El Mobile World Congress (MWC) es una cita influyente respecto a las tecnologías digitales, también debería ser el lugar donde debatir límites, efectos y buenas prácticas respecto a estas tecnologías que ya afectan a nuestro día a día de forma absoluta.
Ya se clausuró el MWC 2025 y, como siempre, los medios se afanaron en relatar las cifras de visitantes, expositores, nuevos modelos, etc. Luego llegará la valoración del impacto económico que, como cada año, será de vértigo. Se ha destacado también las tendencias, para este 2025, nacidas de la unión entre dispositivos móviles, IA y automóviles. Durante su celebración, pasaron por la ciudad centenares de ponentes, se convocaron multitud de presentaciones, y se presentó una cantidad enorme de novedades. Aunque no siempre la novedad es innovación, nos fascinan las cosas que parecen nuevas, más cuando tienen relación con la tecnología.
No solo datos
Curiosamente, no ha trascendido ningún debate sobre ética, sobre los límites de la tecnología, sobre la trazabilidad de los gadgets electrónicos presentes, sobre el origen de las materias primas para fábricas tantos chips hiperveloces.
Nada, ni un titular, y lo he buscado a conciencia. Nadie ha hecho un artículo conectando la guerra por la supremacía en la IA y las recientes decisiones de EE. UU. respecto a las tierras raras de Ucrania. No he podido leer ningún artículo o entrevista donde alguien planteara la amenaza para las democracias occidentales que representa el tecnofeudalismo, ahora que está tan cerca del poder. Tampoco ninguna columna de opinión en que alguien defendiera una vía europea, que ponga límites a las tecnologías y su poder de intervención en nuestra vida y en nuestros sistemas democráticos.
Si uno navega por la red y va buscando, se encuentra algunas cosas como unas sesiones bajo el lema «¿Cómo Europa se está preparando para la disrupción de la IA en salud?». Un análisis global de oportunidades y retos de la tecnología que revolucionará los sistemas sanitarios. También un evento donde se invitaba a la comunidad educativa, tecnológica y social a reflexionar sobre cómo la tecnología puede contribuir a una educación más ética, sostenible y cercana a las necesidades reales de la sociedad.
También veo que durante el congreso la Autoridad Catalana de Protección de Datos (APDCAT) ha remarcado la necesidad de desarrollar inteligencia artificial respetuosa con la normativa europea en los derechos fundamentales y la privacidad. Según la entidad, cumplir con estas regulaciones es una obligación legal, pero también un factor estratégico para la competitividad de las empresas en el mercado digital europeo.
Sin embargo, parece que a los periodistas eso no les interesa. Es comprensible, es mucho más llamativo un nuevo modelo de móvil con tres pantallas que se convierte en una tableta que una reflexión legal, humanística y filosófica de cómo el ser humano está entrando en una era de absoluta incertidumbre.
Hay alternativas
Afortunadamente, cada edición del Mobile World Congress tiene desde hace diez años una contrarréplica crítica en la celebración del Mobile Social Congress (MSC). Se trata del evento alternativo que quiere denunciar las injusticias de la «sobreproducción» de la industria del móvil.
Este encuentro se celebra los mismos días que el MWC y se perfila como el «único modelo ético» en el consumo de las telecomunicaciones. El evento quiere poner de manifiesto una «realidad incómoda» de esta industria. Denuncia que la búsqueda de la innovación constante arrastra un impacto negativo en el medio ambiente y la sociedad: «Contaminación, agotamiento de recursos y conflictos».
En este sentido, señalan que es necesario promover la transparencia, reparación y durabilidad de los dispositivos móviles. El programa que se ha celebrado en diversos espacios de la ciudad ha tenido un Congreso de la Soberanía Tecnológica, debates sobre si es posible una certificación ética en el sector de la electrónica, sobre la minería electrónica o la desigualdad: historias de impacto global para llegar a abordar el papel de las tecnologías en algunos de los sucesos más lamentables que vivimos en la actualidad, incluso a orillas del mar Mediterráneo.
El reto está por delante
Pero, no nos lamentemos. Tenemos un año para que la próxima edición sea la que marque una nueva manera de abordar la tecnología desde las humanidades, porque es imprescindible una lectura humanista de lo que está ocurriendo. Necesitamos capacidades propias de la filosofía, la lingüística, la sociología, la antropología, la psicología y, si me apuras, de la teología. Porque lo que tenemos entre manos no es una simple novedad, no se trata de un nuevo gadget: estamos ante un cambio de paradigma, no solo por la IA, aunque ésta ha acelerado el proceso.
La prensa debe hacer un esfuerzo en no transcribir las notas de prensa sin más. También en preguntarse cómo llegan hasta nosotros esos novedosos dispositivos, aplicaciones y programas; ¿qué modelo social tienen esas empresas?: ¿qué efectos tienen las redes sociales en nuestros jóvenes y adolescentes?; ¿cómo los ritmos de sueño y vigilia están siendo modificados por la tecnoadicción?; ¿cómo las redes han modificado la transmisión de información y el efecto caverna que está teniendo?; ¿cómo se está modificando el concepto de autoría y cómo podemos proteger a los creadores ante las grandes corporaciones que toman su trabajo como materia prima?
Por no hablar de ¿dónde y cómo son extraídas las materias primas para hacerlos posibles?; ¿qué gasto energético suponen?; ¿qué uso del agua necesitan los data centers que hacen posible semejante volumen de información? Ese es su trabajo. No solo retransmitir los fuegos artificiales que la tecnología ofrece y que, ciertamente, nos seducen.
No se trata de caer en conspiranoias luditas y negar las ventajas que sin duda tiene la IA, los dispositivos móviles y, en general, la llamada cultura digital, pero necesitamos observadores que analicen y no solo repitan lo que les envían los gabinetes de prensa. Al mismo tiempo, el propio MWC debe hacer un cambio en su comunicación. Si desea ser un referente de la tecnología que viene, también debería serlo de sus efectos y de cómo gestionarlos como sociedad.
Se podrá argumentar que en los eventos de automoción tampoco nos explican qué sucede con la gestión de la movilidad privada y su huella ecológica, y es cierto. Sin embargo, diría que la influencia de las tecnologías digitales y todo lo que las rodea es bastante más profundo. En un artículo reciente de ElDiario.es, el filósofo Ferran Sáez, dice: «Los Estados democráticos aceptaron encantados el regalo gratis de las herramientas y las capacidades tecnológicas ofrecidas por esas corporaciones. Fue un caballo de Troya. Una vez franqueados los muros de nuestras democracias, los guerreros aqueos, abrigados por la oscuridad, han empezado a descender».