About the work
http://valentina-lujan.es/E/elmiradoracris.pdf
del tercer piso porque la tía soltera de la esposa de don Aniceto — que como teníamos sin duda que recordar { y si no recordábamos para qué, preguntaba don Aurelio, queríamos los apuntes y que pues entonces los consultásemos o, el que quisiera subir nota (como los había tan ansiosos que no se conformaban con el aprobado), el tomo de la Enciclopedia Universal correspondiente donde, concretamente en la sección de Historia, venían las semblanzas y hazañas de los personajes más insignes de la Nuestra con mayúscula aunque sin despreciar (que sus méritos tendrían) las de los romanos y los fenicios y los godos que, y don Aurelio lo lamentaba pero así eran las cosas, eran, sí, pero de los vecinos con los que por cuestiones territoriales no nos tratábamos } era aquel señor tan bondadoso que como todos los caballeros metidos en años y algo gruesos lisonjeaba a todas las feas con las que se cruzaba —, que había venido para que la vieran los médicos no se quería marchar, tan cabezona como era además de muy caprichosa, a su pueblo sin que quedara constancia y huella de su paso pero bajar las escaleras no podía porque padecía de vértigos o, si lográbamos dar esquinazo a esta buena señora tan cargante, del trasterillo del semisótano que era donde debía a juicio de una ‟mamá” que no menos testaruda era sin embargo muy querida estar el baúl medio desvencijado y mohoso del que con tanta pasión (contenida, porque detestaba los excesos y si te descuidas, decía, te pasas al histrionismo y destrozas la escena) abominaba aunque esa opción hubo que descartarla porque, y eso podía entenderlo cualquiera en cuanto se le tradujese a su idioma porque si para el baúl (cuatro renglones más arriba en rojo) era el lugar perfecto, para el trasterillo del semisótano (en el renglón inmediatamente superior al baúl y en azul) no cabía el pensarse, por más vueltas que se diera a la cosa o muy bien que se pudiese traducir, en ningún mirador.
La señorita Marcela, por una vez en la vida y tan insufrible como era, sonrió complacida al terminar el ensayo general y dijo ‟así me gusta, a seis voces y cada cual en su color y sin pisarse; que cuando no estáis a lo que tenéis que estar y entráis a destiempo se organiza un griterío que me pone la cabeza loca”; que lo dijo así, en color ciruela, para que su voz no se confundiera con las otras pero que, y eso por favor en negrita y subrayado aunque en su mismo color, alguien se ocupara de colocar las cosas en los lugares adecuados o, que podría solucionarse con un par de tachones (naranja, que no había nada y si no luego era un lío), modificar el guion.
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100% human created
Declaration Date:
3/31/24, 1:27 PM
Identification level:
Low
Fictional content
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3/31/24, 1:27 PM
Identification level:
Low
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Title El mirador acristalado
http://valentina-lujan.es/E/elmiradoracris.pdf
del tercer piso porque la tía soltera de la esposa de don Aniceto — que como teníamos sin duda que recordar { y si no recordábamos para qué, preguntaba don Aurelio, queríamos los apuntes y que pues entonces los consultásemos o, el que quisiera subir nota (como los había tan ansiosos que no se conformaban con el aprobado), el tomo de la Enciclopedia Universal correspondiente donde, concretamente en la sección de Historia, venían las semblanzas y hazañas de los personajes más insignes de la Nuestra con mayúscula aunque sin despreciar (que sus méritos tendrían) las de los romanos y los fenicios y los godos que, y don Aurelio lo lamentaba pero así eran las cosas, eran, sí, pero de los vecinos con los que por cuestiones territoriales no nos tratábamos } era aquel señor tan bondadoso que como todos los caballeros metidos en años y algo gruesos lisonjeaba a todas las feas con las que se cruzaba —, que había venido para que la vieran los médicos no se quería marchar, tan cabezona como era además de muy caprichosa, a su pueblo sin que quedara constancia y huella de su paso pero bajar las escaleras no podía porque padecía de vértigos o, si lográbamos dar esquinazo a esta buena señora tan cargante, del trasterillo del semisótano que era donde debía a juicio de una ‟mamá” que no menos testaruda era sin embargo muy querida estar el baúl medio desvencijado y mohoso del que con tanta pasión (contenida, porque detestaba los excesos y si te descuidas, decía, te pasas al histrionismo y destrozas la escena) abominaba aunque esa opción hubo que descartarla porque, y eso podía entenderlo cualquiera en cuanto se le tradujese a su idioma porque si para el baúl (cuatro renglones más arriba en rojo) era el lugar perfecto, para el trasterillo del semisótano (en el renglón inmediatamente superior al baúl y en azul) no cabía el pensarse, por más vueltas que se diera a la cosa o muy bien que se pudiese traducir, en ningún mirador.
La señorita Marcela, por una vez en la vida y tan insufrible como era, sonrió complacida al terminar el ensayo general y dijo ‟así me gusta, a seis voces y cada cual en su color y sin pisarse; que cuando no estáis a lo que tenéis que estar y entráis a destiempo se organiza un griterío que me pone la cabeza loca”; que lo dijo así, en color ciruela, para que su voz no se confundiera con las otras pero que, y eso por favor en negrita y subrayado aunque en su mismo color, alguien se ocupara de colocar las cosas en los lugares adecuados o, que podría solucionarse con un par de tachones (naranja, que no había nada y si no luego era un lío), modificar el guion.
Work type Literary: Other
Tags prosa, algarabías
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2304063994077
Entry date Apr 6, 2023, 5:29 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Valentina Luján. Date Apr 6, 2023.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2304063994077-el-mirador-acristalado