https://valentina-lujan.es/Z/papelesbaul1.pdf
cuando al cabo de mucho revolver sin rumbo me vino a los ojos A María Eulalia pensé esperanzado que había encontrado el principio, el hilo del que tirar.
El formato, y la letra cursiva, me indujeron a suponer que se trataba de una dedicatoria, esa que algunos escritores ponen en sus libros, a mano derecha y en pequeñito, en la página siguiente a la del título; o quizás de una cita de otro autor, aunque en tal caso lo normal es que figure el nombre de dicho autor, y aquí no había ningún nombre.
Así que, entre eso y que enseguida me di cuenta de que las primeras frases me sonaban o, es más, recordaba perfectamente haber leído entre el maremágnum de papeles unos párrafos exactos, idénticos palabra por palabra y punto por punto a los tres primeros del papel que tenía en la mano, entendí, o deduje, que se trataba no de dedicatoria o cita sino, tan sólo, de una nota en la que se informaba a la tal María Eulalia de que, como seguramente ella sabía de qué le estaba hablando, lo mejor para no aburrirse era que fuese directamente a una página 24 que quien redactase la nota en cuestión escribiría cuando regresara de abrir la puerta.
Consideré, por tanto, que una forma inteligente de proceder sería, aunque no soy María Eulalia ni sabía ―como al parecer si sabía ella― de qué iba la cosa, buscar la página 24 y, una vez allí, empezar a organizarme.
Pero no iba a ser fácil. No iba a ser fácil y así se lo advertí a mi jefa, o, bueno, mejor diré empleadora, cuando la llamé desalentado.
–Ni fácil ni rápido ―le dije―, y quiero que usted lo sepa porque….
‒ ¡Pero sí lo sé! ―atajó en tono casi festivo, (que noté que sonreía) ― Ni fácil ni rápido pero sí entretenido ―y, tras una breve pausa, (tuve la sensación de que fumaba, porque me pareció que echaba el humo)– ¿O no?
–Sí, muy entretenido sí; el baúl está lleno, cientos o miles de papeles y muchos de ellos sin numerar. Por eso quiero que usted lo sepa porque no quiero que luego…
–Ah, “luego” ―volvió a atajar―. Pero eso será cuando estén ordenados, y usted me termina de decir que le va a llevar un tiempo.
‒Pues, por eso mismo; que no quiero que luego usted me venga con quejas y reproches de que…
–¡Pero si lo he visto hacer puzles! ―sin dejarme terminar, para, total, hacer una nueva pausa que me afianzó en la idea de que era fumadora, (que escuché el chasquido de un mechero), muy fumadora. Y cuando hubo echado el humo continuó–: ¿Qué me quiere contar?
–Pues que sí; que usted ha podido verme haciendo puzles con el móvil, sí, en la cafetería. Pero yo soy un hombre de palabra, muy responsable, y no quiero que por eso de los puzles piense que…
–¿Y qué pienso? ¿Qué puedo pensar sino que es usted la persona ideal?
Y que me tranquilizase. Y que ahora tenía un poco de prisa y tenía que colgar. Pero a última hora de la tarde pasaría a hacerme una visita.
Miré el reloj y eran poco más de las once; disponía de tres horas y pico para seguir hurgando antes de acudir a la cita que tenía para comer. No con ella, claro; con ella no tenía ninguna amistad, ni apenas un poquito de confianza, que la conocía tan solo de haberla visto en la cafetería de al otro lado de la calle, y siempre a la hora de desayunar.
Así que seguí hurgando a ver si lograba sacar algo en claro; hurgando y fumando, igual que ella; mira, me dije, algo tenemos en común.
Lo cierto, para decir toda la verdad, es que los papeles no estaban todos sueltos; había tres o cuatro pequeños manojos de folios sujetos con su pinza metálica en los que, en un trozo de papel pequeño y escrito a mano, se leía una frase que pudiera ser un título, o serlo al menos en el caso de este que tomo como ejemplo y que rezaba:
Coordenada ni polar ni cartesiana
6 archivos
Orden alfabético
Y sí; el manojo ―de poco más de una treintena de folios― estaba dividido en seis grupitos que hojeé para no encontrar la razón por la que a aquel orden se le pudiese llamar alfabético, pero sí algunos detalles que me dieron indicio de que alguna relación había entre ellos.
El primero — compuesto a su vez por 13 folios que en aquella primera ojeada no conté ni, por supuesto, leí — y el segundo — a cuyo texto y a pesar de haber podido leerlo de un solo vistazo tampoco presté atención — llevaban un cartabón en el ángulo superior izquierdo; y en el derecho, con un número 15 dentro y encerrado en un pequeño círculo, una ilustración pequeñita que, sobre el papel en blanco y negro, no pude distinguir qué podría ser. Pude ver sí, y usted también puede verlo — no se desespere, que podrá si tiene un poquito de paciencia, que ya me he preocupado yo de ponérselo a color — que tanto en uno como en...
Etiqueta: Papeles
Categoría: Telas de araña