Un tal Estanislao
06/24/2023
2306244670657

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http://valentina-lujan.es/G/gargadelafrij.pdf
Gargayo de la Frijolera que, se rumoreaba, no había existido nunca fuera de la tarjeta de visita pegada, por ella personalmente la mañana misma en que llegase y con sus propios dedos enguantados en cabritilla beige a juego con un bolso y tres maletas, al buzón desde donde precedido de un Vda. de, imaginaba ella, Bernardina…― así, a secas, reiteraba inasequible al desaliento la señorita Alicia al cabo de la pausa en el dictado que marcaba, adrede, con toda la intención de comprobar si alguna le saltaba con un “doña”; habrá que insistir y volver sobre ello tantas veces como sea necesario y hacéroslo copiar cien veces si es preciso, amenazaba, y siempre, por descontado vaya eso por delante que no quiero luego un hatajo de madres protestando “¡porque mi niña!”, por evitar equívocos y, mirándolas de hito en hito golpeando con el bolígrafo sobre su cuaderno de notas, que si quedaba claro ―, en su inocencia enternecedora o ridícula, alargando su brazo protector y rodeándole con él los hombros conjurando, así, la soledad y el olvido grabados como a fuego en las comisuras de la boca y en cada arruga de su rostro empolvado.
¿Podría un ser tan nada autónomo como Bernardina, tan dependiente de una mera sombra, puesto ante el brete en que lo colocaba la extemporánea intervención de Calpurnia o la Prieto salir al quite de su propio devenir no dando un paso en falso?
La señorita Alicia no se sabía contestar a esta pregunta ni a tantísimas otras que no vinieran especificadas de manera formal en el programa que tenía que completar no se acordaba ahora si en el primer trimestre del curso o en el segundo; pero, lejos de reconocer sus lagunas culturales, escondía como el avestruz la cabeza debajo del ala arguyendo, tan sólo para sí puesto que nadie la hubiera creído, que lo de la intervención de Calpurnia o de la Prieto ― ¿o era Elvira? ― no era más que una de tantas invenciones de la en exceso imaginativa ― por no decir abiertamente mentirosa ― Susanita Estévez, tan hija de… su madre, naturalmente.
Y sonreía llegados a este punto Alicia para, señalando con una de las patillas de sus gafas a la hermana mayor de la aludida, añadir en tono conciliador y tan hermana, huelga decirlo, de nuestra querida Olivia.
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas

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valentina luján
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Quienes somos (versión 9c)
06/24/2023
Valentina Luján
http://valentina-lujan.es/L/larespues9c.pdf no parece, en un principio, que pueda resultar problemática; no tiene uno y como muy bien sabrá a estas alturas de nuestra historia todo el mundo más que llegar y decir una sarta de sandeces encaminadas ― eso, mire usted, si que conviene el tenerlo presente si es que no queremos (y nosotros no queríamos, pero ahora la historia ha cambiado de manos y a saber qué quieren ustedes tan caprichosas como son las modas) que se nos descuelgue algún capítulo que se quedaría por ahí perdido y, bueno, no es que importe, todas las historias auténticas están plagadas de tantos capítulos perdidos como días vividos a lo tonto en que maldita la falta que hizo que se levantase el que los viviere de la cama; pero esas licencias las otorga la realidad y sólo la realidad, en tanto que la ficción es mucho más tacaña y, una vez que has abierto el ojo y puesto los pies en el suelo, todos tus actos y tus gestos, hasta los más cotidianos y espontáneos, incluso tus pensamientos más secretos, han de ceñirse a criterios enormemente rígidos de coherencia o, por lo menos, de incuestionable utilidad ― a no perder el hilo que a modo de cordón umbilical nos mantenga vinculados cueste lo que cueste, contra viento y marea, al hecho de todo punto insoslayable de que éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó no dio problemas y no porque la más corpulenta de las Fuenfría, o de las Soriano o de las Navarrete, o la más aficionada a las películas musicales de las Gorgondiola o acatarrada de las Olmedo olvidara o se negase a decir que pero, bueno, eso es muy elástico; que quien tenga curiosidad por comprobarlo no tiene más que teclear en cualquiera de las versiones anteriores a esta o incluso en alguna de las posteriores y ahí podrá ver con sus propios ojos cómo en efecto, cuando les correspondió comparecer y hacer uso de la palabra, lo dijeron puntualmente y sin trastabillar, de corrido y sin que les diera la tos ni uno de esos tontos ataques de risa que la ponen a una tan en evidencia ni nada de nada. Y porque no parece problemática es quizás por lo que uno (o una) se confía, para empezar, y para seguir ― puede tal vez que bajo los efectos de la tensión acumulada ante el temor de omitir sin quererlo un punto o una coma o una inflexión de la voz del todo determinante ― , se relaja una vez superado el duro trance de largar de un tirón una parrafada que, vale, no es el soliloquio de Hamlet ni la mitad de triste, pero tiene su gracia y, sin quererlo, se queda un poquito traspuesto (“traspuesta”, para ser exactos porque quien haya tenido la curiosidad de teclear en cualquiera de las versiones anteriores a esta o incluso en alguna de las posteriores habrá también visto de paso que quien se quedó ahí sentada era “ella”) de manera que , esperando ― un ratito corto primero y más largo a medida que iba cayendo la oscuridad y avanzando una noche que por alguna razón incomprensible pero sin la menor duda de enorme peso no terminaba de cerrarse del todo por más que los técnicos repasaron resortes, y desmontaron y volvieron a montar cerraduras, y sellaron orificios y grietas y antiquísimos conductos que, si estaban ahí, pues por algo sería, sí, pero que aspasen al que tuviese pajolera idea de cuantísimos lustros no haría que habían sido clausurados ―, se quedó como venimos de decir dormida. ¿Había ocurrido algo semejante alguna vez? Nadie sabía. No se podía negar sin embargo ― ni responder con un evasivo “no sé” porque ahí estaba la señorita Oriana más implacable que la más tirana de todas las ficciones exigiendo no saltarse “que os conozco, ningún enlace de la versión que os he dado, ahí lo tenéis, arriba del todo, la 9a, como modelo” ― que, a unos oídos más que a otros, habían ido llegando siempre con cuentagotas ciertos fragmentos de leyendas trasmitidas de generación en generación, como se deben trasmitir las leyendas, pero en un estado de conservación tan lamentable y relatados en lenguas tan diversas y por voces, a veces, gangosas y quebradas de abuelos venerables al amor de la lumbre de chimeneas de esas que presiden salones fastuosos con arañas, cuadros, tapices, porcelanas y alfombras turcas, persas o afganas y, otras, entre estornudos y moqueos de menesterosos al desamor de gélidos eriales, que ― como sucedería a cualesquiera otras obras de arte que se precien de tales ―, al verse sometidas a cambios tan bruscos de temperatura, humedad y traducción no siempre literal ni simultanea, no pudieron soportar el paso del tiempo y, bueno… ahí estaban, sí, pero a ver quién era el guapo que sabía recuperarlas, remozarlas, desempolvarlas, despojarlas de tantas capas de invención... Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
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Alicia no se sabía contestar
06/24/2023
Valentina Luján
http://valentina-lujan.es/P/perolegus.pdf Alicia no se sabía contestar pero le gustaba, de todos modos y aunque fuese a tontas y a locas ― o tal vez sólo precisamente por eso ―, como total no iba a enterarse nadie, responderse que no. «¡No podrá!», se decía. ¿Por qué? Pues por el mero capricho de llevar la contraria a su propia hermana que tenía aquella antipática manía de, siempre que le planteaba alguna de sus cuitas, decirle, indefectiblemente, piensa. A piensa la había instado cierto día ― lo recordaba claramente ― en que habiendo recibido de la mamá de Rosarito una notita por mano de la niña advirtiendo que iba a ir a visitarla mañana, a la hora del recreo, al objeto de recabarle no importaba en este momento qué embarazosa explicación acerca de algo por lo que estaba molesta, Alicia enjaretó como buenamente pudo, en mente, la explicación idónea a lo que dio en suponer iba a ser la demanda de la madre de la interfecta, pero, irresoluta o deseosa de saber qué tal iba a sonar dada en palabras, decidió dársela, nada más para ensayar, por teléfono a su hermana. –No sé, Alicia ― objetó aquella, una vez la hubo escuchado ―, si me parece del todo convincente. – ¿Y tienes por ventura otra mejor? ― había replicado Alicia poniéndole, con la mano libre, la comida a Aristóteles. Y, la otra, que ella no sabía pero que ― ahí es donde quería ella llegar — pensara un poco. –Piensa — le había dicho. Y Alicia pensó, largo y tendido, pero ahí estaba sin nada en la cabeza que argüir mientras que a él, su Aristóteles, sólo le faltaba ya lamer el plato. Y que si estaba ahí; la hermana. -Sí —repuso; aunque no había que perder los nervios porque él, Aristóteles, comía siempre muy rápido. – ¿Y qué? –Paté de salmón. – ¡Oh, Alicia, esquivando los problemas no se soluciona nunca nada! Y que lo que tenía que hacer era cerrar la boca a esa insolente. – ¿Pero cómo? — Retirando el plato y colocándolo encima del aparador pensativa ― Considerando, además, que la necesito. – ¿La necesitas? ― Escéptica la hermana ― ¿A Sole? ¿Estás segura de que necesitas a Sole? – ¿Cómo saco adelante, sin ella, el tema tan enredadísimo como está de los pichones? ― inquirió a su vez por toda respuesta. – ¡Tonterías! Además, ¿no eran perdices? –Ese es el lío; y esa chica tiene una memoria estupenda. –Bobadas, insisto. Cuando eso era hace mucho, además; los criterios de la docencia han ido cambiando, Alicia, y los métodos, y ahora mismo mucho más que el memorizar lo importante es el razonamiento. – ¿Eso es lo que tú crees? —no sabía Alicia por qué le contaba sus cosas a su hermana, tan poquito que la comprendía. – ¡Pues claro, hija! — y que lo que tenía que hacer era olvidarse de Sole porque, Alicia, esa chica es muy torpe si bien, convenía tenerlo presente si no se quería pecar de sectaria, y según lo pensó lo dijo en alto —: esto no es ni la mitad de delicado que el asunto aquel de la Prieto, o de Elvira, te tienes que acordar, con el tema de la carnicería... –Charcutería ― rectificó. –No, querida ― la hermana ―, carnicería que me acuerdo muy bien porque a qué, si no, que acuérdate si quieres que lo sabía todo el barrio y hasta aquellos tres primos más malos que demonios de… ¿era la Rebolledo? –No… – ¿No era la Rebolledo? –Sí, pero no me quiero acord… –Ah, no te quieres acordar… ¿Cómo entonc… –Sí quiero; pero no de la Rebolledo. –Alicia, que me estás haciendo un lío… Etiqueta: Papeles Categoría: Telas
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Title Un tal Estanislao
http://valentina-lujan.es/G/gargadelafrij.pdf
Gargayo de la Frijolera que, se rumoreaba, no había existido nunca fuera de la tarjeta de visita pegada, por ella personalmente la mañana misma en que llegase y con sus propios dedos enguantados en cabritilla beige a juego con un bolso y tres maletas, al buzón desde donde precedido de un Vda. de, imaginaba ella, Bernardina…― así, a secas, reiteraba inasequible al desaliento la señorita Alicia al cabo de la pausa en el dictado que marcaba, adrede, con toda la intención de comprobar si alguna le saltaba con un “doña”; habrá que insistir y volver sobre ello tantas veces como sea necesario y hacéroslo copiar cien veces si es preciso, amenazaba, y siempre, por descontado vaya eso por delante que no quiero luego un hatajo de madres protestando “¡porque mi niña!”, por evitar equívocos y, mirándolas de hito en hito golpeando con el bolígrafo sobre su cuaderno de notas, que si quedaba claro ―, en su inocencia enternecedora o ridícula, alargando su brazo protector y rodeándole con él los hombros conjurando, así, la soledad y el olvido grabados como a fuego en las comisuras de la boca y en cada arruga de su rostro empolvado.
¿Podría un ser tan nada autónomo como Bernardina, tan dependiente de una mera sombra, puesto ante el brete en que lo colocaba la extemporánea intervención de Calpurnia o la Prieto salir al quite de su propio devenir no dando un paso en falso?
La señorita Alicia no se sabía contestar a esta pregunta ni a tantísimas otras que no vinieran especificadas de manera formal en el programa que tenía que completar no se acordaba ahora si en el primer trimestre del curso o en el segundo; pero, lejos de reconocer sus lagunas culturales, escondía como el avestruz la cabeza debajo del ala arguyendo, tan sólo para sí puesto que nadie la hubiera creído, que lo de la intervención de Calpurnia o de la Prieto ― ¿o era Elvira? ― no era más que una de tantas invenciones de la en exceso imaginativa ― por no decir abiertamente mentirosa ― Susanita Estévez, tan hija de… su madre, naturalmente.
Y sonreía llegados a este punto Alicia para, señalando con una de las patillas de sus gafas a la hermana mayor de la aludida, añadir en tono conciliador y tan hermana, huelga decirlo, de nuestra querida Olivia.
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas
Work type Literary: Other
Tags papeles, valentina luján

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Identifier 2306244670657
Entry date Jun 24, 2023, 9:29 PM UTC
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Author. Holder Valentina Luján. Date Jun 24, 2023.

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