El bodegón de las perdices
12/28/2010
1012278145207

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https://valentina-lujan.es/E/El%20bodeg%C3%B3n%20de%20las%20perdices.pdf

Lo habíamos intentado todo, desde retirarlo hasta
sustituirlo hasta, pasando por darle la vuelta y ponerlo de
cara a la pared, llegar a plantearnos muy seriamente el
taparlo; pero fueron, todas estas y otras muchas de las que
se le fueron ocurriendo a los miembros más aguerridos de las
sucesivas generaciones, soluciones cuya impracticabilidad
había empezado a tomar cuerpo como posibilidad muy en
embrión, a largo plazo, de forma un tanto casual un día de
invierno en que se habían reunido felizmente... «o no tan
felizmente si vamos a ser sinceros» — y la tía Rimalda sonrió
con un encogimiento de hombros como diciendo «pero qué se
va a hacer» — aunque sí satisfechos todos de la buena
gestión que cada cual, por cierto, dijo, se atribuía — y la gran
princesa Nibarunda barrió con una mirada circular el salón
levantando un poquito las cejas, movió levemente la cabeza a
ambos lados y, tras exhalar un breve suspiro, musito «eso
pasa con frecuencia» y que qué iba nadie a contarle a ella —,
llevada a cabo para conseguir, a base de un verdadero
derroche de diplomacia y mano izquierda, que unos y otros se
aviniesen a soslayar sus respectivas dificultades anulando o
posponiendo compromisos y citas consignados en las
respectivas agendas.
Era un ritual, contó, que se celebraba desde muy
antiguo y todos los asistentes se mostraban de acuerdo en
que estaba bien «es agradable después de todo — repetía la
detectora implacable de carcomas sistemáticamente, sin
omitir jamás su sonrisita bobalicona ni modificar una sola
palabra de una vez para otra — esto de verse, aunque sea de
tarde en tarde, y comentar, cambiar impresiones y, si sobra
tiempo, charlar un poquito de esto y de lo otro»; era muy
grato, sí, estar juntos, corroborándolo cada cual con sus
propios tópicos acuñados desde tiempo inmemorial.
Sobró tiempo, dijo, sin embargo; sobró tiempo y
todo el mundo lo achacó a que al faltar don Diocleciano —
fallecido meses atrás en circunstancias que dijo la prima
viuda del conde de la Calzada no iban al caso encareciendo,
eso sí, cuánto había que celebrar lo muy poquito que había
sufrido porque no le dio tiempo a enterarse de nada y
añadiendo, tras suspirar muy profundamente y llevarse a los
ojos la servilletita de té «¿quién tuviera una muerte tan
dulce?», y que Dios lo tuviese en su gloria tan hablador y tan
dicharachero y tan simpático — las frases que no pudo decir...
Etiqueta: De entre los papeles de un baulito chino
Categoría: Localizaciones (Una tal Melibea)

Literary: Other
de entre los papeles de un baulito chino
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Title El bodegón de las perdices
https://valentina-lujan.es/E/El%20bodeg%C3%B3n%20de%20las%20perdices.pdf

Lo habíamos intentado todo, desde retirarlo hasta
sustituirlo hasta, pasando por darle la vuelta y ponerlo de
cara a la pared, llegar a plantearnos muy seriamente el
taparlo; pero fueron, todas estas y otras muchas de las que
se le fueron ocurriendo a los miembros más aguerridos de las
sucesivas generaciones, soluciones cuya impracticabilidad
había empezado a tomar cuerpo como posibilidad muy en
embrión, a largo plazo, de forma un tanto casual un día de
invierno en que se habían reunido felizmente... «o no tan
felizmente si vamos a ser sinceros» — y la tía Rimalda sonrió
con un encogimiento de hombros como diciendo «pero qué se
va a hacer» — aunque sí satisfechos todos de la buena
gestión que cada cual, por cierto, dijo, se atribuía — y la gran
princesa Nibarunda barrió con una mirada circular el salón
levantando un poquito las cejas, movió levemente la cabeza a
ambos lados y, tras exhalar un breve suspiro, musito «eso
pasa con frecuencia» y que qué iba nadie a contarle a ella —,
llevada a cabo para conseguir, a base de un verdadero
derroche de diplomacia y mano izquierda, que unos y otros se
aviniesen a soslayar sus respectivas dificultades anulando o
posponiendo compromisos y citas consignados en las
respectivas agendas.
Era un ritual, contó, que se celebraba desde muy
antiguo y todos los asistentes se mostraban de acuerdo en
que estaba bien «es agradable después de todo — repetía la
detectora implacable de carcomas sistemáticamente, sin
omitir jamás su sonrisita bobalicona ni modificar una sola
palabra de una vez para otra — esto de verse, aunque sea de
tarde en tarde, y comentar, cambiar impresiones y, si sobra
tiempo, charlar un poquito de esto y de lo otro»; era muy
grato, sí, estar juntos, corroborándolo cada cual con sus
propios tópicos acuñados desde tiempo inmemorial.
Sobró tiempo, dijo, sin embargo; sobró tiempo y
todo el mundo lo achacó a que al faltar don Diocleciano —
fallecido meses atrás en circunstancias que dijo la prima
viuda del conde de la Calzada no iban al caso encareciendo,
eso sí, cuánto había que celebrar lo muy poquito que había
sufrido porque no le dio tiempo a enterarse de nada y
añadiendo, tras suspirar muy profundamente y llevarse a los
ojos la servilletita de té «¿quién tuviera una muerte tan
dulce?», y que Dios lo tuviese en su gloria tan hablador y tan
dicharachero y tan simpático — las frases que no pudo decir...
Etiqueta: De entre los papeles de un baulito chino
Categoría: Localizaciones (Una tal Melibea)
Work type Literary: Other
Tags de entre los papeles de un baulito chino

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Identifier 1012278145207
Entry date Dec 28, 2010, 11:42 AM UTC
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Author. Holder Bermeral. Date Dec 27, 2010.


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