Con su encabezado y su todo de siempre
12/26/2023
2312266483236

About the work

https://valentina-lujan.es/R/consuencabez.pdf
– Y bien — estaba yo sentado en la mesa de siempre cuando mi amigo entró en el Cofee & shop a grandes zancadas y, a saco, sin preámbulos, en materia apenas nos hubimos saludado preguntando —, ¿has desentrañado el enigma?
– No — Repliqué también sin preámbulos.
– No te creo — Contestó apartando la silla y sentándose.
– Pues es la verdad.
– ¿Toda la verdad? — Encendiendo un cigarrillo.
– Bueno, casi toda…
– O lo has desentrañado o no lo has desentrañado; no caben medias tintas — Soltando una bocanada de humo que ascendió, azulado, en volutas que se fueron agrandan… — ¡Y deja de garabatear gilipolleces! ¿Quieres?
– Está bien — Y dejé el bolígrafo sobre la mesa — Pero, ¿sabes? — Recuerdo que suspiré —: no es tan sencillo.
– Ya sabemos que sencillo no es. Y como no es sencillo no pasa nada por no haberlo desentrañado aun; no es ningún fracaso del que haya que avergonzarse, no tienes por tanto que esconderte tras ningunas estúpidas volutas azuladas que ascenderán, ¡claro que ascenderán!, y se irán agrandando como se agrandan todas las malditas volutas de toda la vida de Dios desde que el mundo es mundo… ¡Joder!
– ¿Pero por qué te enfadas?
– Porque me cabrea que te andes por las ramas, eludiendo la verdad como un cobarde. Porque un escritor no debe ser cobarde nunca, que lo sepas, sino afrontar su obra como se afronta la vida misma, ¿entiendes?, al hilo del instante y no dejando la existencia en punto muerto como si pudiera detenerse el tiempo, a voluntad, en espera de que uno se aclare. El escritor tiene que tirar para adelante, métetelo en la cabeza, y si te equivocas ya está hecho, y todo cuanto puedes hacer es aprovecharte, sacarle partido al error y utilizarlo, como punto de inflexión, como catarsis que te liberará de los miedos que te tienen paralizado… ¿O no te tienen paralizado?
– Sí — Admito.
– ¿Y qué te estoy diciendo que tienes que hacer en tal caso?
– Equivocarme.
– ¡Hombre, tampoco es que haya que tomárselo tan al pie de la… Pero, si tú quieres…
– No sé si quiero. Ni siquiera sé si tú quieres que quiera.
– ¿Te decides o qué?
– De acuerdo — volví a suspirar —: Sí lo he desentrañado.
– ¿Ves cómo cuando se te aprietan las clavijas arrancas?
– Sí. Veo cómo… Y eso es lo que me preocupa porque me doy cuenta, o bueno, fue Lola en realidad quien se…
– ¿Lola?
– Mi asistenta, ¿no te acuerdas?
– No.
– Pero sí, hombre — le digo — la contraté, cuando … Lo de Manolita…
– ¿Qué Manolita?
– Hombre, que tienes que acordarte… Ah, ¡aquí está! :












– Se dio cuenta, te decía — continué — de que tenía un fallo bastante…
– ¿Manolita?
– No — yo — Lola se dio cuenta de que tenía un fallo bastante… Muy de bulto, muy evidente. Y que por eso no podía…, pues, eso, decírtelo…
– ¿Qué sabrá Lola?
– No sé lo que sabrá. Pero, si no llega a ser por ella…
– Si no llega a ser por ella… ¿Qué?
– Pues que ahora te estaría contando algo increíble.
– ¿Y no me lo vas a contar? ¿No me vas a contar algo increíble sólo porque Lola es, a tu parecer, muy observadora?
– Muy observadora es Manolita. Que lo mira todo con esos ojitos… ¡Pero Lola no es tonta!
– ¡Y qué culpa tendré yo de que Lola no sea tonta!
– No, si culpa no; si ella misma me ha advertido de que la culpa no habría de ser tuya en ningún caso. Es más, en un rasgo de generosidad, se ha ofrecido a que ni siquiera el culpable sea yo y a asumir, ella sola, todo el peso de la culpa.
– ¿Pero es que tiene por fuerza que haber un culpable?
– Pues, tal y como están las cosas, parece que no va a quedarnos más remedio.
– Bueno, tú explícate — se había ido calmando bastante, y su tono ahora me hacía sentir reconfortado — y ya veremos qué es lo que pasa.
Y me coloqué, para él, unos minutos antes de las nueve de la mañana, sentado frente a la mesa de mi despacho, con los folios delante y el post-it encima — que no quise ni tocarlo para no alterar nada — en espera de que Lola llegase.
– Tan pronto escuché el repiquetear de sus tacones por el pasillo — le conté, aunque también habría servido que le dijese “tan pronto escuché la llave en la cerradura y cómo a continuación cerraba la puerta”, pero me pareció que como él no conocía a Lola el taconeo (aunque omití añadir “vivo”, vivo repiquetear por no enfadarlo de nuevo y protestara que el repiquetear de unos tacones es vivo siempre o no es repiquetear y que hiciera el jodido favor de no detenerme en chorradas) le daría una imagen más cabal de cómo es su aspecto — le di los buenos días alzando la voz y le pedí que, por favor, viniese al despacho.
– Ah. Ha madrugado — Dijo depositando el bolso sobre uno de los sillones.
– Si, para verla. Necesito que hablemos.
– Y le pedí — le dije a él — que rodeara la mesa y se colocase a mi lado para mirar los folios de frente.
– ¿Los folios? — Dijo él.
– Sí — dije yo —: unos folios marginales que ya ni sirven ni vienen al caso porque todo...

Etiqueta: Papeles

Literary: Other
prosa
papeles
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https://valentina-lujan.es/R/consuencabez.pdf
– Y bien — estaba yo sentado en la mesa de siempre cuando mi amigo entró en el Cofee & shop a grandes zancadas y, a saco, sin preámbulos, en materia apenas nos hubimos saludado preguntando —, ¿has desentrañado el enigma?
– No — Repliqué también sin preámbulos.
– No te creo — Contestó apartando la silla y sentándose.
– Pues es la verdad.
– ¿Toda la verdad? — Encendiendo un cigarrillo.
– Bueno, casi toda…
– O lo has desentrañado o no lo has desentrañado; no caben medias tintas — Soltando una bocanada de humo que ascendió, azulado, en volutas que se fueron agrandan… — ¡Y deja de garabatear gilipolleces! ¿Quieres?
– Está bien — Y dejé el bolígrafo sobre la mesa — Pero, ¿sabes? — Recuerdo que suspiré —: no es tan sencillo.
– Ya sabemos que sencillo no es. Y como no es sencillo no pasa nada por no haberlo desentrañado aun; no es ningún fracaso del que haya que avergonzarse, no tienes por tanto que esconderte tras ningunas estúpidas volutas azuladas que ascenderán, ¡claro que ascenderán!, y se irán agrandando como se agrandan todas las malditas volutas de toda la vida de Dios desde que el mundo es mundo… ¡Joder!
– ¿Pero por qué te enfadas?
– Porque me cabrea que te andes por las ramas, eludiendo la verdad como un cobarde. Porque un escritor no debe ser cobarde nunca, que lo sepas, sino afrontar su obra como se afronta la vida misma, ¿entiendes?, al hilo del instante y no dejando la existencia en punto muerto como si pudiera detenerse el tiempo, a voluntad, en espera de que uno se aclare. El escritor tiene que tirar para adelante, métetelo en la cabeza, y si te equivocas ya está hecho, y todo cuanto puedes hacer es aprovecharte, sacarle partido al error y utilizarlo, como punto de inflexión, como catarsis que te liberará de los miedos que te tienen paralizado… ¿O no te tienen paralizado?
– Sí — Admito.
– ¿Y qué te estoy diciendo que tienes que hacer en tal caso?
– Equivocarme.
– ¡Hombre, tampoco es que haya que tomárselo tan al pie de la… Pero, si tú quieres…
– No sé si quiero. Ni siquiera sé si tú quieres que quiera.
– ¿Te decides o qué?
– De acuerdo — volví a suspirar —: Sí lo he desentrañado.
– ¿Ves cómo cuando se te aprietan las clavijas arrancas?
– Sí. Veo cómo… Y eso es lo que me preocupa porque me doy cuenta, o bueno, fue Lola en realidad quien se…
– ¿Lola?
– Mi asistenta, ¿no te acuerdas?
– No.
– Pero sí, hombre — le digo — la contraté, cuando … Lo de Manolita…
– ¿Qué Manolita?
– Hombre, que tienes que acordarte… Ah, ¡aquí está! :












– Se dio cuenta, te decía — continué — de que tenía un fallo bastante…
– ¿Manolita?
– No — yo — Lola se dio cuenta de que tenía un fallo bastante… Muy de bulto, muy evidente. Y que por eso no podía…, pues, eso, decírtelo…
– ¿Qué sabrá Lola?
– No sé lo que sabrá. Pero, si no llega a ser por ella…
– Si no llega a ser por ella… ¿Qué?
– Pues que ahora te estaría contando algo increíble.
– ¿Y no me lo vas a contar? ¿No me vas a contar algo increíble sólo porque Lola es, a tu parecer, muy observadora?
– Muy observadora es Manolita. Que lo mira todo con esos ojitos… ¡Pero Lola no es tonta!
– ¡Y qué culpa tendré yo de que Lola no sea tonta!
– No, si culpa no; si ella misma me ha advertido de que la culpa no habría de ser tuya en ningún caso. Es más, en un rasgo de generosidad, se ha ofrecido a que ni siquiera el culpable sea yo y a asumir, ella sola, todo el peso de la culpa.
– ¿Pero es que tiene por fuerza que haber un culpable?
– Pues, tal y como están las cosas, parece que no va a quedarnos más remedio.
– Bueno, tú explícate — se había ido calmando bastante, y su tono ahora me hacía sentir reconfortado — y ya veremos qué es lo que pasa.
Y me coloqué, para él, unos minutos antes de las nueve de la mañana, sentado frente a la mesa de mi despacho, con los folios delante y el post-it encima — que no quise ni tocarlo para no alterar nada — en espera de que Lola llegase.
– Tan pronto escuché el repiquetear de sus tacones por el pasillo — le conté, aunque también habría servido que le dijese “tan pronto escuché la llave en la cerradura y cómo a continuación cerraba la puerta”, pero me pareció que como él no conocía a Lola el taconeo (aunque omití añadir “vivo”, vivo repiquetear por no enfadarlo de nuevo y protestara que el repiquetear de unos tacones es vivo siempre o no es repiquetear y que hiciera el jodido favor de no detenerme en chorradas) le daría una imagen más cabal de cómo es su aspecto — le di los buenos días alzando la voz y le pedí que, por favor, viniese al despacho.
– Ah. Ha madrugado — Dijo depositando el bolso sobre uno de los sillones.
– Si, para verla. Necesito que hablemos.
– Y le pedí — le dije a él — que rodeara la mesa y se colocase a mi lado para mirar los folios de frente.
– ¿Los folios? — Dijo él.
– Sí — dije yo —: unos folios marginales que ya ni sirven ni vienen al caso porque todo...

Etiqueta: Papeles
Work type Literary: Other
Tags prosa, papeles

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Identifier 2312266483236
Entry date Dec 26, 2023, 7:43 PM UTC
License All rights reserved

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Author. Holder Las de Maluenda. Date Dec 26, 2023.


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