Cierto que el problema de la libre circulación de obras literarias en Internet no ocupa tanta atención mediática como en la industria audiovisual, pero el perjuicio a los derechos de los autores es igual de importante. Entonces, ¿qué puede hacer un autor para protegerse frente a una distribución no autorizada de su obra?
El reparto de la tarta en la industria del libro
Cuatro son los principales actores en la industria del libro:
- El autor de la obra es propietario de unos derechos morales y legales inamovibles, como son el reconocimiento de la autoría y la propiedad intelectual. Por ellos cobra, como porcentaje orientativo, entre un 10% y un 12% de cada ejemplar vendido.
- La editorial, que es la que paga por la cesión de los derechos del autor para explotar la obra. Asume también la producción del libro y la obligación de liquidar anualmente con los autores el pago de regalías. Por todo ello percibe alrededor del 30% de las ganancias.
- La distribuidora, que es la que se encarga del proceso de comercialización y de la entrega y retirada de libros en los puntos de venta. A ésta le corresponde el mayor trozo de la tarta, con un 50% de las ganancias.
- Las librerías, al mismo nivel que el autor, reciben un beneficio de entre el 10% y el 12%.
Descrita la estructura del negocio del libro, se entiende que autores y editoriales son los grandes interesados en protegerse frente a la libre circulación en Internet y el plagio. No obstante, aunque la batalla la suelen librar de forma conjunta, los intereses y las armas son distintas.
Cómo proteger tu obra escrita como autor
Sobre estos recae la responsabilidad de dar el primer paso para que se reconozca legalmente la autoría de una obra y los derechos asociados, tanto en el entorno físico como en el digital. Daniel Cladera, abogado especialista en la protección de los derechos de propiedad intelectual y promotor de la consultora All Rigth facilita algunas de las pautas básicas que, a su juicio, debería seguir cualquier autor para la protección de su obra:
- Registrarla: aunque sea un acto voluntario, lo primero que tienen que hacer los autores es registrar la obra. Pude hacerse en el Registro de la Propiedad Intelectual o en otros como Safe Creative. El procedimiento es sencillo y económico. A cambio, el creador recibe una prueba ante terceros sobre la autoría y sus derechos, en caso de litigio.
- Avisar a todos de que la obra está registrada: antes de la publicación, es habitual que los autores manden la obra a diferentes agentes literarios y editoriales. Acompañar la obra con una fotocopia de la inscripción en el registro evita tentaciones.
- El contrato con la editorial: aquí son muchos los puntos a negociar porque la casuística es múltiple y diversa. En el contrato se dirimen asuntos como los derechos de reproducción, número de ejemplares, ámbito territorial, traducción, adaptaciones o promoción, ente muchos otros. Lo aconsejable, si se dispone de recursos, es revisar previo a la firma todas las cláusulas del contrato con un abogado experto en la materia. Pero si esto no es posible, hay dos apartados sobre los que Daniel Cladera recomienda poner especial atención: el tiempo de la cesión de los derechos y los derechos de transformación.
Derechos de explotación y transformación
Ningún contrato de cesión de derechos de explotación de un libro puede exceder los 15 años, aunque exista luego la posibilidad de renovarlo. Teniendo en cuenta que la cesión es en exclusiva, el letrado considera conveniente acortar el plazo. De este modo, en el supuesto de que la obra funcione bien en el mercado, se pueden renegociar y mejorar las condiciones.
Los derechos de transformación, más ligados a la era digital, hacen referencia a que las editoriales puedan convertir el libro en un animal distinto al original. Esto les brinda la oportunidad de generar ingresos adicionales adaptando del texto. Puede utilizarse para guiones para producciones audiovisuales en diversas plataformas, o audiolibros, muy del gusto de los aficionados a la lectura tras el auge de los pódcast.
La editorial
Las editoriales, al margen de ser parte interesada al pagar por los derechos de explotación, asumen el compromiso de mantener una actitud proactiva de vigilancia del libro. En caso de que el autor observe y pueda demostrar irregularidades continuadas en el devenir de su obra con el consecuente perjuicio, podría solicitar la rescisión del contrato.
Pero «acabar con la piratería y la protección de libros en Internet al cien por cien resulta prácticamente imposible», a juicio tanto de Víctor Guirao, responsable de derechos de autor en Plataforma Editorial, como de María Fuentes, delegada editorial en España de Vaso Roto.
Lo normal, cuando detectan algún sitio ilegal de descargas en el que aparece alguno de sus títulos, es denunciarlo para que lo cierren. «El problema es que los tumbas un día y al día siguiente salen con otra URL o en grupos privados que se reproducen como setas», dice Guirao.
Ante esta tesitura, no les queda otra que sumar a la producción otra partida presupuestaria que vele por la seguridad de la obra. En este sentido encuentran en la tecnología un buen aliado. Guirao refiere una reciente herramienta de vigilancia para perseguir las infracciones de los derechos de autor, creada por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). Está a disposición de los asociados y, en su opinión, es bastante eficiente. La herramienta de gestión se denomina LibriRed: aplican business intelligence e incluye a todos los actores de la cadena del libro. Con ella se pueden obtener datos de venta, disponibilidad de títulos por materias o realizar un análisis de stock, entre otros.
Existen muchas más iniciativas y herramientas para defender los derechos del escritor en Internet, si bien ninguna aporta soluciones definitivas. De ahí que todas las fuentes insistan en la necesidad de aunar los esfuerzos e intereses de todos los agentes de la industria. Un frente común, en colaboración con legisladores e instituciones, puede permitirnos avanzar hacia un escenario más respetuoso con los derechos de autor.