El vigía del acantilado
Nuestro drago nació allí, hijo de ninguna parte; creció en aquel escarpado risco huyendo de sus enemigas las cabras. Estas habían devorado a sus hermanos cuando aún eran retoños vulnerables; los consideraban manjares exquisitos. Los de su especie se veían cada vez más relegados a lejanos reductos.