Pataletas celestiales
07/11/2023
2307114809351

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https://valentina-lujan.es/Cajabombones/pataletascelestiales.pdf
Pataletas celestiales
Entrevistan en la radio al hermano de un sacerdote fallecido en el accidente de aviación de la semana pasada.
Dice que tanto él como sus padres y hermanos están mal, pero que gracias a su fe y a la ayuda de Dios que está con ellos y a la de su propio hermano que subió directamente al cielo lograrán sobreponerse.
Su fe – añadía – es ahora más firme que antes.
Si Dios va a ayudar a los entristecidos por la pérdida de personas a las que querían, si va a estar con ellos fortaleciéndolos parece obvio que, todopoderoso como es según afirman los católicos creyentes, bien pudo evitar el accidente.
Pero ese Dios en el que creen los católicos, el mismo Dios en el que la religión me adoctrinó cuando era niño, no parece estar con los que sufren accidentes, ni con los padecen torturas o hambre o injusticia, ni con los que mueren por causa de las guerras o los terremotos o los huracanes o la simple y llana crueldad de sus congéneres.
¿De verdad alguien cree en ese Dios que a lo largo de los siglos se nos ha mostrado como bondad absoluta y justicia suprema?
¿Cabe de veras en alguna cabeza que Justicia y Bondad puedan ir tan amigas de bracete?
Tal vez sí.
Tal vez alguien lo intente – fingir, al menos – creer.
Tal vez porque no hay mas que ver que ese Dios cómodamente arrellanado en su trono en las mentes y en las palabras huecas de los que dicen saber de qué están hablando cuando lo nombran es un Dios implacable y justiciero que imparte premios y castigos utilizando la vara de medir de los humanos. Y con un Dios así, que lo ve y lo detecta todo (porque es pura perspicacia y tiene mucho, pero que muchísimo ojo clínico), observándonos con el ceño fruncido y gesto adusto, más vale no andarse con tonterías y, si es preciso – que parece serlo visto el panorama –, hacer de tripas corazón y fingir.
“Dios nos creó a su imagen y semejanza”.
¿No será al revés; no habremos o habrán creado ciertos humanos un guiñapo, un pelele, una mentira, una especie de monstruo de Frankenstein con aspecto humanoide fabricado a base de retales de sus propias frustraciones, sus propias miserias, sus propias limitaciones, sus propios intereses y egoísmos y debilidades y soberbias y rencores e ignorancias y miedos?
Lo crearon, admitámoslo, de forma bastante chapucera.
Si nos preguntásemos las personas, unas a otras – y nos respondiéramos con sinceridad –, qué cara le suponemos a Dios responderíamos que la de alguien de carne y de hueso a quien en nuestra realidad conocemos y amamos, o respetamos, u odiamos, o tememos.
No sé qué es Dios.
No tengo ni la más remota idea; sólo sé de Dios que no es un Él, ni un Señor, ni un Padre, ni un Juez, ni un Benefactor, ni un Malhechor, ni un Alguien.
No creo en absoluto que Dios – ningún Dios tanto si es el de los católicos como si es o son otro u otros de las tantas otras religiones como han fabricado dioses o ideado mamarrachos tan grotescos como el Nuestro – se conmueva lo más mínimo por las peripecias y las venturas o desventuras de “sus criaturas”.
No creo tampoco que haya que adularle con rezos, ni darle gracias o hacerle reproches por cuanto de lo que nos acontece en el cada día nos acomoda o desagrada.
Sí estoy seguro de que en el mundo existen cantidad de personas que sin creer ni muchísimo menos lo mismo que yo – como debe de ser, por fortuna, ¿o qué mundo sin posibilidad alguna de dejar de ser algún día la ciénaga que es sería un mundo sin polémica, ni conflicto, ni contradicción, ni duda, ni dilemas ni enigmas en el que todos comulgásemos con las mismas ruedas de idénticos molinos? – están sí tan convencidas como yo lo estoy de que Dios no tiene cara; tan persuadidas como yo de que Dios no imparte nada; de que Dios ni nos odia ni nos ama, ni nos contempla con animadversión ni tampoco cayéndosele embelesado y bonachón la baba.
Pero no pasa nada por eso.
Tal vez lo único que ocurre es que no es cometido de Dios amar u odiar o enternecerse o ponerse de uñas; y que el amor y el odio y la ira o la ternura son sentimientos que caben tan sólo en los seres corpóreos, o conceptos que sólo están en las mentes de los seres pensantes…
¿Pero es acaso Dios un ser corpóreo?
¿Es Dios un ser pensante?
¿Es Dios ni siquiera un ni siquiera Ser?
No pretendo sin embargo que Dios sea nada.
¿Pero qué es?
¿Dónde buscarlo?
Iba a escribir también “¿qué esperar de él?” pero me respondo sin ayuda de nadie que de Dios no cabe esperar nada.
Otra cosa que me resulta muy chocante de los creyentes es que a sus muertos les hacen funerales.
Me da la sensación de que son víctimas de algo parecido a ese complejo llamado de Estocolmo en el que el secuestrado se hace cómplice...
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas

Literary: Other
el marido de remedios
papeles
telas de araña
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Pataletas celestiales
Entrevistan en la radio al hermano de un sacerdote fallecido en el accidente de aviación de la semana pasada.
Dice que tanto él como sus padres y hermanos están mal, pero que gracias a su fe y a la ayuda de Dios que está con ellos y a la de su propio hermano que subió directamente al cielo lograrán sobreponerse.
Su fe – añadía – es ahora más firme que antes.
Si Dios va a ayudar a los entristecidos por la pérdida de personas a las que querían, si va a estar con ellos fortaleciéndolos parece obvio que, todopoderoso como es según afirman los católicos creyentes, bien pudo evitar el accidente.
Pero ese Dios en el que creen los católicos, el mismo Dios en el que la religión me adoctrinó cuando era niño, no parece estar con los que sufren accidentes, ni con los padecen torturas o hambre o injusticia, ni con los que mueren por causa de las guerras o los terremotos o los huracanes o la simple y llana crueldad de sus congéneres.
¿De verdad alguien cree en ese Dios que a lo largo de los siglos se nos ha mostrado como bondad absoluta y justicia suprema?
¿Cabe de veras en alguna cabeza que Justicia y Bondad puedan ir tan amigas de bracete?
Tal vez sí.
Tal vez alguien lo intente – fingir, al menos – creer.
Tal vez porque no hay mas que ver que ese Dios cómodamente arrellanado en su trono en las mentes y en las palabras huecas de los que dicen saber de qué están hablando cuando lo nombran es un Dios implacable y justiciero que imparte premios y castigos utilizando la vara de medir de los humanos. Y con un Dios así, que lo ve y lo detecta todo (porque es pura perspicacia y tiene mucho, pero que muchísimo ojo clínico), observándonos con el ceño fruncido y gesto adusto, más vale no andarse con tonterías y, si es preciso – que parece serlo visto el panorama –, hacer de tripas corazón y fingir.
“Dios nos creó a su imagen y semejanza”.
¿No será al revés; no habremos o habrán creado ciertos humanos un guiñapo, un pelele, una mentira, una especie de monstruo de Frankenstein con aspecto humanoide fabricado a base de retales de sus propias frustraciones, sus propias miserias, sus propias limitaciones, sus propios intereses y egoísmos y debilidades y soberbias y rencores e ignorancias y miedos?
Lo crearon, admitámoslo, de forma bastante chapucera.
Si nos preguntásemos las personas, unas a otras – y nos respondiéramos con sinceridad –, qué cara le suponemos a Dios responderíamos que la de alguien de carne y de hueso a quien en nuestra realidad conocemos y amamos, o respetamos, u odiamos, o tememos.
No sé qué es Dios.
No tengo ni la más remota idea; sólo sé de Dios que no es un Él, ni un Señor, ni un Padre, ni un Juez, ni un Benefactor, ni un Malhechor, ni un Alguien.
No creo en absoluto que Dios – ningún Dios tanto si es el de los católicos como si es o son otro u otros de las tantas otras religiones como han fabricado dioses o ideado mamarrachos tan grotescos como el Nuestro – se conmueva lo más mínimo por las peripecias y las venturas o desventuras de “sus criaturas”.
No creo tampoco que haya que adularle con rezos, ni darle gracias o hacerle reproches por cuanto de lo que nos acontece en el cada día nos acomoda o desagrada.
Sí estoy seguro de que en el mundo existen cantidad de personas que sin creer ni muchísimo menos lo mismo que yo – como debe de ser, por fortuna, ¿o qué mundo sin posibilidad alguna de dejar de ser algún día la ciénaga que es sería un mundo sin polémica, ni conflicto, ni contradicción, ni duda, ni dilemas ni enigmas en el que todos comulgásemos con las mismas ruedas de idénticos molinos? – están sí tan convencidas como yo lo estoy de que Dios no tiene cara; tan persuadidas como yo de que Dios no imparte nada; de que Dios ni nos odia ni nos ama, ni nos contempla con animadversión ni tampoco cayéndosele embelesado y bonachón la baba.
Pero no pasa nada por eso.
Tal vez lo único que ocurre es que no es cometido de Dios amar u odiar o enternecerse o ponerse de uñas; y que el amor y el odio y la ira o la ternura son sentimientos que caben tan sólo en los seres corpóreos, o conceptos que sólo están en las mentes de los seres pensantes…
¿Pero es acaso Dios un ser corpóreo?
¿Es Dios un ser pensante?
¿Es Dios ni siquiera un ni siquiera Ser?
No pretendo sin embargo que Dios sea nada.
¿Pero qué es?
¿Dónde buscarlo?
Iba a escribir también “¿qué esperar de él?” pero me respondo sin ayuda de nadie que de Dios no cabe esperar nada.
Otra cosa que me resulta muy chocante de los creyentes es que a sus muertos les hacen funerales.
Me da la sensación de que son víctimas de algo parecido a ese complejo llamado de Estocolmo en el que el secuestrado se hace cómplice...
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas
Work type Literary: Other
Tags el marido de remedios, papeles, telas de araña

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Identifier 2307114809351
Entry date Jul 11, 2023, 6:11 PM UTC
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Author. Holder El marido de Remedios. Date Jul 11, 2023.


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