni siquiera hablan el mismo idioma.
− No. Pero problemas no tienen; ningún problema. Es más, puedo asegurarle que son muy felices.
− Pues, ¿ve?, eso sí que puedo creérmelo. Que las palabras siempre han sido una fuente de conflictos, de malentendidos, de, en fin… Así que, así, los dos calladitos…
− Bueno, los dos no, entendámonos y las cosas en su punto, que Indalecio habla muchísimo.
− ¡Ah! ¿Sí? — yo, sin saber cómo salir de mi asombro.
− ¿No sabe cómo salir de su propio asombro?
− ¡Pero si no he dicho nada!
− Ha dicho que ah y que sí; no me diga que no. Y en tono asombrado, que lo he oído yo.
− Sí, bueno, es verdad. Pero es que no cabe menos que asombrarse…
− ¿Cómo que no cabe? ¿Cómo puede caber asombro alguno ante el hecho, y que no puede, se lo aseguro, caber otro hecho de mayor calado y contundencia como lo es, y lo es, el que él, con toda su verborrea a cuestas y ella encerrada en su mutismo, no puedan estar amenazados por desavenencia ni disparidad alguna teniendo, como tienen, aficiones e intereses tan distintos?
Y que si se lo puedo yo decir.
− No — yo —, que ahí me he perdido.
− Y mucho tiempo, también, está perdiendo… Cuando tanto mejor haría ocupándose de intentar armar su puzzle — dice, y, en tono cortante — ¿Para qué me ha llamado?
− Pues para decirle, ya se lo he dicho, que no iba a ser fácil…
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas
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100% human created
Declaration Date:
Jul 24, 2023, 1:27 PM
Identification level:
Low
Fictional content
Declaration Date:
Jul 24, 2023, 1:27 PM
Identification level:
Low
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Title La llamé desalentado
https://valentina-lujan.es/papeles/lallamedesalen.pdf
y lamentándome de que después de buscar entre tantísimas páginas y la mayoría, para colmo, sin numerar, había, sí, encontrado una página efectiva y absurdamente titulada página 24; pero una página 24 que, sí, estaba escrita con todo el amor — que algo me reconfortó, es verdad, porque encontrarse con que algo está hecho con amor parece que alienta un poco e induce a pensar que, oye, bueno (me dije), a lo mejor todavía queda un asomo de esperanza para la humanidad —, con todo el amor de un tal Felipe, pero un Felipe y un amor que ni me ayudaban ni disipaban mi confusión porque, además de no conducir a ninguna parte (ni Felipe ni el amor), aumentaban mi desconcierto hablando — escribiendo, quiero decir, claro — a una tal María Eulalia diciéndole que no, que no habría página 24 porque él, Felipe, desanimado y entristecido (que de eso me acuerdo muy bien), no la escribiría cuando llegara a su casa sino que continuaría no pude entender con qué asunto, relacionado, al parecer, con un tal Indalecio muy enfadad…
− ¿Enfadado Indalecio? — ella, mi jefa, o bueno, empleadora, interrumpiéndome sobresaltada y con mucha viveza — ¿Indalecio enfadado? — Que lo repite. Lo repite como no pudiendo dar crédito a algo que se le antoja, no sé por qué tan insólito.
− Enfadado, sí — le insisto y, es más, abundo —: Iracundo, dirá yo.
− ¡Iracundo Indalecio! — Exclama, sorprendidísima.
− Sí — yo, que no sé que tendré que hacer para que entienda algo tan sencillo como que…
− Como que alguien pierda los estribos — ella, cortando el hilo de mis pensamientos justo cuando estoy precisamente discurriendo qué hacer para que entienda algo tan sencillo como que… —, los estribos, si — ella, que me vuelve a interrumpir y a este paso no voy a conseguir redactarlo en condiciones —; alguien, cualquiera, puede en cualquier momento e incluso por un motivo absurdo del todo perder los estribos, pero, Indalecio; porque, ¿por qué?, ¿con quién?, ¿por quién?... ¿Con Manolita?
Y, con una risita seca y cortante y un cigarrillo (que he escuchado el chasquido del mechero), que eso es ridículo.
− No tan ridículo — yo, que empiezo a tener las cosas claras —; cualquiera entiende que todas las parejas discuten y…
− Las parejas si — ella, con un algo de tono cansino, como si fuera yo el que no supiese entender algo que a ella le parece muy sencillo —; las parejas discuten, y se enfadan, sí, pero las parejas normales y corrient…
− O sea — me empiezo a sentir un poco irritado —, que me quiere usted decir que no son una pareja normal y corrient…
− ¡Por supuesto que no!
− ¿Qué no son una pareja normal y corriente o que no me lo quiere decir?
− Que no son una pareja normal y corriente, claro. En cuanto a o de querer o no querer, decir o no decir… Pues no sabría, de verdad, cómo decirle…
− No, si tampoco es que empiece a hacerme mucha falta; que yo solo me doy cuenta de que si las parejas normales y corrientes ya tienen sus más y sus menos y sus dimes y diretes, imagínese usted…
− Yo me lo imagino perfectamente. Es usted el que no parece reparar en que… ¡Pero, hombre, por favor, dimes y diretes…! ¿Qué dimes ni qué diretes cuando es obvio que no hablan el mismo idioma?
− Así que, encima de todos los problemas que ya tienen, resulta que ni siquiera hablan el mismo idioma.
− No. Pero problemas no tienen; ningún problema. Es más, puedo asegurarle que son muy felices.
− Pues, ¿ve?, eso sí que puedo creérmelo. Que las palabras siempre han sido una fuente de conflictos, de malentendidos, de, en fin… Así que, así, los dos calladitos…
− Bueno, los dos no, entendámonos y las cosas en su punto, que Indalecio habla muchísimo.
− ¡Ah! ¿Sí? — yo, sin saber cómo salir de mi asombro.
− ¿No sabe cómo salir de su propio asombro?
− ¡Pero si no he dicho nada!
− Ha dicho que ah y que sí; no me diga que no. Y en tono asombrado, que lo he oído yo.
− Sí, bueno, es verdad. Pero es que no cabe menos que asombrarse…
− ¿Cómo que no cabe? ¿Cómo puede caber asombro alguno ante el hecho, y que no puede, se lo aseguro, caber otro hecho de mayor calado y contundencia como lo es, y lo es, el que él, con toda su verborrea a cuestas y ella encerrada en su mutismo, no puedan estar amenazados por desavenencia ni disparidad alguna teniendo, como tienen, aficiones e intereses tan distintos?
Y que si se lo puedo yo decir.
− No — yo —, que ahí me he perdido.
− Y mucho tiempo, también, está perdiendo… Cuando tanto mejor haría ocupándose de intentar armar su puzzle — dice, y, en tono cortante — ¿Para qué me ha llamado?
− Pues para decirle, ya se lo he dicho, que no iba a ser fácil…
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas
Work type Literary: Other
Tags telas de araña
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2307244887052
Entry date Jul 24, 2023, 1:27 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Yo, el que ordena papeles. Date Jul 24, 2023.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2307244887052-la-llame-desalentado