About the work
https://valentina-lujan.es/V/version9a.pdf
La respuesta no parece, en un principio, que pueda resultar problemática a menos, naturalmente, que perdamos el hilo o el sentido común…
– ¿O ya lo hemos perdido? — Preguntaba doña Finita siempre, tan inocentona, sin darse cuenta de que en cuanto lo decía todo el mundo se orientaba.
El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― “¡una cosa tan corriente!”; y reía doña Finita con sus labios pintados ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…
Bueno, pues no sabemos, pero la cajita de rapé del tío Mauricio.
¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza —la sonrisa apacible de doña Finita se helaba; pero seguía como si tal cosa, disimulando por si no lo habíamos notado — de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.
Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…
Bueno, mira: es igual.
El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese (y con la circunstancia a favor de que doña Finita detestaba lo que ella llamaba “engorrosas labores detectivescas”) buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en rememorar como ambrosía…
Así: sin esperarlo.
La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales , éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Carvajal ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Ascensión ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar “¡lo que hay que oír!” Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender “ea”.
–“Ea” ― doña Ascensión ―, no; Priscila.
– Pero, ¿cómo ― la Carvajal ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Ascensión, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me saque de quici… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?
–Ya. Si no ― doña Ascensión ―: si algo sí. A lo que voy es a que…
–Lo que ella está queriendo decir ― la Carvajal corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo...
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100% human created
Declaration Date:
12/20/23, 2:23 PM
Identification level:
Low
Fictional content
Declaration Date:
12/20/23, 2:23 PM
Identification level:
Low
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Title Quiénes somos (versión 9a)
https://valentina-lujan.es/V/version9a.pdf
La respuesta no parece, en un principio, que pueda resultar problemática a menos, naturalmente, que perdamos el hilo o el sentido común…
– ¿O ya lo hemos perdido? — Preguntaba doña Finita siempre, tan inocentona, sin darse cuenta de que en cuanto lo decía todo el mundo se orientaba.
El hilo, que sería lo grave; porque el sentido común ― “¡una cosa tan corriente!”; y reía doña Finita con sus labios pintados ―, cuánto ni qué puede importar cuando, además, nos queda el propio, de infinitamente mayor enjundia y entidad. Y si lo hemos perdido, Dios no lo quiera, sí que la habremos liado porque nos pasará como, hace apenas unos días sin ir más lejos, nos sucedió a nosotros en nuestras propias carnes mortales cuando buscando… pues qué podía estar siendo, que así al pronto no caemos…
Bueno, pues no sabemos, pero la cajita de rapé del tío Mauricio.
¿Qué estábamos diciendo? Ah, ya: que para coger la pinza —la sonrisa apacible de doña Finita se helaba; pero seguía como si tal cosa, disimulando por si no lo habíamos notado — de la ropa con que sujetar el estor averiado del cuarto de estar y poder así abrir la ventana… Pero tampoco vamos a extendernos en eso porque, nos figuramos, quien más quien menos ya cuenta con sus trucos propios para abrir sus ventanas.
Además, la ventana la terminábamos de cerrar; así que, la pinza…
Bueno, mira: es igual.
El caso es en resumidas cuentas que fuera por la razón que fuese (y con la circunstancia a favor de que doña Finita detestaba lo que ella llamaba “engorrosas labores detectivescas”) buscábamos algo y derramamos, sin quererlo, la copa de algún néctar repuntado que nuestra memoria se obstinó en rememorar como ambrosía…
Así: sin esperarlo.
La dejamos hacer ― a la memoria ― y, con deleite, lo aplicamos ― el néctar ― con las yemas de los dedos en las sienes, y en el cuello, y detrás de las orejas y en la frente, y aspiramos el olor evanescente del antaño mientras se demoraba ella por entre los jirones de las tardes ociosas en que, lejos de los lugares más o menos comunes que hoy se nos figuran tan exóticos, lejos también de sospechar siquiera que pudiera existir un “mañana” distinto de aquellos que se desperezaban en amaneceres tan iguales , éramos algo que, por cierto, la última vez que alguien lo mencionó ya dio problemas porque ― la más corpulenta de las Carvajal ― que pero, bueno, eso es muy elástico…
– ¿Elástico? ― Doña Ascensión ― ¿Cómo cuánto exactamente de elástico?
–Como muchíssssimo― acompañando su ese tan larga, la otra, con un movimiento amplio y lento de la mano.
– ¡Vaya por Dios! ― cabeceando ésta como quien se contiene para no exclamar “¡lo que hay que oír!” Y, girándose a su propia hermana ―: ¿Qué te parece?
Y la hermana se limitó a ladear un poquito la cabeza y volverla a enderezar como queriendo dar a entender “ea”.
–“Ea” ― doña Ascensión ―, no; Priscila.
– Pero, ¿cómo ― la Carvajal ― que ea, no?
–Pues como que no, sencillamente.
–Mira, Ascensión, yo tengo mucha, pero que muchísima correa, pero, si hay algo que verdaderamente me saque de quici… Porque, ¿quién no ha sido, si es que alguien me lo puede explicar, algo a lo largo de su vida alguna vez?
–Ya. Si no ― doña Ascensión ―: si algo sí. A lo que voy es a que…
–Lo que ella está queriendo decir ― la Carvajal corpulenta también pero algo menos, dando a la hermana suya unos suaves golpecitos con sus dedos en el antebrazo ― es que quién no ha sido algo alguna vez aunque no fuera lo...
Work type Literary: Other
Tags prosa, versiones
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Registry info in Safe Creative
Identifier 2312206444396
Entry date Dec 20, 2023, 2:23 PM UTC
License All rights reserved
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Copyright registered declarations
Author. Holder Teresita Ledesma. Date Dec 20, 2023.
Information available at https://www.safecreative.org/work/2312206444396-quienes-somos-version-9a-