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Eran tiempos convulsos en la empresa donde yo trabajaba. Un cambio de accionistas había provocado el derrumbe de la estructura organizativa con entradas y salidas de directivos y modificación de funciones. Yo no sé si puedo considerar que tuve buena suerte por haber podido mantenerme en mi puesto. Pasé de depender de uno de los mejores directores a caer en manos de un aprendiz. Ambos nos conocíamos desde hacía años y la nuestra era una relación discreta pero cordial. Pablo,