Con qué perturbadora frecuencia, por vagancia o abulia, o por la combinación de ambas, el dulce velo de la cortesía se rasga y se renuncia —con o sin conciencia clara de ello— al ingrediente esencial para enriquecer las relaciones y consolidar las experiencias compartidas: la afabilidad.
Con qué lamentable constancia se omite lo que siempre ha de reconocerse como un testimonio espontáneo de felicidad, de alegría, de satisfacción, aunque sea puntual, efímero, instantáneo; y cómo esta preocupan