Si hay un cambio en el urbanismo de los últimos años que ha suscitado interés y controversia es el urbanismo táctico. Su expansión por todo el planeta es evidente, desde ciudades del sur global hasta capitales financieras o turísticas, las operaciones de urbanismo táctico han redibujado las ciudades. Hablemos del origen, conflictos y oportunidades para redibujar nuestras ciudades y mejorar la vida de los que las habitan.
Como idea es sencilla. Se trata de plantear nuevos esquemas urbanos de una forma no definitiva y sin generar costosas obras. Esas «pruebas» se utilizan para testear y valorar su funcionamiento, su afectación a los ciudadanos, el tráfico, etc. Una vez valoradas todas las variables y casuísticas, se puede proceder a establecer esos cambios de forma permanente, con las modificaciones necesarias o, por el contrario, retirar el proyecto.
Táctica y estrategia
Michel de Certau, fue quien implementó este término, en un libro fruto de una investigación que la DGRST (Délégation générale à la recherche scientifique et technique) le solicita para analizar los problemas de la cultura y la sociedad francesa. La investigación se sitúa entre 1974 y 1978, y se publica en 1979 en dos tomos: La invención de lo cotidiano: 1. Artes de hacer y La invención de lo cotidiano 2. Habitar, cocinar.
En esos textos De Certau contrapone táctica a estrategia. La primera parte de la ligereza y la fragilidad asumiéndola, la segunda pretende ser firme y rotunda. Pero es en el grupo de trabajo Next Generation of New Urbanist, en el Nueva Orleans del año 2010, donde se implanta el término propiamente dicho. Mike Lydon y Anthony Garcia publican entonces el libro Tactical Urbanism: Short-Term Action, Long-Term Change, considerado el origen del urbanismo táctico actual.
Vagos y maleantes
En el tardo-franquismo hubo un ministro, reconvertido a demócrata por arte de magia, que se hizo popular, o mejor dicho impopular, con una ley llamada «de vagos y maleantes». Esa ley tenía infinidad de aplicaciones dañinas para todo tipo de personas y colectivos. Una de las más llamativas era la idea de que si alguien estaba en la calle sin hacer nada, se convertía en sospechoso, incluso podía ser detenido, si no era capaz de argumentar que hacía en la vía pública.
El concepto era evidente, la ciudad estaba pensada o bien para trasladarse o bien para consumir. El resto era vagabundear, y eso era propio de maleantes. Han pasado más de cincuenta años para que sea posible crear espacios urbanos, que no sean parques, y no estén destinados a nada «productivo». Es decir, lugares que no están programados para producir o consumir.
Menos coches más vida
El objetivo final es sacar los coches del centro de las ciudades. Y ¿por qué? Hay quien dice que es una cuestión ideológica. Me pregunto qué no lo es a estas alturas, pero veamos unos datos: En Barcelona se producen cada año más de 1.000 muertes prematuras, más de 2.000 casos de enfermedad grave y más de 1.000 casos de asma infantil causados o agravados por la contaminación, según el Informe de Calidad del aire (2019), de la Agència de Salut Pública de Barcelona. Y, por otro lado, en ese mismo estudio, se encontró que los niños y niñas expuestos a entornos urbanos más contaminados tenían un rendimiento cognitivo más lento en comparación con aquellos que estudiaban en áreas menos contaminadas.
Creo que esos datos deberían desarticular cualquier debate sobre la complicación de ir en coche por la ciudad, que inevitablemente ha de pasar a un segundo plano ante ese enorme problema de salud pública. Ya no digo los absurdos debates sobre si la gráfica implementada en las zonas ganadas al coche era de buen gusto. Es una discusión que solo pretende desviar la atención del tema principal, y es que hay quien prioriza su confort personal al bienestar común.
Redibujando la ciudad
Los elementos más visibles de esas pruebas piloto son predominantemente gráficos. La grafica se utiliza para señalizar e indicar los cambios de función de los espacios urbanos. Una calle que antes estaba ocupada por coches se hace peatonal y se crean espacios de recreo. Una pintura a topos nos está diciendo sin palabras lo que sería largo de contar. De hecho, esa pintura es también táctica. Se trata de informar al transeúnte que algo distinto está ocurriendo en ese espacio. Es llamativa porqué se trata de un espacio novedoso.
El diseño como aliado
Es interesante ver lo que puede hacer el diseño en este contexto. El pasado año la asociación ADGFAD otorgó el Gran Laus (el premio de diseño gráfico más prestigioso de España) al sistema gráfico creado por Arauna Studio para el urbanismo táctico del Ayuntamiento de la ciudad. El jurado dijo que el sistema «se plantea como una caja de herramientas de código abierto, interpretable por los equipos del consistorio encargados de ejecutar las diferentes actuaciones en calles y entornos humanos pacificados y que este sistema aporta, por un lado, un código fácilmente reconocible que facilita el uso del espacio urbano y, por otro lado, humaniza las áreas asfaltadas». Creo que no hay mejor definición de lo que el diseño puede hacer por el urbanismo táctico, señalizar, hacer comprensible y humanizar.
Pasemos de lo táctico a lo estratégico
Es un tema complejo y seguramente difícil de resumir en un texto breve como este, pero quisiera terminar diciendo que, con el auge de la extrema derecha, la ventana de Overton nos tienta a retroceder. Es ahora el momento convertir lo táctico en estratégico, en aquellos casos que las ventajas sobrepasen a los inconvenientes. Hay que aplicar una mirada amplia a los costes económicos, pero también sociales de estas operaciones. En Inglaterra ya hace años que traspasan presupuesto de salud a vivienda y medio ambiente. Saben que, a la larga, se ahorran muchos gastos en hospitalizaciones. El mantenimiento de una calle, no es el coste final del urbanismo, eso sería ignorar que el urbanismo trabaja para el urbanita.