No me quisieron escuchar. Ni siquiera tuve la oportunidad de explicar los motivos que me impidieron llegar a tiempo a mi destino. Alegaron que había abandonado una misión y que no había perdón para semejante delito. El veredicto del Comité Militar Revolucionario fue unánime: culpable de deserción.
Cuando acepté unirme al Ejército Rojo lo único que quería era ayudar a los campesinos a luchar contra el hambre y la miseria, confiando en las promesas de "pan, trabajo y libertad" que pregonaba L