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Tras el guion: curiosidades y consejos de los grandes del género

Mucho antes de oírse el primer golpe la claqueta, cualquier producción cinematográfica arranca con una historia, ese sumatorio de palabras, escenas y visiones que brotan de la mente de alguien con algo que contar. Aunque en esto, como en todo, cada maestrillo tiene su librillo, conocer los secretos de algunos de los referentes del género puede serte útil si quieres iniciarte en este campo.

Sin guion no hay película. Es el cimiento de cualquier producción. Su calidad determina el fracaso o el éxito de la película. Si sucede lo primero, se le suele echar la culpa. De darse lo segundo, lo habitual es que pase desapercibido, y con él su autor o autora. Pese a su labor vital, esta figura se sigue subestimando.

En su primer guion para el cine, Callie Khouri quiso escribir una historia «diferente» sobre mujeres. En 1981, su texto empezó a saltar de productora a productora hasta que una década después se estrenaba Thelma & Louise. De sus seis nominaciones a los Oscar, incluidas la mejor dirección (Ridley Scott) y las mejores actrices principal y de reparto (Geena Davis y Susan Sarandon), el film sólo se llevó una estatuilla: al Mejor Guion Original. Las protagonistas y el director se hincharon a hacer entrevistas, pero los focos apenas iluminaron el trabajo de Khouri.

El guionista Eduard Sola, artífice de las historias de algunas de las series y películas más vistas en España en 2024, entre ellas Casa en llamas, Querer y La virgen roja, aprovechó una reciente entrevista en el programa de la cadena SER, A vivir que son dos días, para hacer hincapié en la importancia de esta figura. «Nosotros generamos el primer material, que es lo que se vende, con lo que se consigue la financiación para las películas», aseguró, añadiendo que el reconocimiento de la autoría es un acto de justicia con el creador o la creadora.

En otra entrevista suya, al periódico El País, aparte de denunciar esta carencia, señaló dos sugerencias básicas para quienes quieren convertirse en guionistas: entregar el guion a tiempo y saber cuándo hay que desistir ante el director.

Historias escritas a cuatro manos

Mucho antes que Eduard Sola, Rafael Azcona (1926-2008), para muchos el mejor guionista que ha tenido el cine español, se dedicaba a «escribir lo que veía», según sus palabras. Habrá que darle validez a esta idea, teniendo en cuenta que es el padre de unos ochenta guiones, entre ellos los de películas tan emblemáticas como La prima Angélica, Belle Epoque y La lengua de las mariposas, dirigidas por Carlos Saura, Fernando Trueba y José Luis Cuerda, respectivamente.

Desde la humildad y la modestia que siempre le caracterizaron, Azcona confesó al periodista Juan Cruz, también en la SER, que escribía guiones porque «es más fácil que escribir novelas» y que «una película es mucho más literaria que cinematográfica». Reconocía, así mismo, que escribía cada guion hasta seis veces antes de entregarlo. Y que, en realidad, quien cuenta la historia es el director.

En cuanto al tándem guionista-director, sobran los ejemplos de trabajos a cuatro manos con excelente resultados. Sin ir más lejos, el de Mario Puzo y Francis Ford Coppola en El Padrino, donde evitaron que se pronunciase la palabra «Mafia» para evitar problemas, y el de I.A.L. Diamond y Billy Wilder en El apartamento, Uno, dos, tres y otras de las mejores comedias de todos los tiempos.

La perseverancia como norma

También Gabriel García Márquez, autor de numerosos guiones para la pequeña y la gran pantalla, pensaba que los guionistas deben escribir, además de forma clara y directa, de forma humilde, sabiendo que el trabajo será reinterpretado por el director. El escritor colombiano, que impartió un taller de guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), daba algunos consejos a los futuros guionistas recogidos en el libro: Cómo se cuenta un cuento.

Para empezar, el Nobel de Literatura aclara que, de no poderse resumir una historia en una cuartilla, probablemente haya algo que sobra o falta. Además, recordaba la importancia de entender cómo funciona el montaje de un film, pues la transición entre escenas es crucial. Si una de ellas no funciona, sugería buscar otra. Igualmente, hacía hincapié en que el género de debe marcarse desde el principio y en la necesaria perseverancia ante las dificultades. Dicho esto, aseguraba que existen muchos métodos para escribir guiones y lo importante es descubrirlo.

William Goldman (1931-2018), reconocido por numerosos trabajos de gran calidad (Todos los hombres del presidente, Dos hombres y un destino, y Misery, entre otras muchas), enfatizaba también la importancia de perseverar. Sobre el trabajo de Goldman, el guionista Fernando Navarro admite que «la recurrente lectura del guion de Marathon man me sigue sacando de más de un problema cuando tengo que abordar la escritura de una secuencia de acción y ando muy perdido». Y añade: «A veces lo que más te gusta de un guion, lo que más quiere que se ruede, tu idea favorita… es una mala idea. Y hay que saber reconocerlo».

En su libro de memorias, Las aventuras de un guionista en Hollywood, Goldman comparte consejos prácticos para guionistas, como el valor de la reescritura y la necesidad de eliminar elementos redundantes, aunque sea doloroso desprenderse de páginas en las que se ha invertido mucho tiempo. Por otro lado, resalta la práctica y la experiencia, y aconseja a los aspirantes a guionistas analizar las escenas y estructuras de las películas que les gusten, reescribir diálogos que les impresionen y desglosar tramas para entender su construcción.

Esfuerzo recompensado

Otro de los grandes en el universo de los guiones, el incombustible Woody Allen, se ríe en la comedia Balas sobre Broadway de la seriedad literaria a través del personaje de David Shayne (John Cusack). Un dramaturgo que lucha por mantener la integridad artística de su obra y se ve obligado a aceptar la financiación de un mafioso.

Sin olvidar el sentido del humor, tras este repaso por algunos de los maestros del género, nos quedamos con tres conceptos: humildad, profesionalidad y perseverancia. Andrew Niccol reescribió el guion de El show de Truman 16 veces, hasta que consiguió la comedia ligera que quería el director, Peter Weir. Visto el resultado, valió la pena.

Fuentes: Goldman, William; Las aventuras de un guionista en Hollywood, Plot ediciones, 1992. García Márquez, G; Cómo se cuenta un cuento, Ollero & Ramos, 1995. Cadena SER, Podium Podcast, Fotogramas, centrogabo.org.

Laura Manzanera
Laura Manzanera
Periodista de largo recorrido. Escribe artículos y libros desde que sólo se publicaba en papel. Historias variopintas sobre todo y sobre todos, sobre personas y sus creaciones. Y sobre su derecho a protegerlas.

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