La señorita Benilde
06/25/2023
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http://valentina-lujan.es/L/lasenoribeni.pdf
La señorita Benilde tenía una voz muy cristalina que contrastaba con su físico tan poquito agraciado; y leía despacio, enfatizando los puntos y las comas y, si las había, las diferencias muy bien remarcadas entre las uves y las bes y las íes griegas y las elles.
Era, eso sí, muy maniática, y si en lugar de con la Fuenfría se encontraba con la Roncero o con cualquier otra se ponía de pie casi de un salto y exclamaba “¡pero esta no es mi copia!”; y agarraba los papeles francamente enojada y se encaminaba con paso muy vivo hacia la puerta para ir a reclamar a la señorita Violeta, o a la señorita Clotilde, o a la que la tuviese, que por favor, “por favor te ruego”― porque por muy enfadada que estuviese gastaba siempre muy buenas maneras ― que se la devolviese.
Solía suceder, si la otra no había sido amable y no había accedido a intercambiar las copias, que ella ― desasosegada y con el ceño un poco fruncido ― se olvidara de la ese tan larga y del movimiento amplio y lento con la mano, y que alguna como Cora o la Verdaguer se lo hicieran notar con un “señorita, se lo ha saltado”.

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Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas

Literary: Other
valentina luján
telas de araña
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Valentina Luján
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Éramos algo más inexpertos
06/24/2023
Valentina Luján
http://valentina-lujan.es/m/masinexper.pdf más inexpertos, más elementales, más desconocedores de tantísimas cosas como configuran este mundo que se ha ido con el inexorable paso de los tiempos convirtiendo en un lugar tan moderno pero, también, algo (o incluso “bastante”) más observadores, más inclinados a mantener nuestros ojos y oídos bien abiertos porque dentro de nuestra ignorancia éramos bien sabedores — o quizás sólo “intuidores” — de que el orden de cosas, y de útiles, y de aperos y costumbres y de conocimientos con que nos desenvolvíamos no era posible que permaneciera indefinidamente así. Pero estábamos demasiado embebecidos, absortos y hasta embrutecidos con el tema de la supervivencia y correteando todo el día, de acá para allá, en invierno y en verano, tras aquellos seres tan extraños y tan diferentes de nosotros. Y tuvimos que esperar a que llegase un momento de calma que se demoró una enormidad; pero llegó aunque muchos no alcanzamos a verlo y fueron otros los que, desgranando vainas de judías, o de guisantes, a lo mejor, pudieron permitirse el gran lujo de, allí, sentados alrededor de la hoguera o tomando el refrigerio de la mañana, dedicarse a pensar y a tratar de desentrañar los grandes misterios que los envolvían y que no dejaban — eso no — de sorprenderlos tanto como aun a pesar de las pequeñas diferencias que a ellos les parecían abismales nos habían sorprendido a nosotros, los de antes, los que extenuados tras una dura jornada nos dejábamos caer sobre el duro suelo o, todo lo más, sobre un lecho de hojas amontonadas en el que soñábamos — sin siquiera saberlo — con lo que iba a ser algún día un Pikolin o un Flex o algún otro tipo de colchón, de latex, a lo mejor, o alguno de esos abatibles que te permiten ver con perfecta comodidad la televisión que, por entonces, constaba de un solo canal y la programación nada más consistía en ir mostrando noche tras noche aquella entidad sagrada que un atardecer se había manifestado cuando después de haber terminado de cenar permanecíamos allí, pensativos dando vueltas en nuestras cabezas al enigma que no sabíamos calcular cuánto tiempo atrás había causado un chasquido primero, un chasquido fuerte como de muchas ramas secas quebrándose todas al mismo tiempo, y, en seguida, otra entidad sagrada — las entidades sagradas se prodigaban mucho por entonces — que asomó por detrás de la colina y nos pareció muy inquieta porque no dejaba de bailotear estirándose y encogiéndose al tiempo que mostraba una gama de colores que Nufñre no dudó, con aquel desparpajo tan suyo, en calificar de inmediato de “cálidos”. – ¿“Cálidos”? — Exclamó Myhsbk, tan proclive a poner objeciones a todo — ¿Podrías darnos una buena razón para afirmar que esos colores son cálidos? – No, claro… — replicó Nufñre, que desde el asunto de la cerveza y no haber sabido justificar su aún más desconcertante “pásame otra” daba la sensación de haber perdido algo (aunque no mucho) de su locuacidad — ¿Cómo podría darte “una” de un algo que ni tan sólo sé si tengo? – Eso — Gjifsw, poniéndose con arrogancia en pie y dibujando en sus labios una mueca burlona al tiempo que se encaraba a Nufñre —: salte por la tangente. – ¡Kpugdil, por favor — saltó Rgoqiwz igual que si terminara de picarle una avispa —, dile que no diga “tangente”! – ¿Hay, por ventura — Sigbut, con su inconfundible voz gangosa — algo de malo, algo de obsceno en “tangente”? – Vale — Horjuwy, que con su natural bondad, su buen carácter, no se daba cuenta de cuándo alguna broma estaba, por más inocente que fuese, quedando fuera de lugar. Y mirando tan sonriente a Sigbut —: sigue enredando, anda. – ¿Yo? – ¿Qué “Yo”? — Sijgäw, que hizo una pausa para bostezar emitiendo su característico sonido de chacal —, ¿no has sido siempre Sigbut? – Además — Yo — no quisiera verme, a ser posible, involucrado en esto. – Seguid así — Prjig cambiando, impaciente, el cruzado de sus piernas tan largas —; seguid así y seremos el hazmerreír de todo el mundo. – ¿Qué “mundo”? — Srailkt, cuya perspicacia andaba a veces un... Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
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Title La señorita Benilde
http://valentina-lujan.es/L/lasenoribeni.pdf
La señorita Benilde tenía una voz muy cristalina que contrastaba con su físico tan poquito agraciado; y leía despacio, enfatizando los puntos y las comas y, si las había, las diferencias muy bien remarcadas entre las uves y las bes y las íes griegas y las elles.
Era, eso sí, muy maniática, y si en lugar de con la Fuenfría se encontraba con la Roncero o con cualquier otra se ponía de pie casi de un salto y exclamaba “¡pero esta no es mi copia!”; y agarraba los papeles francamente enojada y se encaminaba con paso muy vivo hacia la puerta para ir a reclamar a la señorita Violeta, o a la señorita Clotilde, o a la que la tuviese, que por favor, “por favor te ruego”― porque por muy enfadada que estuviese gastaba siempre muy buenas maneras ― que se la devolviese.
Solía suceder, si la otra no había sido amable y no había accedido a intercambiar las copias, que ella ― desasosegada y con el ceño un poco fruncido ― se olvidara de la ese tan larga y del movimiento amplio y lento con la mano, y que alguna como Cora o la Verdaguer se lo hicieran notar con un “señorita, se lo ha saltado”.

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Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas
Work type Literary: Other
Tags valentina luján, telas de araña

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Identifier 2306254676977
Entry date Jun 25, 2023, 6:27 PM UTC
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